Pásate al MODO AHORRO
Escrache a Vox en Sabadell

Escrache a Vox en Sabadell Gala Espín

Manicomio global

La nueva banda de la porra

"La libertad de expresión no siempre debe aplicarse a todo el mundo, piensan nuestros antifascistas. De ahí lo de reventar las cosas de Vox y del señor Quiles, que hubieran pasado desapercibidas de no ser por ellos"

Publicada

En las universidades del franquismo se conocía coloquialmente como La Banda de la Porra a las pandillas de bestias que aparecían de vez en cuando por el campus a zurrar la badana a los sospechosos de rojerío. De una de ellas formó parte Jorge Verstrynge, antes de ejercer de alumno favorito de Fraga y de acabar convirtiéndose al comunismo en un conato de redención francamente equivocado.

La Banda de la Porra se distinguía por ser de extrema derecha y practicar la dialéctica de los puños y las pistolas, que es la que aconsejaba José Antonio Primo de Rivera en sus buenos tiempos. Con el paso de los años, se ha acabado denominando La Banda de la Porra a cualquier grupo de descerebrados, nostálgicos de un fascismo que nunca vivieron, con tendencia a resolver sus asuntos a bofetadas.

Actualmente, esos grupitos de españoles y mucho españoles, que diría Rajoy, andan muy de capa caída (el último que recuerdo fue el de aquellos ganapanes que se colaron en la librería Blanquerna de Madrid para boicotear a gritos y empujones un acto catalanista, y acabaron en el trullo), pero han sido sustituidos, desde la presunta izquierda, por gente intolerante en su progresismo que se dedica a acosar a derechistas (reales o inventados) en cuanto los detecta.

Dada su tendencia a tildar de facha a cualquiera que les lleve la contraria, su interpretación del término “facha” es tan amplia como a menudo errática, por lo que lo mismo la pueden tomar con Vito Quiles, energúmeno populista de nivel cinco, como impedir una conferencia de Fernando Savater o Rosa Díez. Constituyen una nueva banda de la porra que, en vez de ser derechas, como era la costumbre, se declara de extrema izquierda. Sus miembros son tan brutos y primarios como los de la derecha de toda la vida que apaleaban a rojos en las facultades del franquismo, sus métodos violentos son los mismos y su ignorancia y burricie no tienen nada que envidiar a las de los fachas de antaño (o los que se colaron en la Blanquerna). Pero, ¡oh, sorpresa!, se autodefinen como antifascistas (aunque se comporten igual que los fascistas). Se les jalea desde Podemos y Sumar (Pablo Iglesias fue un reventador oficial de actos universitarios antes de llegar a vicepresidente del Gobierno y, después, a regentar una taberna que, según él, es el último reducto del proletariado, aunque los cócteles vayan a 10 euros la unidad) y se les anima a proseguir con su necesaria actividad. Al fascismo, ni agua.

Puestos a buscar algún antecedente a nuestra actual banda de la porra, habría que retroceder a los tiempos de la llamada Partida de la Porra (1868–1875), dirigida por el periodista Felipe Ducalcaz e integrada en el Partido Progresista. Aunque solo contaba con treinta militantes (que vivían todos en Madrid), la Partida de la Porra se hinchó a repartir guantazos entre moderados de izquierda, carlistas, republicanos y anarquistas. Eran monárquicos (o algo parecido), se creían progresistas (como los merluzos de ahora) y trataban de poner orden en España a base de altercados, mantas de palos y algún que otro atentado en forma de disparos o bombazos.

La actual brigada antifascista que padecemos aún no ha matado a nadie, pero estaría bien pararle los pies antes de que lo haga. Recientemente, hemos podido verla en acción en Sabadell, durante un acto de Vox, y en la Universidad Autónoma de Barcelona para reventar una conferencia de Vito Quiles, el Charlie Kirk español, consiguiendo así otorgar unas virtudes democráticas de las que carecen al partido de Abascal y al inefable señor Quiles quien, gracias a la estupidez de sus oponentes, cada día se nos viene más arriba.

La libertad de expresión no siempre debe aplicarse a todo el mundo, piensan nuestros antifascistas. De ahí lo de reventar las cosas de Vox y del señor Quiles, que hubieran pasado desapercibidas de no ser por los integrantes de la nueva Banda de la Porra, quienes deberían entender de una maldita vez que Vox y Don Vito tienen todo el derecho del mundo a exhibirse en público y soltar sus arengas.

A mí nunca se me ocurriría ir a un mitin de Vox (ni de ningún otro partido: ya hice suficientemente el primo con la primera encarnación de Ciutadans), ni a una conferencia de Vito Quiles pero, ¿es necesario para la salud de nuestra democracia reventarles los actos? Que larguen tranquilos. Que digan misa. ¿No tiene nuestra nueva Banda de la Porra nada mejor que hacer?

Me temo que no, dada su condición de activistas transversales en contra de lo que consideran fascismo. Un día toca Palestina y al siguiente, Vito Quiles. Han heredado los hábitos violentos de la extrema derecha, en su condición de versión actualizada de la Partida de la Porra de la segunda mitad del siglo XIX, y ni siquiera son conscientes de ello. Ni de nada en general.