Empiezo a sospechar que el esmero en que TV3 ponga traductor a los castellanohablantes que no entiendan el catalán no responde a una cruzada contra el castellano, sino a un movimiento estratégico de las altas esferas para esconder el pobre conocimiento que tienen de la lengua de Cervantes ciertos cargos. Son numerosos los ejemplos en los que los representantes públicos catalanes han quedado en evidencia con su español macarrónico, como ha ocurrido estos días con el vicepresidente Jordi Puigneró.

Puigneró, que pasará a la historia como el impulsor de la NASA catalana (o como el descubridor de Marte, si el revisionista y manipulador Institut Nova Història se pone a ello), presume de altos estudios en Reino Unido y de trabajar como ingeniero en tecnologías de la información en Alemania, un currículum que le ha llevado a llegar al segundo escalón de la Generalitat. Eso, y unos buenos contactos. Pero esa trayectoria contrasta con su pésimo castellano, que no esconde, bien sea porque se cree el nuevo Vargas Llosa o bien porque desprecia el idioma y no tiene ningún interés en hablarlo de forma correcta. 

Alguno de sus asesores debería explicarle que lo que se ha eliminado son los acentos diacríticos en catalán, y que el castellano no es como el inglés que seguro domina y, por lo tanto, lleva tildes. Y que existen la ñ y los signos de puntuación. Su tuit sobre los 245 años de la independencia de Estados Unidos es para que sangren los ojos. Se supone que Puigneró forma parte del gobierno de “todos los catalanes”, pero ¿cómo va a tener en cuenta a los castellanohablantes si se dedica a pisotear su lengua? ¿Cómo va a promover el bilingüismo y para qué? Es la eterna batalla. Un despropósito que cuenta con demasiados cómplices en el poder y en la oposición.

El caso de Puigneró no es aislado en la Generalitat. Por poner otro ejemplo: el Departamento de Salud, que dirige Josep Maria Argimon (aunque el agravio es anterior a su reciente ascenso a conseller), tira de Google Translate para traducir su página al castellano. Así de triste. El Govern destina antes 10 millones de euros a cubrir las fianzas de los investigados por el Tribunal de Cuentas (un movimiento tan legal como inmoral) que a ofrecer la información en las dos lenguas cooficiales de Cataluña. 

Lo más sonrojante es la explicación que da Salud en su propia web para justificar el uso del traductor de internet: “Garantiza que los hablantes de otros idiomas puedan entender la información de la web y acceder a los contenidos actualizados en tiempo real [...] No se hace ninguna revisión de la traducción, por lo tanto, es posible que contenga errores. Aun así, el resultado es suficiente para comprender la información que se ofrece”. Sí, está pasando en la Cataluña integradora. Quién fuese el síndic Rafael Ribó para disfrutar de esta tragicomedia desde la piscina de su despacho.