El Covid-19 ya se puede considerar el Lehman Brothers de la crisis de 2020. No va a anticipar una futura recesión; es ya su punto de partida. Ante este hecho me atrevo a compartir algunas reflexiones económicas, sociales y políticas que afectan de lleno a nuestro país.

A nivel económico

Si tomamos indicadores económicos de referencia como pueden ser el PIB nominal (cantidad de bienes producidos multiplicado por su nivel de precios), tasa de paro y nivel de deuda pública nos encontramos que España se encuentra en un punto de partida mucho peor que con el que afrontó la crisis de 2008 de la que aún no nos hemos recuperado del todo. El PIB nominal en 2008 fue de 1.109.541 millones de euros, cifra que no se recuperó hasta 2016, ocho años después. Antes de la crisis financiera nuestra tasa de paro era del 8%, mientras que en el último dato disponible antes de la llegada del virus superábamos el 13,5%; y con los datos publicados la semana pasada nos situamos a día de hoy entorno al 17%, ERTEs aparte. En lo que se refiere a deuda pública, en 2008 partíamos del 39% sobre el PIB y en el último dato disponible superábamos el 100%, que se disparará –como mínimo- al 120% por los 200.000 millones prometidos por el Gobierno. Aquí animaría al Presidente del Gobierno a no fijarse en su predecesor socialista en el cargo y distinguir entre gasto público e inversión pública. Es igualmente dinero, pero no es lo mismo.

La economía española sigue dependiendo en gran medida del turismo y no hay elementos objetivos que hagan pensar en su recuperación hasta finales de 2020, con el consiguiente sufrimiento de muchas familias que dependen del sector. El aumento de personas en paro, cuya temporalidad se discutirá después de la crisis sanitaria, implicará una caída notable del consumo y el cierre de algunas empresas, se ralentizará la recuperación y se perpetuarán los bajos salarios. Sin contar el impacto negativo en las cuentas públicas a través de los estabilizadores automáticos: se gastará más en prestaciones y se ingresará menos por IRPF, IVA y Sociedades. También veremos la caída de algunas start up de dudoso valor añadido, más orientadas a obtener nuevas rondas de financiación que a facturar, pinchando lo que algunos economistas habían calificado como nueva burbuja. Como datos positivos podemos apuntar la aceleración en la digitalización de muchas empresas y la caída del precio de materias primas, que puede abaratar la producción.

A nivel europeo, el Banco Central Europeo (BCE) ha prometido ayudar en lo que sea necesario, pero dispone de pocas herramientas para hacerlo. Los tipos de interés, que determinan el coste de pedir prestado, eran ya mínimos antes del Covid-19 y las inyecciones de liquidez son lentas al tener que pasar primero por las subastas de bancos comerciales para acabar llegando a empresas y familias. En el punto de partida la reserva federal americana disponía de más herramientas: había ido subiendo poco a poco los tipos obteniendo un valioso margen para estímulos en tiempos de crisis; y su funcionamiento está más coordinado con la Política Fiscal (entiéndase subir/bajar impuestos o subir/bajar el gasto público) de los EE.UU.

En el caso de la eurozona nos encontramos falta de coordinación entre la política monetaria que realiza el BCE y la política fiscal que realizan los estados. Podemos llegar fácilmente a la conclusión que EE.UU. volverá a salir de una crisis mucho antes que los europeos. A no ser que este golpe impulse a una mayor integración fiscal a nivel europeo, coordinando política fiscal y monetaria. Si no fuera así, auguro un nacionalismo económico en los estados miembros que podría alimentar a populismos y nacionalismos de diversa índole, destruyendo los cimientos de la Unión.

La bolsa es un mercado -de valores- pero un mercado como cualquier otro donde hay personas que venden y otros que compran; pero no es un “reflejo” de la economía. Nunca he entendido por qué algunos medios de comunicación intentan hacer paralelismos entre lo que sucede en el mercado bursátil y lo que sucede en la economía real, despistando y preocupando a sus espectadores. Si cae la bolsa es porque alguien está vendiendo a precio bajo. Esto implica que hay agentes que venden pero también hay otros que compran, viendo oportunidades en los precios bajos. Si nadie estuviera comprando la bolsa no caería ya que solo registra los precios de las transacciones.

A nivel social

Esta crisis también nos ha de impeler a replantearnos algunas cuestiones que, a menudo, se postergan por incómodas.

Viendo el elevado número de contagios y muertes, junto con el elevado número de profesionales sanitarios infectados y la precariedad de medios con la que algunos afrontan la lucha contra el virus deberíamos empezar a asumir que el sistema sanitario español no es de los mejores del mundo, aunque sus profesionales sanitarios sí que puedan serlo y se merezcan una y mil veces el aplauso desde los balcones.

A nivel de paro juvenil y de precariedad laboral deberíamos empezar a replantear –pensando en soluciones a la crisis- si nuestro sistema universitario debe tener el tamaño que tiene y si realmente la formación que se imparte es diferencial o debemos replantearnos sus fundamentos.

El ejército está para ayudar, es útil y ejerce un servicio público que la ciudadanía necesita y valora, independientemente del territorio en el que se ofrezca.

Y, lo más importante, hemos redescubierto que la familia importa, y mucho. Las ganas de cuidar de los suyos que vimos con las compras masivas en el primer día del estado de alarma lo corroboran. También nos hemos dado cuenta de que los amigos y compañeros definen en parte quiénes somos y cuando no podemos estar con ellos notamos que algo nos falta, que estamos incompletos. Cada hogar está combatiendo el virus; a su manera cada ciudadano está en su posición, atento a las instrucciones y dispuesto a vencer al enemigo.

A nivel político

El gobierno debería asumir cuanto antes que alentar y permitir las manifestaciones del 8-M en toda España fue una irresponsabilidad temeraria que sin duda ayudó a la propagación del virus, como también lo hizo, aunque en menor medida por volumen de participantes, el mitin de Vox en Vistalegre o los partidos de la Liga. También debe admitir que ha habido un elevado grado de improvisación y falta de previsión culpable, más cuando habíamos podido escarmentar en países cercanos.

Esto lo superamos unidos, pero no lo estamos, al menos no del todo. El socio minoritario en el gobierno de coalición y sus terminales mediáticas alentaron un ataque al Jefe del Estado en un ejercicio de populismo extremo, y algunos líderes autonómicos siguen mostrando gravísimas deslealtades en medio de una crisis que no conoce fronteras ni identidades lingüísticas. Pedro Sánchez debe tomar nota. Después de la crisis sanitaria tocará valorar en profundidad el papel del Gobierno y las disfuncionalidades del Estado de las autonomías.

Cabe destacar también que han emergido nuevos liderazgos, sólidos y ajenos al marketing, como el del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida.

En momentos de crisis los gobiernos y los ciudadanos solemos estar más dispuestos a cambios estructurales. La sociedad los pedirá y España los necesita, como también necesita unidad y sentido de Estado. Ahora es el momento.