Todo vale. Torra ha pedido al Rey Felipe VI y al presidente del Gobierno que pidan perdón por el fusilamiento del presidente de la Generalitat, Lluís Companys. Torra presenta la Guerra Civil como un enfrentamiento Cataluña-España, por lo que España debe pedir perdón por los desmanes cometidos en Cataluña. Desmanes que Torra debe olvidar que también los cometieron los fascistas catalanes, que haberlos había-los, como el Tercio de Montserrat de los Requetés.

Luego la represión franquista se afianzó con alcaldes del régimen, catalanes por cierto, al frente de los municipios. No fue una guerra Cataluña-España sino una guerra ideológica entre el fascismo creciente en la Europa de los años 30, y las fuerzas de izquierdas que se batieron el cobre por la legalidad republicana abanderando cambios sociales e individuales. Españoles y catalanes combatieron codo con codo y perdieron ante el franquismo que siguió controlando el poder hasta la llegada de la transición.

Torra obvia la realidad para atizar las brasas del enfrentamiento. Seguramente olvidó una declaración formal del Gobierno de España, en un Consejo de Ministros, celebrado en Barcelona declaró “solemnemente” su rechazo y condena del fusilamiento de Lluís Companys proclamando, también, solemnemente “el reconocimiento de su plena dignidad. Rechazo y condena de un fusilamiento que, señor Torra no, no lo cometió España como usted afirma, lo cometió el fascismo que gobernaba España y que tenía grandes colaboradores en Cataluña.

Sumido en su letanía monótona, y ya casi infame e insultante, Torra también olvida que la nueva Ley de Memoria Histórica, que su grupo seguramente boicoteará como hace siempre, también anulará las condenas, de Companys, y de todos aquellos catalanes y españoles antifascitas. De comunistas, anarquistas, socialistas, troskistas, independentistas, nacionalistas, o simplemente republicanos, que perdieron la vida por seguir a cualquiera de estos planteamientos políticos. No la perdieron por ser catalanes.

El mensaje de Torra nos hace ver lo pequeña que es hoy Cataluña. Un presidente que emponzoña y manipula la presidencia del país con sus diatribas, sus mentiras y su activismo nada disimulado. Ayer, los autonomistas, federalistas e incluso independentistas que ansían que se conforme un nuevo terreno de juego, juntos y no separados, estuvieron ausentes del discurso del 11 de setembre. Algo así como el 65% de los ciudadanos según la última encuesta publicada.

Fue un nuevo discurso institucional que haría las delicias de cualquier programa de humor. Provocaría risa, si la cosa no fuera tan seria. Y encima, Torra y Puigdemont, pretenden perpetuarse, agotar la legislatura para ganar tiempo y presentarse con garantías a unas elecciones, para elevar el tono del enfrentamiento, para erigirse en los únicos interlocutores de un pueblo, que para su desgracia es plural, y para echar la culpa a todo el mundo de los males de una Cataluña que si fuera independiente sería más rica, más prospera y más libre. Una soflama que se cae como un castillo de naipes analizando el mandato de Torra, el peor presidente de la historia de este país.