Es del dominio público que nuestros nacionalistas son unos firmes partidarios de la ley del embudo: si alguien le prende fuego a una estelada, es un fascista; si la bandera que arde es la española, se trata de un acto clarísimo en defensa de la libertad de la expresión. Será por eso que a la consellera de Agricultura, Ganadería y Pesca, Teresa Jordà -también conocida como El Orgullo de Ripoll- le parece de lo más normal que le hagan fotos en las que se la ve sosteniendo una cerveza de pueblo cuyo eslogan es Fuck Spain. No quiero ni imaginar la que se habría armado si un cazurro español de las dimensiones de la señora Jordà hubiese aparecido en una foto con otra cerveza de origen rural cuyo lema fuese Fuck Catalonia. Evidentemente, El Orgullo de Ripoll no ha pedido disculpas por su grosería, ya que lo suyo es pura libertad de expresión y, además, por la expresión que luce en la imagen, da toda la impresión de estar ligeramente cocida.

Teresa Jordà pertenece a ese tipo de político al que suele irle muy bien en ERC. Basta con ser un rústico que dice lo primero que le pasa por la cabeza y que, en cuanto se lo permite el cargo, regresa a su pueblo como si en Barcelona le faltase el aire. Los estudios realizados no son algo que pese en exceso en ERC: aunque estudió Historia, la señora Jordà llegó a alcaldesa de su villorrio tras ejercer cargos tan rutilantes como el de guía del monasterio de Ripoll o empleada de correos de la misma localidad. Lo importante es que parece ser más bruta que un arado y que cada vez que sale por la tele da la impresión de acabar de llegar de Ripoll a pie: a su atuendo habitual de excursionista solo le faltan unas buenas chirucas para alcanzar la perfección. Su principal problema es que hay gañanes y gañanes: su maestro, Joan Tardà, hace y dice también unas burradas del quince, pero le salva una vis cómica de la que ella carece (además, según me cuentan, en la distancia corta es un tipo de lo más simpático y muy apreciado en el Parlamento de Madrid). El episodio de la birra es más propio de Toni Albà o del batería de Els Pets que de una consellera de la Gene. Es evidente que, en el momento de la foto, se había puesto en modo maulet y se sentía con ánimos de hacer el hooligan sin tasa, algo que en un partido normal te cuesta caro, pero que en ERC juega a tu favor: solo le falta aprender a hablar un poco peor el castellano --tú puedes, Tere, tú puedes-- para llegar a la cima del partido.

La prueba de que a gente así ya se la dejado por imposible es la escasa respuesta a sus exabruptos antiespañoles. Puede que algún energúmeno de Vox se haya ciscado en sus muertos en Twitter, pero, en general, todo el mundo se ha hecho el sueco y ha dado muestras de un fatalismo admirable: ¿para qué te vas a quejar de que los burros rebuznen, si está en su naturaleza y se les premia por ello en la granja donde viven? No me consta que el asno en jefe, Chis Torra, la haya desautorizado o reñido por su mala educación y nulo sentido de la diplomacia: no me sorprendería descubrir que le acarició el lomo mientras compartían unas zanahorias y un poco de leche cruda y, refiriéndose a sí mismos, clamaban: Quanta dignitat!