Ante la deriva oportunista del PSOE, convertido en un partido que solo parece prestar atención a lo que le conviene a su máximo dirigente, lo normal sería que el sector que disiente de la manera de ir por el mundo de Pedro Sánchez se organizara, pese a que el imperante estilo estalinista (dada la propensión del Gran Líder al castigo, la expulsión y la purga) no le dé muchas facilidades.

Debería haber vida más allá del presidente y sus secuaces más próximos, esos que le deben el cargo y, prácticamente, la vida. Pero a menudo parece que no la hay y que a todo el mundo le ha dado por apurar el presente y el que venga atrás, que arree. Tal como está el patio, el único disidente oficial parece ser el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, quien, periódicamente (cada vez con mayor frecuencia), se manifiesta en contra de las decisiones de Sánchez a la hora de mantenerse en el cargo a cualquier precio (lo de la amnistía a los golpistas catalanes lo tiene particularmente amargado).

La actitud del señor Page parece lógica y debería contar con unos apoyos que, de momento, no se detectan por ninguna parte. Y él mismo ha cogido la costumbre de dar un paso adelante y dos atrás: cada vez que dice algo que a muchos nos parece razonable, acaba tamizándolo, o rebajándolo o casi retirándolo. Igual no puede hacer otra cosa, dado el clima de terror sutilmente implantado por Sánchez y que ya se ha cobrado unas cuantas bajas (la más representativa, la de Nicolás Redondo Terreros, expulsado del partido tras una carrera impecable en España en general y en el País Vasco en particular).

Page tiene a su favor el controlar para el PSOE toda una comunidad autónoma (es decir, un granero de votos). No es, por consiguiente, un mindundi al que se pueda poner en la calle de la noche a la mañana. Así pues, se le ha de hacer frente aparentando que se toleran sus críticas y sus reservas, pero indicándole claramente que ha emprendido un camino muy complicado que no puede llevarle a ningún sitio razonable. Para eso, Sánchez no necesita mancharse las manos amenazándolo y sentenciándolo personalmente, sino que debe recurrir a sus perros guardianes, a gentecilla como Félix Bolaños u Óscar Puente que salgan a decir lo de costumbre: que la ropa sucia se lava en casa, que la disensión ante el mando (que nunca se equivoca) le hace el juego a la derecha o que se le ha visto en amigable compañía de ciertos súcubos del PP.

Se trata de insinuar que el disidente no es de fiar, que podría ser un traidor, que igual se está pasando a la derechona y que no se le ocurra a nadie seguir su funesto ejemplo. Cuando un partido histórico está controlado por una pandilla de oportunistas que van a lo suyo, estas cosas pasan. Luego, cuando los oportunistas caen en desgracia, todo el mundo los repudia, los acusa de haber estado a punto de llevarse al partido por delante y salen disidentes de debajo de las piedras: “Yo ya lo decía”, asegura gente que no abrió la boca cuando tenía que hacerlo.

Soy de los que creen que la actual situación del PSOE es de las de pan para hoy y hambre para mañana. De momento, Sánchez y sus sicofantes se van saliendo con la suya, pero llegará un tiempo, espero que no muy lejano, en el que se acabarán rompiendo un brazo en alguno de sus constantes cambios de chaqueta. En algún momento tiene que tomar cuerpo en el partido la idea de que cargarse lo que le queda de socialdemócrata y de izquierdista puede que no sea la mejor manera para asegurar su pervivencia. No sería la primera vez que un partido con solera y relevancia se va al carajo por culpa del dirigente de turno: los socialistas franceses no han levantado cabeza desde los tiempos de François Hollande, y los tenemos aquí al lado.

Emiliano García-Page no puede ser el único socialista descontento con el rumbo emprendido por Sánchez y sus hooligans. Es más, la desfachatez progresiva (si cuela, cuela) de quienes ahora controlan el PSOE, que puede resultar nefasta a medio plazo, debería fomentar una disidencia organizada a la que no se pueda denigrar con las fórmulas habituales de contención (hacer el juego a la derecha, no ladrarles a los del PP y cosas por el estilo).

Al señor Page parece haberle tocado encabezarla y debería aprovechar su posición de fuerza en el partido para procurarse adhesiones de gente que no tenga miedo a decir lo que piensa (quiero creer que aún queda gente de esa en el PSOE). Contra los mordiscos de Sánchez por persona interpuesta, debería mantenerse en sus trece y dejar de disculparse a toro pasado por cosas dichas en momentos en que las sentía por completo.

¿Le estoy pidiendo que adopte una actitud heroica? No exactamente. Puede, incluso, que la cosa le salga a cuenta. Cuando caiga la lamentable cúpula actual del PSOE, estará perfectamente situado para afrontar la nueva fase del partido. Si es que para entonces el partido aún pinta algo, claro, lo cual está por ver.