En su evolución de energúmeno a estadista, Gabriel Rufián progresaba adecuadamente hasta que se le ocurrió, junto a otros políticos separatistas, montar el numerito de que ni él ni sus colegas tenían rey. Y, por consiguiente, tampoco lo tenían sus respectivas comunidades autónomas, cuyo genuino sentir solo ellos representan, como todos sabemos. Pero, hombre, Rufi, ¿a quién se le ocurre sumarse a Laura Borràs, Mireia Vehí, el calvo del BNG y el gañán de Bildu en semejante iniciativa?

Pensaba que ya estabas por encima de esos gestos inútiles y cansinos que distinguen a los de tu cuerda, que habías decidido ser un parlamentario español para los restos (al intuir que nunca conseguirías un sueldo semejante en el mundo real), que ya no estabas para montar pollos con los losers de la periferia…Qué desengaño, Rufi, qué decepción... Espero que solo se trate de una breve recaída y que vuelvas de inmediato a garantizar la gobernabilidad de España, que es lo tuyo y lo de tu partido ahora que por fin os habéis dado cuenta de que hay autonomía para rato y que de lo que se trata en estos momentos es de dar por saco a los convergentes hasta que sangren.

Por otra parte, querido Rufi, ya deberías saber que este tipo de desahogos no sirven para nada. Tú sales, dices que no tienes rey, a todo el mundo se la sopla i tal dia farà un any. El único miembro de la pandilla basura que va a hacer algo razonable a partir de ahora --ya que tú no te vas a perder ni una sesión parlamentaria--- es Mireia Vehí, de la CUP, que ya ha dicho que ni ella ni sus compañeros en Madrid piensan dejarse ver mucho por el parlamento. Como no les dan la independencia, deduzco, ¿para qué ir cada día a currar cuando basta con aparecer de vez en cuando para soltar algunas inconveniencias típicas de quienes se deben a su público?

La CUP no tiene rey, pero se incrusta en un país que no considera el suyo a incordiar y a llevarse una pasta gansa cada mes, a cambio de la cual ni siquiera contempla la posibilidad de cumplir con el horario laboral: con unas sesiones a la carta, las chicas de la CUP van que chutan.

Vivir sin trabajar siempre ha sido un sueño imposible que la CUP ha hecho realidad. No sé si Mireia Vehí ha leído a Marx (ya ni me planteo que lo haya entendido), pero todo parece indicar que su libro de cabecera es El derecho a la pereza, de Paul Lafargue, yerno del autor de El Capital y maestro de la vagancia que encontró en el anarquismo la excusa perfecta para no doblar el espinazo en su vida.

Alguien ha sugerido que si las chicas de la CUP optan por presentarse en el parlamento cuando les salga del níspero, deberían descontárseles del sueldo los días de asueto, lo cual me parece muy razonable. Lo que no se me antoja tan razonable es que se les permita hacer novillos y cobrar el sueldo íntegro.

Que digan que no tienen rey lo puedo entender, pues forma parte de su ridícula liturgia separatista, pero que pretendan estafar al contribuyente a base de holgazanería disfrazada de protesta ya me resulta intolerable. Si quieren que el estado represor les mantenga, como parece ser su intención, hay que cumplir unas normas mínimas. Tampoco cuesta tanto seguir el ejemplo de otros parlamentarios y dedicarse a dormitar en el escaño, a resolver sudokus, a conversar por Whatsapp o a cambiarse la copa menstrual y lanzarle la usada a Santiago Abascal.

Sé que su falta de luces les incapacita para encontrar otro tipo de trabajo, pero lo menos que podrían hacer es agradecer al perverso estado español que les eche de comer, ¿no creen?