Es posible que la moción de censura presentada por el PSOE para sustituir a Mariano Rajoy por Pedro Sánchez no acabe prosperando por falta de apoyos. Pero también es posible, incluso probable, y en mi opinión más que deseable, que en esta ocasión Sánchez acabe triunfando. Sería lo más lógico, después que la reciente sentencia del caso Gürtel haya dejado escrito de modo muy claro que el PP forma parte de "un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional", que haya certificado la existencia de una caja B a través de la cual el PP se ha venido financiando de manera tan ilegal como corrupta, y que tanto Mariano Rajoy como otros destacados dirigentes de su partido mintieron en sede judicial al negar la existencia de este "auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional".

Más allá de las contundentes condenas de prisión y de las cuantiosas sanciones económicas impuestas a casi todos los acusados en este primer juicio del caso Gürtel, lo políticamente más trascendente de esta sentencia es la condena al PP como beneficiario a título lucrativo de este sistema corrupto. Nunca ha habido en España un partido condenado como tal por corrupción, y resulta que se trata nada más y nada menos que del partido del Gobierno. Por mucho que Rajoy se empecine todavía en referirse a "casos aislados", está claro que tantos y tantos casos no son ni pueden ser tratados como aislados, ya que conforman en todo su tan variado conjunto ese "auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional" al que hace referencia esta última sentencia. Más aún cuando el calendario judicial al que el PP deberá enfrentarse en los próximos meses es de vértigo, con una interminable sucesión de otros grandes casos de presunta corrupción institucional que afectan de nuevo a muchos importantes dirigentes del partido antes y después que Mariano Rajoy sucediese a José María Aznar en su presidencia.

La sentencia del caso Gürtel constituye una enmienda a la totalidad contra el PP. En sí misma esta resolución judicial es ya una moción de censura no solo contra Rajoy como presidente del Gobierno sino contra el conjunto del PP como partido. De ahí no ya la oportunidad o conveniencia sino la necesidad imperiosa de la moción de censura presentada por el grupo parlamentario socialista --el único con posibilidad legal para hacerlo en la actualidad, puesto que Unidos Podemos no puede usar de nuevo este recurso tras haberlo utilizado ya en esta misma legislatura, y ni Ciudadanos ni ningún otro grupo cuenta con el mínimo de 35 diputados para hacerlo--.

El pertinaz empecinamiento de Mariano Rajoy en negar a enfrentarse a la realidad cuando esta le es adversa, en una enésima demostración de su tan característico e inamovible tancredismo --del que parece haber contagiado al conjunto del PP--, le ha llevado a no saber reaccionar ante una durísima sentencia judicial que en cualquier otro sistema político de nuestro entorno hubiese comportado de forma inmediata la disolución de las cámaras legislativas y la convocatoria de nuevas elecciones anticipadas.

Pedro Sánchez no ha desaprovechado esta gran oportunidad y ahora unos y otros deberán pronunciarse en favor o en contra de la continuidad de Rajoy y el PP en el Gobierno y, por consiguiente, en favor o en contra también de la investidura presidencial de Pedro Sánchez.

El secretario general del PSOE, a quien muchos consideraban ya poco menos que amortizado o finiquitado como dirigente político, ha sabido ser inteligente y hábil al no dejar escapar este tren de la moción de censura. Es muy cierto que puede perderla. Pero también la puede ganar. Si la pierde, quedarán muy claras las responsabilidades políticas de los partidos que, al negar su apoyo a Pedro Sánchez, se harán de algún modo cómplices, activos o como mínimo pasivos, de este "auténtico y eficaz sistema de corrupción" que es el PP, y por tanto ya no podrán presentarse de nuevo ante la opinión pública como adalides de la regeneración política. Y si Pedro Sánchez gana esta moción de censura, con los apoyos no condicionados de un amplio espectro de formaciones políticas que es también un reflejo de la realidad plurinacional, pluricultural y plurilingüística de España, se nos abrirá una oportunidad no solo para la tan imprescindible y urgente regeneración política sino también para abandonar por siempre más el tancredismo y enfrentarnos con rigor a los grandes problemas que España tiene planteados en lo económico y en la social, en lo territorial y en lo institucional, en la tan necesaria y siempre pendiente reformulación del pacto constitucional que nos ha permitido vivir nuestros primeros cuarenta años ininterrumpidos de convivencia libre, pacífica, democrática, justa y ordenada, con un crecimiento económico sostenido que, a pesar de todos los pesares de esta última década, ha hecho que la sociedad española en su conjunto se desarrollara como no lo había hecho jamás.

Espero y deseo que Pedro Sánchez reciba los apoyos necesarios para que pueda censurar y suceder a Mariano Rajoy. No obstante, incluso si no lo logra, habrá dado una gran lección política. Porque habrá sabido aprovechar una oportunidad para darnos a todos los ciudadanos la gran oportunidad de iniciar la regeneración democrática de nuestro país.