No sé ustedes, pero yo estoy hasta las narices de que me tomen el pelo con el número de personas que acuden a tal o cual manifestación. No puede ser que los organizadores del evento de turno hablen de un millón de personas y la Guardia de Urbana de Barcelona diga que, en realidad, solo acudieron a él una docena de seres humanos. El habitual disparate se ha vuelto a reproducir recientemente con dos manifestaciones de signo contrario, la de la ANC y la de quienes reclamaban el 25% de la enseñanza en castellano en Cataluña. En la primera, el recuento oscilaba entre los 700.000 presuntos participantes de los que presumía la asociación que preside Dolors Feliu –esa señora siempre contrariada que lanza ultimátums a los que nadie presta atención, ¡ni los que se supone que son de los suyos!— y los 150.000 que había detectado la Guardia Urbana (de la que nadie se fía porque hay sospechas de que, puestos a elegir, siempre beneficia a los procesistas). En la segunda, la cosa estaba entre los 200.000 asistentes que aducía la organización (luego reducidos a algo más de 100.000) y los 2.800 que la Guardia Urbana había contado con precisión quirúrgica (evitar los números redondos, como 3.000, para aparentar que se hacen las cosas muy en serio no cuela).

Hubo un tiempo en que el diario El País, cuando aún no era el boletín oficial del club de fans de Pedro Sánchez, aportó un sistema propio de contabilidad que, por lo menos en apariencia, resultaba bastante verosímil, pero últimamente han dejado de usarlo y se limitan a reproducir las cifras increíbles que aportan los organizadores y la Guardia Urbana. La gente, por su parte, se limita a dar por buena la cifra que más le conviene. Y el ciudadano medio se queda con la impresión de que se le toma por idiota, que es algo a lo que, por otra parte, ya está acostumbrado gracias a las encuestas del CIS, controladas (y yo diría que cocinadas) por un señor apellidado Tezanos que es capaz de asegurar que al PSOE no hay quien le tosa mientras, al mismo tiempo, el PP crece en intención de voto a la vista de todos.

Con la cantidad de estamentos inútiles que hay en España, tanto a escala nacional como autonómica o municipal, ¿tanto costaría crear una especie de observatorio de manifestaciones que se encargara de ofrecer unas cifras de asistencia mínimamente verosímiles? Yo lo agradecería, francamente, y tengo la impresión de que no sería el único, pero no detecto por parte de nadie la intención de acometer una iniciativa semejante. Hoy por hoy, en Barcelona, ante cualquier cónclave urbano, sea del signo que sea, es imposible creerse las cifras de asistencia que aportan los organizadores y la Guardia Urbana. Y aunque resulte evidente que no había 700.000 personas en la manifestación de la ANC ni más de 100.000 en la convocada en pro de la educación bilingüe, la cosa no parece preocupar en exceso a nadie. Si entras en las redes sociales, lo único que encontrarás son comentarios del modelo “chincha y rabia” a cargo de los lazis y declaraciones del modelo “seamos los que seamos, os vais a tener que joder y aguantarnos” por parte de los constitucionalistas. Yo diría que por ese camino no vamos a ninguna parte, pero no parece tratarse de algo que le quite el sueño a nadie.

Gracias a estas peculiares maneras de contar, llevamos años encajando mentiras sobre manifestaciones procesistas en las que cabía un millón de personas en el paseo de Gràcia, como si en un panot cupieran 14 lazis, algo tirando a imposible, a no ser que se improvisara un castell (a ser posible, de gama alta, con su folre, sus manilles y toda la pesca), cosa difícil si atendemos a la edad provecta de muchos de los manifestantes. La Guardia Urbana, que debería poner orden en el asunto, lo único que hace es contribuir a la confusión y al disparate con unas cifras de asistencia que nadie sabe de dónde se saca. Ante esta situación lamentable y deprimente, por lo que tiene de humillante para el ciudadano medio, lo normal es que se creara un organismo especializado en el tema que aportara datos más fiables que aquellos de los que disponemos hasta ahora. Pero no hay manera y tengo la impresión de que nos vamos a pasar lo que nos quede de vida con manifestaciones en las que el número de asistentes puede oscilar entre 18 personas y dos millones.

Que conste que uno ya está acostumbrado a que le tomen por imbécil, pero la única consecuencia en el caso de las manifestaciones es que el recuento solo se lo creen los que desean creérselo. Nunca hubo un millón de personas en el paseo de Gràcia, los lazis de la ANC nunca llegaron a 700.000 y los defensores de la escuela bilingüe nunca reunieron a más de 100.000 manifestantes (y las cifras de la Guardia Urbana tampoco resultaron creíbles en ningún momento). Conclusión: todo se reduce a una representación de la célebre obra de teatro Así es si así os parece. ¿Y la verdad? Pues a la verdad que le den, ya que, en el fondo, piensan nuestros mandamases y puede que tengan razón, no le interesa a nadie.