Que un país imaginario abra embajadas en naciones reales tiene sus bemoles, pero continuar el bromazo con los consulados ya es de traca. En ello anda el incomparable Toni Comín, vicepresidente del Consell per la República, una entidad tan inútil como las seudo embajadas y esos consulados que Comín se empeña en presentar como una nueva estructura de estado. La jeta del señor Comín es, como todos sabemos, prodigiosa. Por eso le toca a él propagar las buenas nuevas surgidas de Waterloo. Puede que a otro se le escapara la risa a medio explicar lo de los cónsules honorarios que el Consell per la República que no existe, idiota, piensa desplegar por todo el ancho mundo, pero Comín es capaz de soltar las mayores burradas, pues cuajo no le falta, sin que se le mueva un músculo y como si de verdad creyera que lo que está diciendo guarda la más mínima relación con la realidad.
Puede que ello se deba a que vive en una realidad paralela en la que Cataluña ya es independiente y solo falta cerrar unos flecos para que todo el mundo la reconozca como tal, pero yo creo que también tienen su importancia sus dotes de actor, un oficio con el que se podría haber ganado la vida muy bien caso de optar por una manera decente de llegar a fin de mes. Pensemos que, en diferentes momentos de su deslumbrante carrera política, nos hizo creer que era del PSC y de Esquerra Republicana, hasta que descubrió que para vivir como Dios sin dar golpe lo mejor era convertirse en el portavoz de Carles Puigdemont, cuyas veladas solitarias en Waterloo tal vez ameniza con su piano arrobador. De la misma manera que interpretó los papeles de socialista y de republicano, ahora brilla con luz propia en el de independentista radical. Sabe que, tarde o temprano, acabará en el talego, pero mientras tanto vive espléndidamente gracias a los pobres infelices que apoquinaron diez euros para formar parte del Consell per la República y a los que ahora les han vuelto a soplar doce por un carné (de bambú, eso sí, súper sostenible) que no sirve para nada más que sufragar los gastos de la pandilla de fugitivos de la justicia que rondan por la Casa de la República.
Según publica El Triangle, casi el 40% de la pasta que los de Puchi les levantan a los patriotas de piedra picada se dedica a pagar los sueldos de la banda y sus allegados (hasta Valtonyc está en nómina, aunque no como trovador del reino o bufón de la corte, que sería lo suyo, sino como técnico informático, mientras su colega Hasél se pudre en el talego por no haberse apuntado a tiempo a la corte de los milagros de Puigdemont, donde también le habrían encontrado un cargo, yo diría que de segurata, dada su afición a repartir mamporros entre los que no le caen bien). Hasta un ciego podría ver que el Consell per la República es un timo y que lo del carné de bambú ya incurre en el recochineo. Comín no lo ve porque no lo quiere ver y porque le va la vida en ello. Por eso se acaba de sacar de la manga a esos cónsules honorarios que irán por el mundo cantando las alabanzas de la república catalana y, según he entendido, pagándoselo todo de su propio bolsillo, ya que las 92.000 almas de cántaro que han caído en el timo de la estampita republicana no aforan lo suficiente como para ponerles sueldo a los cónsules del señor Comín: el clan de Waterloo necesita para sí mismo toda la pasta que se pueda trincar a los creyentes, esa gente admirable que se quita los mejillones de la boca para que Puchi, Comín, Puig y Valtonyc no pasen hambre.
Tengo curiosidad por ver a Toni Comín interpretando un nuevo papel, cosa que sin duda hará cuando le toque enfrentarse a la justicia española. Ríanse ustedes de Nuet y su separatismo constitucional o de Alonso-Cuevillas y su renuencia a la inhabilitación por un quítame allá esa declaración extemporánea. De Comín espero una completa explicación de cómo estuvo trabajando por la unidad de España mientras ejercía de infiltrado en la pandilla de Puchi. Sus dotes de actor le permitirán mostrarse tan convincente como cuando interpretaba los papeles de socialista, republicano e independentista radical. Si juega bien sus cartas, ése sale de la Audiencia Nacional a hombros.