La única noticia buena tras la celebración de esta atípica Semana Santa, que no ha podido ser una Semana Santa exterior, --no se ha podido salir apenas de la comunidad-- ha sido, al margen del buen tiempo en Cataluña con un abril que se parece a mayo, la disminución del paro. Ha bajado justo de los cuatro millones de personas, que es una barrera psicológica importante.

En España el pleno empleo se podría decir que es del 10%, cuando en Europa es del 4%. En eso España sí que es diferente. Y llegamos a esa situación después de los años del desarrollismo, de la generación de nuestros padres en los años sesenta. Y es que ya tenemos una edad.

España está pendiente de la temida cuarta ola, que golpea en estos momentos más a Francia e Italia. Y en ese lapso hay que pensar que España es un país muy turístico, que depende de esos mercados, con el mensaje siempre presente de que un resfriado en Alemania puede convertirse en una pulmonía para el resto de países.

Tras la Semana Santa, desconectado del pan nuestro de cada día, este martes he vuelto a la rutina para escribir esta crónica política e iniciar el mes abril como es mi obligación y devoción. Confucio dijo hace ya dos mil quinientos años que, en estos casos, no se podía hablar de trabajo. Yo hace casi treinta años que no doy palo al agua, y es que soy un privilegiado que todavía no ha cumplido los sesenta y cinco años.

Mi único pensar se centra, al margen de la situación sanitaria mundial, en el momento político español. Creo que se trata de un error que se prolonga desde hace tres siglos. Bebo en el manantial que señala que España no tiene arreglo, porque conozco su Historia, por ser un gran aficionado a ello.

No lo tiene en un doble frente, que ya sé que es un lenguaje de guerra, aunque no estemos en una situación de este tipo. Pero es una metáfora de la realidad. Y no me gusta el frente de Barcelona ni el de Madrid. El de Cataluña me preocupa más, porque soy catalán, pero el frente español también me preocupa porque mi querer es indisociable. Me siento español y catalán, tanto da. No temo por la ruptura de España porque no se producirá. La batalla de los independentistas la tienen perdida, y ellos lo saben. Junts per Catalunya y ERC se llevan como el perro y el gato (los animales, no los partidos, me gustan, pero no juntos) .

Isabel Díaz Ayuso tampoco me gusta, porque me recuerda a una gata y chula madrileña. Y acabo como he empezado: la única buena noticia de esta semana es que ha bajado el paro y que mi entorno personal está bien, que es lo importante.