El intento de pacto del PSOE con ERC de cara a lograr una mayoría parlamentaria que le asegure la investidura de Pedro Sánchez como presidente, me temo que sólo puede acabar entre mal y muy mal. Centrar la pretensión para lograr la estabilidad política de futuro en esta opción, y sólo en esta opción, es una estrategia que probablemente resultará fallida. El problema no es tanto equivocarse de opción, sino las puertas que se han cerrado al tomarla y en que el plan B es ir a unas nuevas elecciones que, parece bastante claro, darían una mayoría a las opciones derechistas toda vez que la izquierda y especialmente los socialistas cargarían con el fracaso. Portarían los socialistas, en este caso, una fotografía demasiado nítida no sólo de incapacidad para construir una mayoría, sino de haber derrochado sus opciones haciendo apuestas perdedoras y, además, poco comprensibles para una buena parte de la sociedad española. Que pretendas fiar la estabilidad política justamente a aquellos que han expresado por activa y por pasiva que les interesa una inestabilidad perpetua mientras cuestionan el Estado de derecho, por más que la política haga extraños compañeros de viaje, resulta inimaginable y, al mismo tiempo, bien poco plausible. Al independentismo le conviene, y así lo han expresado reiteradamente, una situación de bloqueo parlamentario y gubernamental. Pretender que te ayuden a superar la situación a la que justamente aspiraban, no parece muy realista y menos que lo hagan a un "precio" político que pueda resultar asumible.

No nos engañemos, el resultado socialista y de las izquierdas en las últimas elecciones resultó una "amarga victoria". Se hizo un mal cálculo al convocarlas: debilitó la mayoría y se perdió mucha credibilidad y confianza por el camino. El pacto con Podemos, que todos los electores de izquierdas quisiéramos, resulta insuficiente y nace notoriamente tocado. En cualquier país donde el conservadurismo no fuera tan cavernario, el pacto de investidura se habría hecho entre los grandes partidos atendiendo especialmente a la necesidad de dar estabilidad a un sistema político y a unas estructuras institucionales puestas en cuestión desde el independentismo catalán. Parece que esto no se producirá y siempre nos quedará la duda de si se ha hecho un intento serio para ello, tanto por parte de unos como por parte de los demás. Parece que al PP y a Cs les gusta más la estrategia del caos y, sobre todo, no reconocer a la izquierda la legitimidad para gobernar. El déficit de cultura democrática resulta muy evidente cuando esto ocurre. Pero la estrategia socialista de renunciar a acuerdos sólidos, aunque difíciles, los ha llevado a dirigir la mirada y crear unas expectativas de pacto con ERC que resultan, como poco, irreales. Esquerra y el conjunto del independentismo aprovechan su oportunidad para encallar la política española, sometiendo al PSOE a un vía crucis en la cima del que no hay más que una ficción de acuerdo. Y es que en este mundo hay ingredientes que no combinan en absoluto. La consistencia sólo la puedes fiar aquellos que pueden y te la quieren dar, y esto tanto en términos numéricos como emocionales. Hay sumas que, suponiendo que se dieran, no harían sino restar.

Los entendidos y más dados a la práctica de la puñetería política afirman que el pacto al final se hará. Que ERC lo necesita más que nadie como escapatoria del callejón sin salida en que se encuentra la política catalana y deshacer el camino quimérico en el que está ubicada ésta. Así, habría que dar por bueno que la escenificación fuera larga y que sólo cedieran en el tiempo de descuento para evitar que los recalentados seguidores independentistas los tildaran de traidores como, de hecho, ya han empezado a hacer. Los que así opinan, quitan toda importancia al verbalismo agresivo y descalificador que se sigue utilizando y no contabilizan el coste político de las humillaciones que por el camino hay que dar por buenas. Como resulta frustrante e incomprensible el carácter provocativo que tiene la estrategia de lentitud y demora. Y es que el problema no sólo es el coste que todo ello tiene por el PSOE, sino el efecto que tiene sobre la política y el sistema democrático español. Que al final ERC, una vez hecho el daño, se comporte como un partido "responsable" está por ver, y no es muy claro que, a medio plazo, esto sea lo mejor para nadie. Hay ideas que además de ser difíciles de llevar a la práctica, resulta que no son buenas. La cuestión es que en la salida de este envite la izquierda se dejará la piel y las opciones de futuro, dando paso a una mayoría derechista que durará muchos años.