Victoria Prego: "Hay un ataque al Estado de derecho y a la separación de poderes"
La veterana periodista, autora de 'Pequeña historia de la Transición', critica la apuesta de Sánchez con ERC, que "no tiene nada que ver" con la de Suárez y el PCE en 1977
4 julio, 2021 00:00Victoria Prego (Madrid, 1948), adjunta al director de El Independiente, atesora una larga trayectoria profesional en distintos medios, con una gran aportación a la Transición, el periodo que permitió a España pasar de la dictadura a la democracia. Sus programas en televisión y sus trabajos periodísticos constituyen un legado impresdindible. Prego acaba de publicar Pequeña historia de la Transición (Espasa) en el que condensa cómo se pudo llevar a cabo una operación tan compleja, con la idea de que hubo cesiones desde todos los bandos, y que en ese momento sí hubo “un respeto recíproco” por las personas y por las ideas que representaban. Ahora, cuando se compara la decisión de Pedro Sánchez de indultar a los políticos independentistas presos con la legalización del PCE, por parte de Adolfo Suárez, Victoria Prego se lleva las manos a la cabeza. En esta entrevista con Crónica Global señala, a su juicio, el problema: "Hay un ataque al Estado de derecho y a la separación de poderes".
--Pregunta: ¿Su libro, sobre la Transición, ¿es para sus nietos realmente, para gente joven?, porque es también un compendio de lo que ocurrió que puede ser muy útil para los adultos.
--Respuesta: Es un encargo de Ana Rosa Semprún, directora editorial de Espasa, con la idea de que se pudiera escribir una pequeña historia de la Transición. Y la he escrito, pensando, en la estructura, en un diálogo con mis nietos. Tengo tres, --pequeños, el mayor de siete años. A ellos va dirigido, pero claro, también a adultos y a esa generación de 40 a 45 años que en el colegio nunca llegaban a la etapa de la Transición, y que les puede venir bien el libro.
--Usted rompe una idea central, aunque se ha explicado más en los últimos años, y es que la Transición no fue una etapa pacífica ni fácil, no fue una especie de pacto tranquilo como algunas formaciones políticas han señalado, a modo de crítica del periodo, como si hubiera sido una continuación del franquismo.
--La Transición fue una etapa llena de decisiones arriesgadas, y todo el trabajo fue muy meritorio. Las críticas que ha recibido yo siempre he pensado que se deben a dos circunstancias, o por ignorancia o por ideología. Yo he viajado por todo el mundo explicando la operación política, en América Latina, en Moscú…. Fue una operación para pasar de un régimen autoritario a una democracia, y se hizo en paz, aunque no sin muertos, y es cierto que fue un momento muy agitado y difícil. En realidad, fue una azaña política.
--¿Se podría entender, con los ojos de ahora, que la Transición pudo ser un paréntesis, que la bronca y la falta de acuerdos de Estado será la norma, como vemos con la imposibilidad de pactos entre el PP y el PSOE?
--Pues comienzo a ver que podría ser así. Me temo que pueda ser un paréntesis, y me da miedo pensarlo. No sé si se puede ser optimista. No se trata de volver a aquel consenso, a aquel espíritu que llevó a tantos acuerdos, porque la democracia ya la tenemos. Pero sí deberíamos llegar a acuerdos de Estado. Y no los tenemos. Realmente, sería una tragedia que fuera un paréntesis.
--Usted explica esos años que son trepidantes, desde la muerte de Franco hasta el referéndum de la Constitución, en 1978. Habla de reforma, pero, ¿no fue una reforma que acaba en una auténtica ruptura, como dice Javier Cercas en Anatomía de un instante, con la idea de que se cambió el sistema político como un calcetín?
--Fue una ruptura pactada, o una reforma rupturista. Lo cierto es que se pasó de una legislación franquista a una democracia sin romper nada. Y se hizo gracias a la Ley de Reforma Política, que es una ley muy corta, y que abría la puerta hacia la democracia. Lo que hicimos todos los españoles fue asumir aquellos propósitos, los ideales republicanos en una monarquía.
--Cede la izquierda, cede el PCE.
--Cede el PCE, pero también Adolfo Suárez, porque legalizar en aquel momento el PCE, con los franquistas gobernando, era muy arriesgado. El riesgo que corrió Suárez fue extraordinario. Él y el rey Juan Carlos. Y hay que decir que Santiago Carrillo estuvo a la altura de las circunstancias, como Suárez, y cumplió su palabra.
--¿Hasta qué punto pesa el factor humano, el hecho de generar confianza? ¿Se desprecia ahora a la persona, al interlocutor, y ese es el gran problema político en España?
--Falta la confianza. Y hay una falta de respeto recíproco. En cambio, esa confianza existía en la Transición. Felipe González, tras sus entrevistas con Suárez, decía que era “una persona”. Me lo dijo a mí en muchas ocasiones con ese acento andaluz tan característico que tiene: “Suárez era una persona”. Los dos se respetaron, no se mintieron. Y lo que pasa ahora es que los dirigentes políticos ni se respetan ni se aprecian. Y, a veces, con motivo.
--Se compara la decisión de Suárez de legalizar al PCE con la concesión de Pedro Sánchez de los indultos a los políticos presos. ¿Es comparable?
--No, para nada. Primero porque Suárez lo arriesgaba todo para construir una democracia, un Estado de derecho. Y ahora lo que hay es un Estado de derecho atacado. Hay un ataque al Estado de derecho y a la separación de poderes, con el debilitamiento de las instituciones. Un ataque al Parlamento, al Tribunal de Cuentas, al Tribunal Constitucional y a otros organismos. No se parece en nada.
--Usted habla de pactos de Estado. El PP bloquea la renovación de órganos tan importantes como el Consejo General del Poder Judicial. ¿Cómo se puede separar el papel de oposición con los acuerdos de Estado? ¿Puede hacerlo el PP?
--La razón de ese bloqueo, por parte del PP, hay que buscarla en el intento de Podemos, que quería dos miembros en el CGPJ. Y eso hubiera significado que Podemos entraba en la sala de máquinas del poder judicial. Y hubiéramos estado perdidos todos, porque Podemos no quiere la Constitución de 19789. Eso está en la negativa del PP a renovar el órgano de los jueces. Y ahora se han roto todos los puentes tras la concesión de los indultos. Tampoco ayuda la ley que se aprobó en el Congreso para que el CGPJ no pueda nombrar jueces mientras está en funciones. No ayuda tampoco que ERC quiera cambiar la composición en el Tribunal de Cuentas mientras investiga el caso de malversación de recursos públicos por el procés. Desde Podemos y ERC se ataca a las instituciones democráticas, y con todo ello no hay acuerdo posible. Y eso es malísimo para España. Malísimo.
--¿Solución a medio plazo?
--No la veo
--¿Sánchez es un problema, por su propia trayectoria política, o el PP hubiera hecho lo mismo con otro dirigente del PSOE?
--Yo no me meto con la persona de Pedro Sánchez, sino con sus acciones. Ganó las elecciones con un programa político y con planteamientos que no se han cumplido. Al revés. Defiende todo lo contrario. Y la posición del PP tiene que ver con eso. Cuando señaló que no iba a conceder indultos, cuando aseguró que traería de vuelta a Carles Puigdemont, cuando dice que quiere rebajar la pena por el delito de sedición, con una reforma del código penal. Es lo contrario a lo que señalaba antes. Y el PP cree que puede encontrar un hueco electoral en esa contradicción.
--¿Entonces la única solución es entregar cartas de nuevo, con otras elecciones, cuando toque?
--Eso es. La única posibilidad es la convocatoria de unas nuevas elecciones, pero cuando toque, en 2023, porque no creo que haya elecciones anticipadas.
--Y en ese lapso, ¿puede iniciarse un acercamiento con el independentismo que suponga cambios de fondo, o solo se trata de marear la perdiz?
--Se va a marear la perdiz durante dos años, que es el plazo que la CUP le ha puesto al Govern de la Generalitat para conseguir un referéndum que no se puede conseguir, como tampoco la amnistía. Sánchez tiene esos dos años para convocar elecciones. Los dos ganan tiempo. En otros ámbitos podrán avanzar, desde inversiones hasta un nuevo modelo de financiación autonómica. Pero las otras dos cuestiones no se pueden pactar.
--¿Es el momento de una reforma constitucional?, ¿no sería la forma para ajustar todo el Estado autonómico, que ha mostrado disfunciones con la pandemia del Covid?
--Es imprescindible abordar una reforma de la Constitución, para renovarla. En caso contrario, las constituciones quedan disecadas. Lo que pasa es que hay muchos parlamentarios que están en contra de la Constitución en estos momentos. Y si se abre la puerta para que entren, lo harán para derribar la Constitución, empezando por el artículo 1.
--¿Entonces, hay que esperar, con la idea de que el bipartidismo se refuerce en unas nuevas elecciones?
--Yo es que soy muy partidaria del bipartidismo. De un bipartidismo acompañado, con fuerzas a la izquierda del PSOE y a la derecha del PP. El bipartidismo ha funcionado en Estados Unidos y en el Reino Unido y en muchos otros países. Porque lo que queda claro es que el multipartidismo ha resultado un fracaso.
--Pues parece que sí, que el bipartidismo avanza.
--Sí, y Vox tiene un techo.
--Si lo tiene, no parece que el PP lo vea de la misma manera. ¿Pablo Casado, no está demasiado pendiente de Vox?
--Yo creo que sí, y espero que en la convención que prepara, a la vuelta del verano, el PP fije su posición con claridad. Vox tiene un techo, pero aun no lo sabe, como le pasó a Albert Rivera o a Pablo Iglesias. Y Vox se topará con la realidad. El PP tendrá esa posición clara en el sistema político español si consigue armar un planteamiento sólido de centro-derecha.
--¿Por qué el PP no apuesta por un modelo federal? ¿No sería lo lógico, cuando sus partidos homólogos en otros países europeos son federalistas?
--Podría, sí, pero el modelo federal no interesa a los nacionalistas. El federalismo supone la igualdad de los elementos federados y la supremacia del gobierno central sobre los estados federados. Sería un crimen para ellos. Sería peor que lo que tienen. El Estado de las autonomías es como un adolescente, y ya es un poco federalizante. Pero el modelo federal no es la solución. Luego está el concierto económico del País Vasco y Navarra, que está en la Constitución y no hay valiente que se atreva a desmontarlo. El Estado de las autonomías tiende a ese Estado federado.
--Pero, entonces, ¿no hay manera? ¿No hay una solución posible?
--No la hay, a menos que la gente se vaya cansando, como ha ocurrido en el País Vasco. Ibarretxe quiso una especie de Estado libre asociado, como Puerto Rico. Pero su proyecto salió derrotado y el lehendakari dimitió. El independentismo en el País Vasco ha bajado hasta el 20%. Y eso mismo podría pasar en Cataluña, cuando se den cuenta de que no es posible ni la autodeterminación ni la amnistía. Y se ha visto con el no reconocimiento en Europa. Es una fantasía. Si los ciudadanos se dan cuenta de ello, el independentismo bajará al nivel que tenía hace 15 años.
--¿Aznar es un problema, con sus continuas apariciones?
--No, es un testimonio. No tiene capacidad ejecutiva. Es como Felipe González. Sus manifestaciones no se traducen en cambios en el BOE, que es lo que cuenta.
--¿Y para Pablo Casado, puede ser un problema?
--De momento no, pero puede convertirse en un problema. Veremos cómo se coloca Casado en función de esa convención del PP, que debe ser determinante.