En Señora Lola, una de sus más célebres canciones de desprecio a alguna mala mujer, el difunto salsero puertorriqueño Héctor Lavoe pronunciaba una frase lapidaria: “No te vistas, que no vas”. Frase que me viene siempre a la cabeza cada vez que algún político aspira a prosperar y es puesto en su sitio por su jefe de filas, que suele preferir a otro (o a otra) para el cargo que anhelaba. Le acaba de pasar a Jaume Giró con el fugado Carles Puigdemont. Tras una breve, pero intensa, actividad de autobombo que incluyó varias visitas a Madrid de las que no se han facilitado muchas explicaciones, Giró, que aspiraba a ser el candidato de Junts x Cat para las próximas elecciones generales, se ha quedado con un palmo de narices porque, desde Waterloo, Puchi le ha dicho que lo deje correr, que él ya ha bendecido a quien debe encabezar la lista independentista al Congreso de los Diputados: la inefable Míriam Nogueras, una mujer a la que piadosamente podríamos acusar de limitada y simplona y, no tan piadosamente, de exhibir una burricie (ni mejor ni peor: diferente) equiparable a la de políticas tan alejadas de su, digamos, ideología, como Ione Belarra e Irene Montero, también conocidas como Las niñas de El Resplandor (aunque yo las veo más como las hermanas Gish en el clásico del cine mudo Las dos huerfanitas).

Ante el batacazo lazi en las últimas elecciones municipales catalanas, había dos opciones (o tres, si sumamos la actitud displicente y la cara de yo-no-fui de Oriol Junqueras): reflexionar sobre lo que más le conviene al independentismo para seguir en la brecha o practicar la contumacia en el error, que es lo que ha hecho el Hombre del Maletero, como, por otra parte, era de prever, ya que a él lo que le mantiene vivo y le ayuda a sentirse relevante es la tangana permanente (hay que ver cómo se ha puesto con Salvador Illa por su denuncia de la supuesta deshumanización que está sufriendo Pedro Sánchez y que ha llevado a Puchi a asegurar que, para deshumanizados, él, lo cual no es cierto: decir, como hemos hecho algunos, que nos parece un iluminado, un cobarde y, sobre todo, un liante no es deshumanizarlo, sino describirlo de una manera bastante precisa).

Como no tiene nada que perder en su retiro belga, Puchi prefiere el suicidio político que intentar salvar los muebles tras el correctivo de las municipales catalanas. Y ahí es donde se da de bruces con un sector del partido en el interior, los neoconvergentes, los que sueñan con un regreso al pujolismo y a los tiempos gloriosos en que CiU era una máquina de hacer amigos y ganar dinero. Xavier Trias, previsible alcalde de Barcelona, es uno de esos pujolistas desacomplejados que dejan la independencia para más adelante y se concentran en el aquí y el ahora. Jaume Giró es otro, no en vano pasó por la Caixa y sabe de la importancia de los monises. Puchi se ha cepillado a Giró de un plumazo y nadie ha chistado. De momento. Tarde o temprano, aunque sólo sea para pillar cacho, se acabará liando una bronca del quince entre el sector quimérico de Junts y el sector práctico. De hecho, que todavía se obedezcan las órdenes de alguien que vive en el quinto pino y que cada día pinta menos es una anomalía que puede costarle muy cara al sector del partido que está por volver al autonomismo sin que se note demasiado, no vayan sus representantes a sufrir la triste suerte del beato Junqueras, al que ya se acusa de traidor, botifler y hasta monárquico y franquista desde las columnas más hiperventiladas de la prensa del régimen.

Viendo lo mal que salió la mutación independentista de la Convergència de toda la vida, el camino más razonable parece ser el elegido por Trias y Giró, indepes de boquilla con un ojo en la taquilla. A fin de cuentas, son ellos quienes tienen que pechar con la realidad, que no se muestra muy clemente con el lazismo en general y Junts en particular. A diferencia del beato, que hace como que la cosa no va con él, Giró se ha dado cuenta de que se imponía un cambio de rumbo que él mismo pretendía capitanear. Lamentablemente para él (y puede que para todo el independentismo), llegó el comandante Puchi, mandó parar y le dijo: “No te vistas, que no vas”.

Es lo que tiene estar a las órdenes de un iluso con muy mala baba que se aburre como una ostra en su falso exilio y, sobre todo, se resiste a reconocer una realidad de la que cada día está más alejado. Al final, deshacerse de Carles Puigdemont va a ser la única manera de garantizar la supervivencia de los convergentes. Cuanto antes se pongan a la labor, mejor para ellos. Y para todos.