Pintan bastos para el Institut Nova Història. Con cierto retraso, aunque más vale tarde que nunca, los socialistas han dicho que tal vez ha llegado el momento de dejar de subvencionar a esa fábrica de patrañas que controlan los prestigiosos historiadores alternativos Jordi Bilbeny y Víctor Cucurull, responsables de la supuesta catalanidad de infinidad de personajes históricos manipulados de forma mezquina, hasta sus valiosos y fiables descubrimientos, por el españolismo más vil. Hasta Gabriel Rufián ha dicho que Bilbeny y Cucurull son unos cantamañanas a los que no hay que dar ni un duro (aunque ERC le otorgó un galardón a Nova Història hace unos años).
Algunos guardianes de las esencias, claro está, han salido en defensa de la asociación, pero no han sido muchos los que han hecho hincapié en que lo de Nova Història pueden ser patrañas, pero son NUESTRAS patrañas. Motivo por el que el propio Bilbeny se ha visto obligado a salir en defensa de sí mismo, a quejarse de la ridiculización habitual a la que se somete a su pandilla de fabuladores patrióticos y a asegurar que no ve ni un céntimo de dinero público. Según él, solo entran en su covachuela conceptual 1.500 euros al mes, provenientes de los socios de Nova Història, que se reparte con sus ayudantes más próximos.
¿Por qué será que no me creo lo que dice Bilbeny? ¿Por qué intuyo que pilla pasta bajo mano de algún departamento de la Generalitat? Supongo que porque no me fío de alguien que se dedica a mentir de manera compulsiva sobre la historia de Cataluña. Una vez has sostenido que Santa Teresa de Ávila era de Pedralbes y te has quedado tan ancho, ya puedes decir lo que se te antoje, a ver si cuela. Dudo mucho que los sociatas hubiesen protestado si al Institut Nova Història lo mantuviesen esos simpáticos majaretas que pagan su cuota de socio para que les digan que Bob Dylan se llama en realidad Pep Duran y es de Manlleu. Nada tengo contra las asociaciones de chiflados mientras ellos mismos se financien sus chaladuras: que yo sepa, no hay subvenciones para los fans de Star Trek o de La guerra de las galaxias, clubs que hacen mucho menos daño que el de Bilbeny y Cucurull (y únicamente a sus socios).
Así pues, dejarles sin un euro público sería justo y necesario. Y tampoco estaría mal obligarles a repetir la carrera de Historia, pues todo parece indicar que no prestaron mucha atención la primera vez que la cursaron. En cuanto a sus actividades, nada les impide recorrer Cataluña en carromato y plantarse en las plazas de los pueblos --como los vendedores de crecepelo del lejano Oeste-- con sus pizarras y sus punteros. Si alguien los quiere escuchar, adelante, aunque les aconsejo que se hagan con los servicios de un par de bailarinas exóticas, un tragasables y una mujer barbuda, que la chiquillería se pasea por internet como Pedro por su casa y las viejas supercherías analógicas no siempre funcionan con ellos. Aún así, el éxito de un freak show de los de toda la vida no está garantizado en estos tiempos tan poco clementes con nuestros Bouvard y Pécuchet.