A veces, el proceso de deshumanización que amenaza a la sociedad occidental deviene sangrante: a nadie parece importarle que el pobre Albano-Dante Fachin se haya quedado sin escaño en el Parlamento español tras las elecciones del domingo. Les aseguro que mi corazón sangra por el señor Fachin, que había invertido todas sus energías en asegurarse un sueldo más que digno durante los próximos cuatro años, aunque se lo tuviese que pagar su detestado Estado español.
La breve historia del Front Republicà del bueno de Albano-Dante es digna, ya que no de un estudio profundo, sí de algunos comentarios. Hasta ahora, yo no había visto ningún partido político cuya prioridad --o, si me apuran, su única razón de ser-- fuese conseguirle un empleo remunerado a su líder e inspirador. Presumían de haber hecho una campaña con un zapato y una alpargata --en realidad, 38.000 euros--, haciéndose las víctimas y los descastados, pero a mí me parece una hazaña muy notable reunir cerca de 40.000 pavos para alquilarle un escaño al jefe. Es más, casi todos los partidos prometen un incremento del empleo, mientras que Front Republicà es el único que iba en busca de un solo empleo. No me negarán que tiene su mérito enredar a una gente --aunque procedan del Partido Pirata y de lo más zote de la CUP-- para que se dejen la piel buscándote un curro. En la historia de la picaresca española, Albano-Dante Fachin acaba de entrar por la puerta grande y le corresponde un sitio a la vera de Rinconete, Cortadillo y Lázaro de Tormes. ¡Cómo se nota que lleva en España desde la adolescencia y se ha aclimatado de maravilla a los usos locales en cuanto al medro personal se refiere!
Lamentablemente, la suerte no le acompaña. Los que nos preocupamos por nuestros semejantes llevamos viendo a Fachin buscarse la vida desde que lo echaron de Podemos. Venga acudir a mítines de ERC y de la CUP para nada. Finalmente, se inventa un partido completamente superfluo --tenemos separatistas de todo tipo para dar y vender--, se declara independentista de la noche a la mañana y se lanza a la conquista del Congreso de los Diputados. También para nada. Los resultados del PP y de Vox en Cataluña han sido desastrosos, pero, por lo menos, cada uno de esos partidos ha conseguido colocar a uno de los suyos en Madrid (teniendo en cuenta que Cayetana Álvarez de Toledo ya vive allí, creo que debería cederle el escaño a Joan López Alegre, que nos proporcionaría momentos de intensa hilaridad en el hemiciclo con su muy logrado personaje de El català tranquil). El Front Republicà no ha sacado ni un diputado. Perdón, no ha sacado ni EL diputado, pues todo giraba en torno suyo, aunque sus secuaces hayan sido tan lerdos como para no percatarse de la superchería.
Albano-Dante Fachin no quiere volver al periodismo de denuncia al que se dedicaba en tiempos de su revista Café amb llet. Le ha debido llegar la voz de que esto del periodismo es una ruina con la que apenas se llega a fin de mes y ya solo concibe el futuro como servidor público. El Congreso de los Diputados le habría alegrado la vida los próximos cuatro años. Tampoco le haría ascos a algo en la Generalitat o en el ayuntamiento de Barcelona. ¿Europarlamentario? ¿Por qué no? ¡Échenle algo, por los clavos de Cristo! Lamentablemente, sus esfuerzos y sus habilidades innegables como liante no le conducen a ninguna parte. Fachin es el nuevo Sísifo de la política española, empujando su piedra ladera arriba para ver cómo se vuelve ella sola hacia abajo. Si hay gente capaz de confiar en Puigdemont, no se entiende porqué nadie se toma en serio a Fachin. ¿Será porque se le nota demasiado que su difusa y cambiante ideología solo es una coartada para hacerse con un buen empleo a la mayor brevedad posible? ¿O es que el hambre no resulta sexy? Ánimo, Albano, que, como se suele decir, la necesidad es la madre de la invención.