Sobra decir que un tripartito independentista no se sostiene por ningún lado. Y no solo por la antítesis ideológica que representan Junts per Catalunya (JxCat) y la CUP, sino porque dentro de cada una de esas formaciones hay discrepancias sobre la conveniencia de llegar a un acuerdo. A ERC le ha tocado lidiar con esas contradicciones por ser el partido que aspira a presidir la Generalitat, y es posible que no haya calibrado sus fuerzas: esto es, su capacidad para ejercer de argamasa de un pacto a todas luces imposible. Hasta ahora, no hemos visto avances en ese cometido. Solo gestos de sumisión ante quien cuestiona su liderazgo y pretende controlar el futuro Govern desde Waterloo.
La genuflexión de Pere Aragonès ante Carles Puigdemont no solo es doblemente humillante, por las dos ocasiones en las que JxCat ha tumbado su investidura, sino por admitir que el llamado Consejo para la República debe tener algún tipo de rol en el nuevo Ejecutivo catalán. El candidato de ERC avaló ese ente abstracto que solo sirve para financiar la fuga de Puigdemont, para advertir a continuación de que no aceptará tutelas. ¿Cómo conciliar una cosa con otra? ¿Qué tipo de explicaciones dará el republicano para justificar que JxCat ha logrado salirse con la suya? Y, sobre todo, una vez satisfecho el ego neoconvergente, ¿cómo convencerá a la CUP de que no hay paso atrás en su acuerdo?
Recordemos que Gemma Geis, portavoz de JxCat, fue muy contundente en sus críticas a ese pacto, en general, y contra la Renta Básica Universal, en particular porque, afirma, “nos sentimos muy alejados de ese modelo de país”. Reflexiones parecidas hizo Junts cuando ERC pactó los presupuestos de la Generalitat de 2020 con los comunes. Y éste es solo un ejemplo de las desavenencias que hubo entre los socios de gobierno.
Pero Aragonès sigue empeñado en llegar a un acuerdo de gobierno y evitar una repetición electoral. Convocar de nuevo a los catalanes a las urnas es una ruleta rusa, aunque expertos consultados por Crónica Global creen que los únicos partidos que se beneficiarían de ello serían JxCat y el PSC. Pero llegados a este punto, es difícil determinar si es mejor la formación de un gobierno independentista o que se convoquen nuevos comicios. ¿Susto o muerte? ¿Repetir un fracaso o repetir elecciones? Votar de nuevo supone más parálisis, más incertidumbre, más bloqueo. Fuentes socialistas aseguran que Salvador Illa ha advertido ante los suyos de la irresponsabilidad que supone abrir un nuevo ciclo electoral. No es que llevemos meses con un gobierno interino, sino años de procesismo estéril.
Puede que a determinado sector empresarial le dé igual tener gobierno o no pues, como dice ERC, durante dos años, los fondos europeos permitirán parar el golpe, y luego ya se verá. Pero es necesario gestionar, que para eso la Generalitat dispone de un sustancioso presupuesto, casi 40.000 millones de euros, que hay que gastar. Y no precisamente en propaganda y supuestas estructuras de Estado. Por cierto, parece que también hay desavenencias sobre el déficit, que en época de Covid era posible y conveniente aumentar. Pero no. Cataluña cerró 2020 con un déficit del 0,35%, en lugar del 0,7-0,8% prometido.