Poca cosa se encuentra en internet sobre Nicola Pedrazzoli, empresario italiano del sector audiovisual actualmente al frente del canal 8TV, otrora propiedad del conde de Godó. Se sabe que nació en Treviso, en el Véneto, pero no cuándo exactamente, que pasó por Mediaset en Italia y que admira profundamente a Paolo Vasile. Una amiga me contó que sabía de buena tinta que estaba casado con una mamachicho de las de verdad, de las italianas que salían en el indescriptible programa Colpo grosso, no de las de Tele 5, lo cual demuestra que tiene cierto criterio.
Hace unos años comandaba el Canal Català, que fue adquirido por El Punt Avui antes de hundirse y que era una cadena tirando a procesista, aunque Pedrazzoli siempre ha insistido en que aspira a una televisión ecuánime en la que salgan los vetados por TV3 y en la que el separatismo no lleve la voz cantante.
Diga lo que diga, a mí siempre me ha parecido que el señor Pedrazzoli era otro de esos liantes internacionales que se nos plantan en Cataluña para sacar tajada del independentismo y, básicamente, para liar las cosas más de lo que ya lo están: gente, para entendernos, como Matthew Tree, Liz Castro o el inefable Ramón Cotarelo, el hombre que más le hizo la pelota en su momento a Rodríguez Zapatero y que, cuando vio que no caía ni un ministerio ni una triste cátedra, se puso a explicarnos a los catalanes lo que había que hacer para alcanzar la independencia de su propio país, que parece darle un asco absoluto, a tenor de lo que dice en algún digital del régimen.
Y es que algo no me encaja entre las bienintencionadas declaraciones del señor Pedrazzoli y los canales de televisión que pone en marcha. Lo único que me queda claro de él es la admiración que siente por el untuoso fraile franciscano Carlos Fuentes, al que otorga un debate en todos sus experimentos audiovisuales que éste presenta disfrazado de seglar (aunque canta a cura a varios kilómetros de distancia).
Lo que nos promete nuestro hombre para la próxima temporada de 8TV no suena especialmente a ecuanimidad, sino a la contratación de algunos desechos de tienta de los medios de agitación y propaganda de la Generalitat. Habrá carguito para Saül Gordillo, cesado como director de Catalunya Ràdio. Habrá programa para Vicent Sanchis, ídem de lienzo en el caso de TV3 (y en él brillará con luz propia y berreará como suele Pilar Rahola, que no pasa por su mejor momento desde que se deshicieron de ella en La Vanguardia y le redujeron las horas de doctrina procesista en TV3). Para completar el ramillete lazi, hasta Gabriel Rufián encontrará justo acomodo en la nueva temporada de 8TV.
Nada se sabe de posibles fichajes de disidentes del régimen, por lo que las supuestas aspiraciones de Pedrazzoli a una televisión objetiva no resultan muy creíbles, la verdad. Más bien parece que piensa ejercer de refuerzo del lazismo de forma modesta, recogiendo el material humano que la casa madre ya no necesita.
Una televisión catalana que plantara cara a la intoxicación que promueve TV3 sería muy bien recibida por los desafectos al régimen y por cualquiera que tenga una idea aproximada de lo que es una emisora pública, pero tengo la impresión de que 8TV no quiere interpretar ese papel, sino intentar hacer negocio con las escorrialles del monstruo audiovisual de Sant Joan Despí.
Eso sí, me temo que no podré comprobarlo porque 8TV se me desintonizó hace un tiempo y no sé cómo volver a sintonizarla. Y, de hecho, no sé si quiero volverla a sintonizar. Llámenme exigente y señorito, pero la perspectiva de disfrutar de la presencia en la pantalla de Rahola y Rufián no me resulta especialmente atractiva. Raro que es uno.