El choque inédito de Junts per Catalunya y PNV este jueves en el Congreso de los Diputados a raíz de la aprobación de la Ley del Deporte ha dejado otro capítulo inaudito del hate independentista. Ahora, en la diana están tanto los jeltzales como los deportes del surf y la pelota vasca, últimas incorporaciones a la lista de botiflers.

Los de Jordi Turull han digerido fatal la enmienda que los de Aitor Esteban han pactado con el PSOE que permite a las selecciones vascas de ambas disciplinas competir a nivel internacional. Fue la ahora diputada Pilar Calvo la que aseguró en el Congreso que el PNV había “usado el reglamento de la Cámara española para vetar el sueño del independentismo catalán”.

En este caso, el de que una selección catalana participe de pleno derecho en una competición internacional más allá de las pachangas que se organizan cada año y que han perdido fuelle incluso entre los asistentes. El último partido amistoso de fútbol, que se jugó el pasado mayo en el estadio de Montilivi de Girona contra Jamaica, reunió a 6.124 espectadores. Los de casa ganaron 6-0. El anterior, el Cataluña-Venezuela de 2019, atrajo a 12.671 personas. La victoria fue más estrecha, un 2-1.

Tras esta acusación, el PNV estalló contra Junts. Le culpó de “poner en riesgo un acuerdo que ha costado mucho conseguir para someter a votación una propuesta que no tiene posibilidad de salir adelante”, ya que pretendía ampliar la posibilidad a todas las selecciones en general. Los jeltzales también acusaron a los de Turull y Puigdemont de ir de unilaterales, ya que no les informaron de sus pretensiones, les recordaron que habían presentado una enmienda en el mismo sentido de su reivindicación que fue rechazada, por lo que consideran que no tenía sentido el desplante.

En las últimas horas, los de Sabin Etxea han asegurado que “confían” en cerrar la “grieta” con Junts y les han lanzado una nueva advertencia: “A abertzales no nos ganan”. Todo ello, después de recibir un corolario de insultos por parte de los fans de Junts por redes sociales, los mismos que defienden a muerte a Laura Borràs (y consideran indigno que se siente en el banquillo acusada de trocear contratos y adjudicarlos a dedo a un amigo) y a Francesc de Dalmases (en el episodio de “intimidación”, como finalmente él mismo ha reconocido, a la subdirectora del programa FAQS de TV3 porque no le gustó el sentido de una entrevista a la ya expresidenta del Parlament).

Los insultos más repetidos, además de “botiflers”, son los de “españoles”, “castellanos del norte” y “vendidos”, además de otras perlas como “carlistas arrepentidos” o “regionalistas”.

La grieta a la que hace referencia la formación presidida por Andoni Ortuzar es un nuevo desmarque de Junts de ese nacionalismo de peix al cove que promulgaba Jordi Pujol, el que acercó durante años a CDC con el PNV. Ese nacionalismo (regionalista) de vasos comunicantes que llegó a concurrir a las elecciones al Parlamento europeo de 2004 en la coalición electoral Galeusca-Pueblos de Europa y que intentó emular los pactos alcanzados durante la primera mitad del siglo XX en España con los vascos, los catalanes y los gallegos.

Pujol se recupera de su ictus y está preocupado por lo que quedará de su legado convergente, tal y como detallábamos esta semana en Crónica Global. De que ERC consiga su pretensión de relevarlos como partido serio y fiable del independentismo catalán y que Junts quede relegado a ser siempre el minoritario en el Parlament (y, por ende, no consiga la presidencia).

Los republicanos se juegan conseguir esta meta en los próximos meses tras lanzarse en solitario a un Gobierno en minoría, la mayor de la democracia en Cataluña. Deben demostrar que sí tienen cuadros y son capaces de gestionar incluso sin el sottogoverno convergente instalado desde hace décadas en la Generalitat. El reto está claro, lo que pocos esperaban es que Junts le echara una mano al tildar incluso el surf y la pelota vasca de botiflers.