La patronal de editores (AEEPP), la asociación más potente de la industria de la comunicación en España, otorgó a Crónica Global el galardón 2019 en la categoría de medio digital. Fue durante un acto que tuvo lugar el martes pasado en el auditorio de la Real Fábrica de la Moneda y Timbre en Madrid y que contó con una nutrida y selecta representación de nuestro ámbito profesional: medios de comunicación, editores, periodistas, publicistas, expertos en las nuevas tecnologías, políticos y representantes de empresas y anunciantes.
El jurado que nos concedió tan distinguido galardón destacó que el mérito de este digital ha sido “conseguir captar la atención del público, en un entorno muy complicado”. Así lo expresó el secretario del jurado y primer ejecutivo de la entidad empresarial, Carlos Astiz. Podemos asegurar que la delegación que asistimos a recibir la distinción nos sentimos orgullosos de ser reconocidos por nuestros colegas y a la vez competidores. Pero tampoco debemos esconder que una ligera desazón recorría nuestras entrañas: “¡Qué difícil es ser profeta en nuestra tierra!”.
Justo por esa razón, tras la entrega del premio, no pude evitar lanzar una idea al aire: “Los catalanes de Crónica Global no queremos recoger está distinción como un premio a la épica o a la heroicidad”. Al contrario, y por más que nuestra corta existencia jamás haya sido un camino plagado de rosas, lo que hemos proclamado desde el primer día es que sólo tenemos una vocación clara: hacer un periodismo independiente, con orientación económica y política, desde una visión periférica de la realidad española y con absoluto respeto a los valores de la Constitución española. Sin más, pero también sin menos. Pese a las dificultades vividas en los últimos meses, ni un ápice de victimización: somos periodistas y sabemos qué nos jugamos en nuestro día a día, aunque eso lleva en ocasiones a distanciarse de las situaciones de confort.
Que Cataluña se halle en trance permanente durante la última década por la presión asfixiante de un nacionalismo insaciable no es razón para que los editores de medios de comunicación renunciemos a garantizar dos premisas básicas en este negocio: la independencia económica, que garantiza la libertad editorial, y el respeto a la legalidad y a los usos y costumbres democráticos de las sociedades avanzadas. En Crónica Global hemos querido hacerlo siempre desde una visión liberal de la economía y, a la vez, con una preocupación manifiesta por la igualdad y justicia social. En otros tiempos eso sería algo tan corriente y natural que resultaría innecesario recordarlo.
Desde que refundamos esta publicación, el 1 de julio de 2015, hemos estado trabajando duro para mantenernos en el epicentro del debate público. Consideramos que el galardón de la AEEPP hace incuestionable que ese objetivo ha sido alcanzado. Crónica Global es hoy una comunidad de intereses que no ha dejado de crecer en calidad y en cantidad y que pertenece a los periodistas que estamos en su accionariado, pero sobre todo es de sus lectores y suscriptores. Sin ellos, sin su colaboración inestimable, hubiera sido imposible el empeño. Y, sobre todo, este medio es propiedad de quienes lo hacemos, de la plantilla de periodistas, publicistas, administrativos, tecnólogos, columnistas, infógrafos, diseñadores, fotógrafos, correctores, auditores, abogados, gestores y proveedores técnicos de todo tipo que han confiado en la solvencia, seriedad y potencialidad del proyecto.
En la esperpéntica industria editorial catalana, donde conviven dos paquidérmicos grupos con una transición y reconversión pendientes junto a una nueva y dinámica vanguardia de iniciativas empresariales, la dependencia de los poderes públicos ha sido un virus del que costará décadas recuperarse. La subordinación del sector periodístico y empresarial privado al dinero público es de tal magnitud que, bajo la coartada de la defensa y promoción de la lengua catalana y los inconfesables intereses partidarios, pocos de los new media que existen (muchos de ellos soluciones próximas al autoempleo de antiguos dirigentes políticos o a la devolución de favores y clientelismos de todo signo) podrían sobrevivir a día de hoy si se desconectaran de la teta institucional. Peor, incluso, lo tendrían las dos grandes cabeceras históricas de la ciudad de Barcelona si fueran desenchufadas de tal lactancia.
Esa alteración de las reglas de juego económicas, esa discriminación positiva llevada a término, tiene consecuencias nefastas para el ejercicio del periodismo. En especial resulta nocivo para su misión de fiscalizador de los poderes y para su imprescindible espíritu crítico. La nacionalista se ha convertido en una prensa de partido a la antigua usanza y cada cabecera mantiene un cordón umbilical con una formación política o una facción del independentismo, que se encarga de su sustento y lo usa como correa de transmisión de sus sectarios intereses políticos. Con ese mapa mediático no debe extrañar cómo abundan las fake news políticas, las manipulaciones obscenas e interesadas o, por ejemplo, cómo se construyen relatos sobre el juicio del Supremo tan demagógicos como irreales. Tampoco les extrañe que la envidia lleve a una parte de nuestros competidores a mantener un surrealista pulso con nuestra empresa que, de forma recurrente, pierden por goleada.
Por asimilación a ese adulterado contexto, también a nosotros nos ha tocado recibir, incluso desde posiciones constitucionalistas. Nos han atacado (también físicamente con un atentado de baja intensidad en nuestras instalaciones que pretendía asimilarnos con el fascismo) por considerarnos medio de referencia de algún partido no nacionalista. No nos cansaremos de repetir que somos un diario digital que en lo político busca ocupar un espacio transversal desde la izquierda a la derecha moderada, pero radical en su oposición al nacionalismo, cualquiera que sea su apellido. Catalanes, claro, pero a los socialistas les parecemos de Ciudadanos; a los de Albert Rivera no les gusta que critiquemos su inacción como oposición y lo atribuyen a nuestra falsa afiliación socialista. Ni les cuento con el PP lo difícil que, salvo puntuales excepciones, ha resultado convivir. Enric Millo nunca entendió que cuando fue delegado del Gobierno de Mariano Rajoy criticáramos con vehemencia sus chapuzas de seguridad en el aeropuerto de El Prat, pese a que tuviéramos posiciones análogas en torno al procés y ahora esté siendo vapuleando de manera tan injusta como innecesaria. A los nuevos devotos de Vox tampoco les agrada que critiquemos postulados tan supremacistas y xenófobos como los de una parte del independentismo que combaten, ambos en posiciones de extrema derecha por más que intenten disfrazarse.
En ese marco, en el que también el constitucionalismo ha alumbrado pequeñas iniciativas mediáticas de similar factura al mapa digital del independentismo pero desde el bando contrario y con perfil tan fanático como artesanal, Crónica Global perseverará en su voluntad de mantenerse en Cataluña como referencia ineludible de un periodismo profesional independiente y que jugará con valentía y arrojo en la denuncia de los excesos de las administraciones, de las empresas, en el desgobierno, en los abusos emanados desde cualquier poder. Gracias a todos los que nos leen a diario, un número creciente y tan valiente como prescriptor, podremos mantener la esencia del oficio de informar sin más cortapisas que la verdad y nuestros principios éticos.
El premio que nos fue otorgado en Madrid la semana pasada es, por tanto, un reconocimiento coral a la treintena de profesionales que cada día se ocupan de que el producto llegue de la mejor manera hasta sus teléfonos y ordenadores, y a la veintena de plumas que nos ayudan a sacar adelante nuestras publicaciones especializadas (Letra Global, Culemanía y Coche Global) con uno de los mejores relatos intelectuales de la prensa catalana hoy. No les escondo que nos gustaría trocear la medalla conmemorativa que nos entregaron para que los tres millones de lectores mensuales de nuestras cabeceras tuvieran un microscópico pedacito como símbolo de que han acertado en su elección para informarse y conocer la realidad desde un prisma tan desacomplejado como actual. Como es imposible, reciban al menos nuestro reconocimiento y estima. En nombre del equipo de Crónica Global permitan que les haga partícipes de nuestro éxito, que no deja de ser el de cada uno de los lectores.