Oriol Junqueras acaba de conseguir la cuadratura del círculo durante el congreso de ERC recién celebrado en Martorell (me viene a la cabeza una vieja canción de Santi Arisa que rezaba: "Els gossos de Martorell s'estan menjant entre ells"; aunque creo que no iba sobre los republicanos).
Lo ha logrado afirmando que en su relación con los socialistas de aquí y de allá, ERC practicará, al mismo tiempo, la colaboración y la confrontación. Y se ha quedado tan ancho. Es como decir que a tu cónyuge le reservas las más dulces caricias y las bofetadas más dolorosas.
¿Alguien me puede explicar cómo hacer compatibles la colaboración y la confrontación? Bueno, sí, supongo que diciéndoles a los sociatas que sí para unas cosas y que no para otras, pero eso suena, sintiéndolo mucho, a oportunismo.
También ha dicho el beato que ERC sale más fuerte que nunca de su congreso número 30, lo cual no es cierto, ya que aquí el único que sale reforzado es el señor Junqueras (y sus fieles secuaces, como Elisenda Alamany).
Dentro del partido, la situación sigue siendo un cristo, con los de Foc Nou y el NEN (Nova Esquerra Nacional, nada que ver con el Neng de Castefa) en solapada contra del jefe.
Por no hablar de Marta Rovira, que ni apareció por Martorell ni dijo nada al respecto, o de Pere Aragonès, que tampoco se dejó ver por el congreso, entre otros motivos porque lleva fatal esa comisión de la verdad que ha puesto en marcha Joan Tardà y que, según los roviristas, solo busca echarles la culpa de ciertos acontecimientos turbios del partido, como los famosos carteles del Alzhéimer en contra de los hermanos Maragall (o del Tete por persona interpuesta).
El resultado del congreso de ERC aporta una de cal y otra de arena. Se ha impuesto el beato, pero con reservas. La iniciativa de Tardà para abrir el partido a no independentistas le ha olido a azufre a los disidentes y le ha sido devuelta a su promotor. Junqueras ha ganado, pero los roviristas siguen vivos, por muy maltrechos que estén.
Da la impresión de que los militantes han tomado partido por el beato no a causa de sus virtudes, sino por las notorias deficiencias de sus opositores. Hay que reconocer que Junqueras ha jugado sus cartas con una astucia que para sí la quisiera Artur Mas, alias el Astut.
Muy hábilmente, se hizo a un lado cuando tocaba definirse sobre el apoyo, o no, a la presidencia de Salvador Illa, librándose así de opinar al respecto y adoptando una actitud de no sabe/no contesta. Se supone que le daba lo mismo tener a Illa de presidente que no tenerlo. Y así se entiende un poco mejor lo de hacer compatible la colaboración y la confrontación.
Hace tiempo que el beato no cree en la independencia del terruño. Yo diría que ya sólo cree en eternizarse al frente de ERC.
Quienes lo conocen saben de sus tendencias autoritarias, que le llevarían a desintegrar la disidencia, pero el hombre prefiere ocultarlas, empeñado como está desde hace tiempo en proyectar esa imagen de hombre bondadoso y meapilas.
Intenta tirar cosas adelante, dando la cara o por persona interpuesta, pero si se las tumban los amargados esencialistas de Foc Nou no pasa nada. Lo seguirá intentando hasta que coja a todos sus disidentes en tan mal estado que traguen con lo que se les propone.
Del congreso de Martorell sale fortalecido, pero tiene la buena fe (o el cuajo) de afirmar que quien sale reforzado es el partido. Sabe que eso no es cierto, pero si cuela, cuela.
Lo importante ha sido recuperar el poder y practicar, sí, la colaboración y la confrontación, pero dentro del partido, cediendo cuando no haya más remedio y entrando a matar cuando las circunstancias le sonrían.
Todo el mundo sabe que lo de que el junquerismo es amor es una trola y que el rollizo cordero es en realidad un lobo disfrazado.