La renovación de órganos institucionales como la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA), el Consejo Audiovisual de Cataluña (CAC) o las sindicaturas de Greuges y de Comptes ha dejado una sensación agridulce. El desbloqueo era necesario, pero el mercadeo de nombres pactados por Junts per Catalunya (JxCat), ERC y PSC ha sublevado a los trabajadores de TV3 y Catalunya Ràdio, que reclaman desde hace años la despolitización del ente que gestiona los medios públicos catalanes. Tampoco ha gustado a los neoconvergentes que, de nuevo, ven rota la mayoría independentista del 52% con la participación de los socialistas en las negociaciones. Y formaciones como Ciudadanos, PP o Vox cuestionan la capacidad del PSC para imponer una verdadera remodelación de las cadenas nacionalistas. Y a la experiencia del tripartito se remiten.
Mientras, En Comú Podem ha quedado fuera de ese acuerdo, tras convertirse en el socio necesario de ERC y Junts para aprobar los presupuestos de la Generalitat de 2022. Esa geometría variable en la estrategia de pactos de Pere Aragonès no puede ser más que elogiable. Durante años hemos asistido al rodillo independentista, con consecuencias tan nefastas y humillantes como las que tuvieron lugar los días 6 y 7 de septiembre de 2017, cuando se sentaron las bases pseudolegales del desafío secesionista. En esas jornadas parlamentarias se demostró el poco respeto, no solo hacia una gran mayoría de catalanes, sino a las propias instituciones, como el Consejo de Garantías Estatutarias, que también se renueva.
Que el PSC haya entrado ahora en la ecuación para renovar órganos tan sensibles como la CCMA no solo supone un cambio de ciclo, sino que, además, subraya algo obvio, pero que conviene recordar de vez en cuando. Que los socialistas catalanes ganaron las elecciones del 14F y que son el principal grupo mayoritario en el Parlament.
Salvador Illa ha logrado que Miquel Salazar sea el nuevo Síndico mayor de Cuentas, porque así se lo había propuesto. Asimismo, ha logrado colocar a tres personas de su órbita en la CCMA y a dos en el CAC. Otra cosa es que estos cargos mediáticos sean capaces de poner fin a la instrumentalización de TV3, convertida en aparato de propaganda del independentismo y en vía de promoción de personajes como Toni Albà, Jair Domínguez y Valtònyc, que sobreviven a su propia mediocridad como artistas envueltos en la estelada. O de tertulianos que poco aportan a los debates, porque hablan de todo y entienden de nada, pero que militan en la causa. Recordemos que es el CAC el que tiene que avalar a los futuros directores de TV3 y Catalunya Ràdio, elegidos mediante concurso. Y que al frente de este órgano de control de los contenidos audiovisuales está Xevi Xirgu (JxCat), biógrafo de Carles Puigdemont, que al igual que hizo en tantas ocasiones su predecesor, Roger Loppacher, puede ejercer su voto de calidad para desempatar y perdonar los desmanes separatistas de la televisión autonómica.
Los cambios van a ser lentos, sí. Porque la remodelación de la televisión catalana pasa por muchos aspectos, más allá del estrictamente ideológico: renovación del contrato-programa, reforzar su faceta de servicio público, digitalización, mejora de la financiación, apoyo al tejido industrial audiovisual… Y la CCMA es un ente mastodóntico difícil de gobernar, con una plantilla envejecida y/o acostumbrada a unas dinámicas enquistadas. Pero hay que ser optimistas. El primer paso se ha dado, hay desbloqueo, paridad en la renovación de cargos y avances en la ruptura de bloques.