En esta pandemia del coronavirus, se ha criticado a los jóvenes por no respetar las medidas de confinamiento y de protección establecidas por la Comunidad para detener el avance de la pandemia especialmente en el ocio nocturno. Se les califica de irresponsables o insolidarios por no quedarse encerrados en casa y evitar el contacto social, ignorando que por naturaleza la juventud necesita libertad y sociabilización, y más cuando casi la totalidad de los menores de 25 años viven con sus padres y casi uno de cada dos está sin ocupación, por lo que es ingenuo pensar que éstos hibernarán en casa de sus padres sin nada que hacer, por el simple hecho de que un Decreto-Ley restringe la libertad y el ocio de este colectivo de naturaleza rebelde y que además no siente demasiada identificación con una comunidad que les está dejando un Estado que empieza a ser inviable. Cabría pensar si los mayores somos solidarios con los jóvenes cuando les dejamos una deuda pública disparada, un déficit estructural sin corrección, una estafa piramidal en el sistema de pensiones, un déficit y precariedad laboral casi único en el mundo y un modelo de Estado con constantes tensiones políticas y territoriales.

El Gobierno adoptará medidas para intentar reanimar a la hostelería, el turismo y casi todos los sectores económicos afectados por la pandemia. También ayudará económicamente a los desempleados, a los hogares sin recursos y a casi todos los sectores sociales que padezcan con la situación, y sin embargo no habrá medida alguna para los jóvenes a excepción de las sanciones  por no quedarse todo el invierno pacíficamente aburridos en casa de sus padres, encerrados en su mundo virtual que ya consideran mas real que el presencial.

Muchos jóvenes renuncian a tener hijos, rehúyen el compromiso y evitan adquirir bienes que requieran financiarse a largo plazo pues prefieren pagar por uso y tener la libertad de optar su modo de vida en función de las circunstancias del momento, lo que les hace libres.

La mayoría de los jóvenes no votan y aunque desconfían de los partidos políticos, se posicionan en general cada vez más hacia los extremos de la izquierda, y buscan nuevas causas políticas fuera de los partidos como el ecologismo o la libertad sexual, que si consiguen movilizarlos con posicionamientos que tienden al extremismo para romper un sistema político que les ignora y que está más preocupado en el bienestar del corto plazo que en procurar un modelo sostenible en el largo plazo. 

La orden de hibernación de los jóvenes desocupados sólo puede conseguir su aletargamiento social y mental con el único refugio de su omnipresente mundo virtual, que los alejará cada vez más del mundo real que avanza inexorablemente sin ni siquiera considerarlos, y dejándoles una pesada hipoteca que sin duda no van a querer cargar por lo que en algún momento encontrarán su propia causa política para rebelarse y movilizarse mediante ciberactivismo contra un sistema que no ha tenido ninguna consideración hacia ellos.