Si el conseller Tremosa no levita es porque no quiere. Nadie había importado tanto para la potencia económica de Cataluña desde de que Francesc Cambó incorporase a jóvenes liberales como Salvador Millet al servicio de estudios económicos de la Lliga. Pero eso,
desafortunadamente, es solo apariencia, porque una vez más los mismos empresarios que han jaleado el procés ahora van echando pestes contra Tremosa hasta el punto de que, sotto voce, suspiran por la exconsellera Àngels Chacón. Después de convertir el Parlamento Europeo a la causa de Lluís Companys, Ramon Tremosa se ha propuesto ayudar a la pandemia a carcomer en profundidad la economía catalana, en una exótica variante del liberalismo que consiste en intervenir para reducir la competitividad y desalentar el crecimiento. Quien sabe cómo lo vería Trías Farga. Ya decía Carabén que en Cataluña solo había cuatro liberales: Trías Farga, y Millet i Bel. No hay indicios de que con Tremosa sean cinco.

En competencia con el presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Tremosa va a inventarse la mejor manera de hacerlo todo mal. Su contribución intelectual al colectivismo independentista puede ser más dañina que subir impuestos. ¿Quién sino va a echar una mano al Gremio de Hostelería? Más que oportunamente, Carles Puigdemont ha dicho que nadie ha gestionado la pandemia mejor que la Generalitat. Con su certificado elemental de economía por correspondencia, Puigdemont anticipó simbólicamente la inanidad en ciernes de la vida empresarial catalana, sin lideratos ni fair play institucional, agotada por reglamentaciones que asfixian. Ahora, después de la ingeniería social del nacionalismo, Tremosa llega con ímpetu para ejecutar una ingeniería económica que a Mises o Hayek les sonaría a delito. Es otro indicio del liberalismo que ha cundido con el procés. Los frikis han tomado el poder en concomitancia con los arribistas, dejando un rastro de conversaciones telefónicas que superan las grabaciones que llevaron al impeachement de Richard Nixon.

En su penúltimo prodigio, el conseller Tremosa dice pretender desburocratizar las relaciones entre la Generalitat y la empresa. Eso será como poner a los Reyes Magos a controlar la matanza de los santos inocentes. Una vez más, con Tremosa el sector empresarial complaciente con el procés se somete a un ejercicio de penitencia que la sociedad catalana no se merece. La leyenda cuenta que Luís XVI, subiendo al cadalso, dijo: “Todo esto lo he visto venir desde hace diez años. ¿Cómo pude no creerlo?”.

 

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