La feroz justicia de la dictadura española ha dejado en libertad, sin medidas tutelares, a Gonzalo Boye, el Rodríguez Menéndez de las causas más cutres: el terrorismo vasco, el narcotráfico y el prusés; puede que haya defendido algunas más, pero éstas son las que me constan. Ya de joven, al frente de unos petardistas chilenos, colaboró con ETA, lo cual le valió unos cuantos años a la sombra, que dedicó a estudiar Derecho para seguir incordiando a la sociedad que lo soporta desde otros frentes. Si Rodríguez Menéndez se apañaba con la Dulce Neus --la mujer que se cargó a su marido por persona interpuesta, su propia hija--, Boye le echó una mano al narcotraficante gallego Sito Miñanco, otro pilar de la sociedad (aunque ahora se haya salido de rositas, los investigadores insisten en que ayudó al padrino a evadir 900.000 euros). Pero no alcanzó la fama hasta convertirse en el abogado de Puigdemont y algún que otro fugado más de la justicia española. Desde ese momento, es adorado por las masas procesistas, publica libros que éstas devoran, se hace el listo cada vez que lo entrevistan y hasta tiene columna fija en el muy subvencionado panfleto del arribista Pepe Antich.
Al procesismo le escandalizó que la justicia se interesara por su ídolo en relación con el narcotráfico, pero a muchos no nos extrañó lo más mínimo: con semejante hoja de servicios (a sí mismo), no sería de extrañar que ese señor bajito --aunque parezca alto cuando se sitúa junto a Alonso-Cuevillas-- y de calva reluciente se hiciera amigo de Sito Miñanco. Hay todo tipo de gente antisistema, y un narco también puede serlo, incluso en un sentido más literal que cualquier otro ciudadano.
Al procesismo, evidentemente, le da igual que un tipo con semejante historial sea el defensor de su Líder Máximo. ¿ETA, narcotráfico? ¡Tonterías! Lo importante es que proteja a Puchi de los ataques del pérfido Estado español. Es más, están todos convencidos de que las acusaciones de colaboración con el narco son una mentira más de los españoles, que intentan jorobarle la vida por su gallarda actitud pro Puchi. Lo más difícil es empezar con tu visión delirante de la realidad, pero una vez has aplaudido a Arnaldo Otegi, ese hombre de paz, en sus visitas a Cataluña y has comprendido los motivos de los que quemaron Barcelona hace unos días, aunque se dedicaran al robo de televisores y patinetes durante los saqueos patrióticos, ya no hay quien te pare. Si has leído Matar un ruiseñor o has visto la película con Gregory Peck, hasta puedes decir que Boye es la reencarnación de Atticus Finch y quedarte tan ancho.
Los que creemos que Boye se pasó por el forro la capacidad de redención del sistema penitenciario español, que le permitió pasar de terrorista a abogado, pensamos que este sujeto puede haber ganado la primera batalla con la justicia, pero no la guerra. Wait and see, que dicen los gringos.