Josep Pujol Ferrusola ha presentado una querella contra Albert Rivera, el líder de Ciudadanos. Le acusa de publicar en Twitter que “la familia Pujol robó a los catalanes 2.500 millones de euros”.

Tengo para mí que quizás Rivera pecó de impulsivo o de osadía excesiva. De hecho, nadie conoce el calibre de la fortuna de los Pujol, oculta en remotos enclaves. Probablemente ni ellos mismos saben el monto exacto. Han manejado fondos en cantidades astronómicas. Han utilizado cuentas, fundaciones y trusts a porrillo. Se han acogido al pabellón de paraísos fiscales sitos en medio mundo. Por tanto, es aventurado determinar el importe que alcanzan sus caudales.

Josep Pujol, ahora litigante, es el mismo que perpetró bastantes años atrás el pelotazo de Europraxis. Era uno de los principales accionistas de esta consultora barcelonesa. A la sazón, el gigante madrileño Indra pugnaba por penetrar en Cataluña, donde apenas desarrollaba actividad. Alguien le abrió los ojos. Le hizo saber que, si compraba Europraxis, su suerte cambiaría. Y efectivamente así fue.

Indra pagó un sobreprecio considerable por Europraxis. Gracias a tal generosidad, Josep y sus socios devinieron millonarios. Tras la operación, se obró el milagro. Casi de inmediato, empezaron a llover las contratas de la Generalitat sobre Europraxis e Indra.

Hoy el linaje Pujol luce un récord mundial poco común. Sus nueve miembros, padre, madre y siete hijos, están envueltos en sumarios judiciales. El primogénito, Jordi junior, se halla en prisión desde abril. Oriol, el único vástago que siguiendo los pasos de su progenitor se metió en política, está involucrado hasta las cejas en un escándalo mayúsculo: el amaño de las estaciones de ITV. Ha pactado con la fiscalía reconocer sus delitos, a cambio de que su esposa se libre de la trena. Por todas las trazas, el propio Oriol acabará entre rejas.

La demanda de Josep contra Rivera semeja temeraria. Recuerda un caso similar protagonizado por otro polémico clan vernáculo, el de los Sumarroca. Su fundador es Carles Sumarroca Coixet, de orígenes muy humildes y amigo íntimo de Jordi Pujol Soley. En la actualidad, atesora uno de los mayores patrimonios de Cataluña. Lo forjó a la sombra de los sucesivos gobiernos convergentes.

Los Pujol y los Sumarroca destilan en sus exigencias procesales una arrogancia clamorosa. Ésta sólo se explica por el enorme poder y la inmunidad plena que unos y otros disfrutaron durante casi treinta años, mientras se enriquecían de forma obscena

En el verano de 2015, la policía escudriñó las oficinas y domicilios de varios integrantes de la dinastía por el caso del 3%, o sea, pago de mordidas para obtener concesiones de obra pública. Los agentes se llevaron detenido a Jordi Sumarroca Claverol, quien durmió en el calabozo.

A la vez, la Audiencia Nacional imputó al veterano patriarca Carles Sumarroca Coixet y a su hijo Carles por sus turbios negocios con Pujol junior, hoy encarcelado. Otros dos Sumarroca, Joaquim y Susana, también son objeto de investigaciones. En resumen, una auténtica joya de alcurnia.

Pues bien, ciertos de sus componentes, ni cortos ni perezosos, dieron en cubrir de denuncias a una legión de medios informativos españoles, durante los años 2015 y 2016. Les reprochan haberse atrevido a divulgar las actuaciones presuntamente ilícitas de la estirpe.

Un solo ejemplo. A la subdirectora de Crónica Global Cristina Farrés la llevaron ante los tribunales por relatar en este periódico, entre otras cosas, el hecho incontestable de que la policía había registrado las dependencias de la saga.

Hasta ahora, los órganos de la justicia han desestimado, una tras otra, todas y cada una de las pretensiones interpuestas. Y, encima, han condenado en costas a los Sumarroca. Es la mejor prueba de cuán inconsistentes son sus reclamaciones.

Los Pujol y los Sumarroca destilan en sus exigencias procesales una arrogancia clamorosa. Ésta sólo se explica por el enorme poder y la inmunidad plena que unos y otros disfrutaron durante casi treinta años. Gracias a ambos factores hicieron y deshicieron a su antojo, mientras se enriquecían de forma obscena.

Pero la vida de muchas vueltas. Hoy esas y otras tribus han caído en desgracia. A sus individuos se les considera unos apestados. Sus maniobras para incordiar a los medios son una forma como otra cualquiera de perder tiempo y dinero a raudales. En vez de ello, harían bien en preparar sus propias defensas para cuando se sienten en el banquillo. Les va a hacer falta.