La sombra de Luis García Berlanga (y de su guionista habitual, Rafael Azcona) es alargada y sigue proyectándose sobre la vida española, aunque sus propietarios lleven años criando malvas. Yo la detecto en el chusco incidente del cuartel barcelonés del Bruc, en esa rifa de los servicios de una prostituta para financiar los jolgorios derivados de la patrona del arma de infantería, la Purísima o Inmaculada Concepción. Tener de patrona a una virgen embarazada por un palomo que asegura ser el Espíritu Santo y homenajearla yéndose de putas es de una desfachatez asombrosa, pero tiene elementos de una indudable comicidad muy española, en general, y muy militar, en particular. A fin de cuentas, la lógica militar siempre ha sido bastante peculiar, cuando no incurría directamente en el oxímoron.
He recordado estos días, a raíz de la que se ha armado con la rifa del cuartel del Bruc (perpetrada por suboficiales y parte de la soldadesca, mientras los oficiales, que no comparten el bar con esos dos colectivos ni que los maten, han arrugado ostentosamente la nariz ante la delirante propuesta), al inefable brigada Povedilla (no se llamaba así), un hombre que hizo lo que pudo para amargarme la existencia durante mi breve servicio militar (me echaron después de la jura de bandera, por miope, circunstancia que me ocupó dos meses intentando convencer a mis mandos de que me habían reclutado por error).
El brigada Povedilla era un as de la lógica militar, como podrán deducir ustedes con estos dos ejemplos:
1/ Un día nos llevaron en autobús a no sé dónde y Povedilla nos advirtió: “Aquí no se puede fumar, así que haced el favor de utilizar los putos ceniceros”.
2/ Un domingo, ante la renuencia de algunos reclutas a la hora de acudir al tradicional servicio religioso, Povedilla puso orden a los gritos de: “¡Todos a misa, me cago en Dios!”.
Además de Berlanga y Azcona, yo diría que el espíritu del brigada Povedilla sobrevoló también al grupo de garrulos que organizó el sorteo de la furcia en homenaje a una virgen y que tanto ha escandalizado a nuestras almas bellas. Vamos a ver, yo no digo que lo del sorteo sea una maniobra particularmente inspirada, pero me parece una nueva aportación del estamento militar a la tradición humorística española. A diferencia de los reichsburger alemanes, aquí nadie estaba planeando un golpe de Estado ni atentando contra la democracia, pues solo se trataba de una iniciativa de una pandilla de gañanes a los que, en su burricie, les parecía de lo más normal festejar a su virginal patrona con un sorteo en el que el vencedor, previo pago de 3 euros por el boleto pertinente, podría beneficiarse a lo que eufemísticamente se presentaba como una dama de compañía.
Convertir una sapastrada castrense en un delito grave y muy revelador de cómo las gasta el heteropatriarcado me parece una exageración. Sobre todo porque los civiles también tenemos maneras muy peculiares de celebrar todo lo relacionado con el Altísimo: en Navidad nos atiborramos a comer porque Jesucristo ha nacido en el portal de Belén, donde pasa más hambre que un tonto junto a sus progenitores y, encima, cuando aparecen los Reyes Magos, en vez de pollos y polvorones, se descuelgan con oro, incienso y mirra (que nadie sabe muy bien lo que es, por cierto, pero da la impresión de que no se come); cuando llega la Semana Santa, en vez de quedarnos en casa sufriendo porque nos han crucificado al Redentor, salimos corriendo hacia la playa y la montaña y que te zurzan, Jesusito, que ya pillaremos una buena torrija el día que resucites, para compensar.
Lo de la rifa del Bruc, ciertamente, es impresentable, pero forma parte del humor militar, que siempre es involuntario (¿en qué otro estamento se arresta a una pared porque se la comió un recluta corriendo y se partió la crisma?), y del humor español en general, del que Berlanga y Azcona (y puede que también el brigada Povedilla) constituyen brillantes ejemplos. Impónganse, pues, las sanciones preceptivas y cambiemos de tema, que este ya no da para más. A no ser que los lazis se agarren a él para exigir la salida de los militares de Barcelona, lo que también podría ser.