Mujer con su hijo recién nacido, estrenando la maternidad / FREEPIK

Mujer con su hijo recién nacido, estrenando la maternidad / FREEPIK

Vida

El mercado laboral: un mundo hostil para las madres

España tiene una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo, hecho muy relacionado con el sistema de trabajo del país y su poca consideración con los cuidados

31 octubre, 2020 00:00

El 28,83% de las mujeres españolas de entre 40 y 55 años no tiene hijos biológicos. Esta cifra aumenta para las menores de 30 años --casi nueve de cada 10, el 87,5%, no han tenido descendencia--, así como para las que tienen entre 30 y 34 --61,3%--. Esto ha provocado que la media de hijos de la población femenina española fuera en 2018 de 0,97 vástagos por mujer. Asturias, de hecho, tiene la tasa de natalidad más baja de la Unión Europea, con 5,6 nacimientos por cada 1.000 personas. Estas cifras preocupan, especialmente al recordar que la tasa de reemplazo generacional gira en torno a los 2,1 hijos por mujer.

En 1995, la socióloga Ángeles Valero Lobo ya recomendaba en Hacia un nuevo régimen demográfico que “habría que analizar la fecundidad desde una nueva perspectiva y en función de un significado diferente”. “La reproducción se produce en un contexto nuevo muy distinto del tradicional. Los hijos ya no suponen lo mismo para los padres”, explica Valero. En su opinión, pese a que hoy a la prole se le da “más valor que nunca”, su presencia en la vida de los adultos “ha de ser compatibilizada con otras necesidades y posibilidades que la vida ofrece a los progenitores”. 

Retraso de la maternidad

El retraso de la maternidad siempre se ha visto como uno de los factores claves por los que las mujeres tienen cada vez menos hijos, y España bate récords en el ámbito europeo en este aspecto. Según los últimos datos de Eurostat --publicados en 2018--, Galicia fue la región europea que registró una mayor proporción de nacidos vivos entre mujeres de más de 40 años, que representan el 12,9% de las primerizas. Nuestro país, de hecho, compite con Italia por ser el lugar donde las mujeres esperan más para tener su primer hijo. Las españolas e italianas dan a luz a su primogénito a los 31 años, mientras que la media europea está en los 29. Pero ¿por qué las españolas tienen hijos cada vez más tarde?

Los motivos principales son de sobra conocidos: la incorporación de la mujer al trabajo desde los años sesenta, la democratización de los métodos anticonceptivos, la ampliación de la adolescencia y la juventud a causa de la prolongación del periodo escolar, la transformación --y la precarización-- de los modos de acceso al mercado laboral, la crisis económica… Pero estos aspectos coyunturales son prácticamente los mismos en toda Europa. ¿Por qué, entonces, los datos son tan llamativos en España?

Inseguridad laboral

Un estudio de los sociólogos Elena Vidal-Coso y Pau Miret-Garmundi publicado en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas en 2017 muestra como la percepción de inseguridad laboral juega un papel determinante en las decisiones reproductivas. Según las investigadoras, posponer o renunciar a la maternidad constituye para algunas mujeres una estrategia para disminuir el coste de oportunidad que les supondría abandonar su carrera profesional cuando esta aún no se ha consolidado. 

Esto se debe, en gran medida, a la organización del sistema laboral español, donde “las dificultades para compaginar familia y trabajo son mayores”, en palabras de Miret-Garmundi. En este sentido, la periodista y escritora del libro Mamá desobediente, Esther Vivas, señala los horarios patrios como uno de los grandes problemas. “Aquí los turnos laborales son mal llamados flexibles. Lo son, pero para la empresa, ya que el trabajador sabe cuándo entra, pero no cuándo sale”, critica. Esto, en su opinión, dificulta la experiencia materna, puesto que muchas veces las mujeres acaban “externalizando” los cuidados en terceras personas. “Si tras los cuatro meses de baja quieres reincorporarte, perfecto. Pero si una madre quiere pasar más tiempo con su criatura, debería poder hacerlo”, reclama Vivas. “Ahora mismo, la maternidad es un privilegio de clase, porque solo está reservada a las mujeres que se pueden permitir económicamente cogerse una excedencia no remunerada para cuidar a sus hijos tras el parto”, recalca la periodista. “Esto es un ataque al derecho que todos tenemos de tener hijos cuando queramos”, esgrime. 

Mercado de trabajo hostil

La baja de maternidad es, de hecho, uno de los ejemplos que mejor demuestran la hostilidad del mercado laboral hacia las madres. Como bien indica Vivas, “en apenas cinco años la licencia de paternidad ha aumentado cerca de un 500%”. En 2015, a los hombres les correspondían dos semanas de baja por el nacimiento de un hijo. En enero de 2017, los permisos llegaron a las cuatro, y en abril de 2019, después de la reforma del PSOE, llegaron a las ocho. Y se equipararán al permiso de las mujeres en 2021. “La baja de maternidad no se ha movido de las 16 semanas desde 1989, ni está previsto que lo haga”, asevera Vivas. Es por eso que la asociación Petra de “maternidades feministas” reclama un aumento del tiempo que la madre pasa con el niño tras el parto, pues lo consideran "fundamental". 

Una de sus principales líneas de argumentación es la lactancia. “La OMS defiende que, para que el crecimiento, el desarrollo y la salud de un niño sean óptimos, hay que alimentarlo exclusivamente con leche materna durante al menos los seis primeros meses de vida”, subrayan desde la asociación. No obstante, como bien indican, el permiso de las madres tras el parto apenas llega a los cuatro meses. La ginecóloga Adriana Ahís defiende, a su vez, que la lactancia materna “ayuda a la recuperación posparto”. Al darle el pecho a un hijo, el cuerpo libera oxitocina, que ayuda al útero a contraerse, disminuyendo así el riesgo de hemorragia. “La oxitocina es la hormona del bienestar, por lo que una lactancia satisfactoria puede proteger también la salud mental de la madre”, puntualiza la experta.

¿Vuelta al pasado?

Estas cuestiones, sin embargo, pueden hacer saltar las alarmas entre ciertos sectores feministas. La reivindicación del derecho de las mujeres a ejercer el cuidado evoca, en cierto modo, un retorno a los roles del pasado, en los que la mujer asumía el papel de cuidadora principal. Vivas aduce, no obstante, que sus argumentos no buscan “idealizar la maternidad”, sino “darle el valor social y económico que tiene y exigir el derecho de las mujeres a vivir esta experiencia”.

“El mundo laboral es hostil, en general, a todo lo que implica dependencia y cuidado. Pasa lo mismo si tienes una persona mayor o enferma a tu cargo”, remarca. Desde Petra van un poco más allá y reivindican que la maternidad es un “proceso fisiológico y biológico que no tiene nada que ver con lo que a cada madre le interese cultural o políticamente”. En sus palabras, el sistema actual “niega la realidad biológica” de las mujeres porque “hay un solo ser que pare y puede dar el pecho”, algo que en su opinión “supera toda la cuestión de los roles de género”.

Para Vivas, el reto es, en definitiva, “no seguir adaptando la maternidad y la crianza al mercado laboral” y conseguir que este se amolde a la manera que cada familia tiene de vivir el nacimiento de un hijo. “Hay que garantizar que este derecho sea accesible a todas las clases sociales y entender que la maternidad es una responsabilidad colectiva, no individual”, subraya. Miret-Garmundi coincide con esta reflexión, pero señala que “solo se conseguirá equilibrar los roles de género si los permisos de paternidad y maternidad son iguales e intransferibles”, En su opinión, este es un requisito “indispensable” para corregir los desequilibrios que experimentan hombres y mujeres dentro del mercado laboral. Así lo defiende también la asociación PPiiNA, que en 2012 propuso en el Congreso de los Diputados la aprobación de una Ley de Permisos Iguales, Intransferibles y Pagados al 100%. “Solo así se podrán compartir los cuidados entre ambas partes de la pareja y se conseguirá que las mujeres no sean penalizadas laboralmente”, sentencian los integrantes de esta organización.