¿Y dónde va a estar mejor que en la calle con el sol que hace? Cualquiera se puede hacer esta pregunta. Hace sol, es febrero, muy a gusto paseando al sol. Pero no. No está al sol. Está en la calle reclamando justicia. Está en la calle por iniciativa propia. No hay líder al que seguir. No hay sindicato al que apoyar. Por sí mismo se organiza y sale a manifestarse. Ahí está el peligro Pedro y Pablo. Ahí está el peligro. Están los ciudadanos --el pueblo-- hasta el gorro de todo y nadie les hace caso. ¡Ya está bien! Pues salimos a reclamar lo nuestro. Se olvidan de hacer la tortilla, de cuidar las ovejas o de arreglar la rueda pinchada del tractor. A la calle. En la calle está el pueblo.

Preocupa. Muy preocupante. Porque de estas manifestaciones quien al final gana es Vox. Es el fascismo. Se repiten muchas similitudes con lo que ocurrió en la primera mitad del siglo XX. En el siglo XX surgió como un movimiento de masas nacionalista, organizado contra los obreros, los extranjeros, el liberalismo y la intelectualidad. No fue anticapitalista, fue una reivindicación del capitalismo frente al liberalismo. Se adhirieron a él los sectores excluidos socialmente. Este movimiento social es el peligro. En España hay muchos excluidos que están muy cabreados porque hace décadas que nadie se ocupa de ellos. Son un porcentaje muy elevado. Deambulan por los partidos. Pero no vuelven ni al PP, ni al PSOE. Fueron, primero a UPyD, luego a Ciudadanos y después a VOX. Ha crecido este partido sin esforzarse. Se alimenta del cabreo del ciudadano aunque su ideología esté lejos de la que representa VOX. Cuidado. “La revuelta de los chalecos amarillos en Francia es sólo el tráiler de la película de la crisis ecosocial que lo va a cambiar todo en las próximas décadas”, afirma Emilio Santiago Muiño, de la Universidad Autónoma de Madrid.

Llevamos una semana con el pueblo en la calle. Los más cabreados. Los agricultores. En vez de mulas y carros ahora se sale a la calle con tractores. En Cádiz, Almería, Cáceres, Badajoz… etc. Se van sumando las provincias. Como León, Ponferrada y Villablino. Cerca de 80.000 manifestantes. Todos. Nadie se quedó en casa. Se pidió empleos alternativos a la minería y la industria. A la vez se manifestaron los autónomos en Madrid. Y los taxistas. Todos a la calle. Así se empezó el siglo pasado. Cuidado que el pueblo no necesita guías para reclamar sus derechos. Sólo que se haya agotado su paciencia. Y aumente su desesperación. Por subir el precio del pan ya se lio parda en tiempos no muy lejanos. Fue allá por 1789, las mujeres de los barrios pobres de París, con hambre en el estómago y un cuchillo en la mano llegaron al palacio de Versalles para pedir pan. Sólo pan. Y se lio parda. Por subir el precio del agua se puede montar lo nunca visto. También París ha sido un ejemplo.

Pero todas estas muestras de malestar de los ciudadanos parece que no tienen repercusión. En el Gobierno. Pedro y Pablo siguen indiferentes. Como que las protestas no van contra ellos, contra en Gobierno. Parece que les reconforta. Cualquier día encabezan las manifestaciones, con pancarta incluida. En las reclamaciones del sector agrario está la cadena de valor y los seguros. Esto lo lleva el ministerio de Agricultura; carburantes y fiscalidad lo lleva Hacienda; salario mínimo, cotizaciones y peonadas lo llevan Trabajo y Seguridad Social. Venga ministerios. Se necesita coche oficial para ir de ministerio en ministerio. Y un guía turístico. De ministro en ministro y tiro porque me toca. También hay ministras, no me olvido, por si acaso reclaman.

Entre todo este revuelo aparece León. Nadie se acordaba de la provincia, ni de la región, ni de la autonomía que no tiene. Pues ha dado la señal de alarma, la señal de salida. Encabeza la protesta contra las desigualdades. Por algo se empieza. Pero que el Gobierno no olvide que una vez en la calle, a los de León no será fácil volver a meterlos en casa. Cuidado Pedro y Pablo que empieza una nueva época. La protesta es transversal. Levantamiento popular donde nadie quiere quedarse en casa. No hay líderes ni ideologías. Ha estallado la sociedad. Y ahí vamos. Adonde sea, señores del Gobierno. Pero sin marcha atrás. Cansados de estar olvidados y marginados. Una de las expresiones llama la atención: “León, Zamora, Ourense y Asturias están destinadas a ser la nueva Siberia” y eso no, por ahí no. Habrá que buscar soluciones, señores del Gobierno. Los tractores muestran la España real, la de hoy. Esta España se revela. No se resigna. Esta década será movida, por lo menos en el campo.

“Oigo, campo, tu aflicción”, lo dijo Espronceda, lo oímos los descendientes del campo, los amantes del campo, los que crecimos y trabajamos en el campo. Seguro que también lo oye toda España. Se oye la revuelta del campo. Se oyen las vueltas de las ruedas de los tractores. Qué pena de las mulas. Estaría bien poder pasearlas por La Castellana. Tenéis razón. Y los jubilados. Y los taxistas. Y los de Cádiz. Y los de Almería. Y los de Vizcaya. Y los de Asturias. Y los de León. Tenéis razón. El abandono del campo y la ganadería clama a todos los cielos. Ya es hora de que un Gobierno se preocupe del sector, aunque se llame “Agenda rural” o “Agenda 2030” y se ocupe de ella Pablo Iglesias, vicepresidente del gobierno. Toca tomar decisiones, amigo Pablo. Nada de fotos. Papeles y firma.

Tienen razón en Francia. Tienen razón en Alemania. Tienen razón en España. La gente del campo va ganando. Y eso debe ser motivo de preocupación para cualquier gobierno. Porque así han empezado todas las revoluciones. El precio del pan decide. El precio del agua revoluciona. El pueblo está en la calle. Cuidado.