Los llamativos resultados de Vox le consolidan de forma expresiva, con 52 escaños, manifiesta expansión territorial, tres millones y medio de votos y como tercera fuerza en el Congreso de los Diputados. Se aduce que el mayor impacto de Vox se debe a la performance de Santiago Abascal en el debate electoral de TVE pero es de considerar que, antes de un emerger tan espectacular, el tejido de un partido de tales características estaba constituyéndose en los últimos años. No era solo como correlato de la mayoría de países de la Unión Europea sino por la ruptura de los grandes consensos entre centro-derecha y centro-izquierda que estaban fosilizándose en cuestiones como --por ejemplo-- la inmigración o la asunción más bien opaca de un lenguaje políticamente correcto. A eso Vox suma una respuesta más que drástica al problema ya sistémico del nacionalismo catalán, con propuestas tan de choque como desorbitadas.

Abascal después de los resultados del 10N / EUROPA PRESS

Otra cosa es si Vox va a conseguir encontrar el tono justo para el gran debate sobre lo que se llama el desbloqueo y que en buena parte tiene por origen un ejercicio inmaduro, irresponsable y superficial de la política, con Pedro Sánchez como figura destacada, como alguien que quiso salirse del laberinto convocando elecciones para acabar perdiendo votos, escaños y capacidad para conglomerar un nuevo Gobierno. Ahí estará esperándole Vox, dispuesto a ganarle terreno al PP pero a la vez necesitado de abrirse a postulados menos reduccionistas.

Esa irrupción de Vox llevará a la izquierda a la vieja trampa del lenguaje antifascista y a la derecha a la urgencia por adaptarse a la aparición de ese nuevo competidor, como se ha visto en los gobiernos autonómicos de Andalucía o de Madrid. En el caso de Cataluña habrá que indagar si, después de los graves disturbios de los CDR, el voto de orden existe realmente. Parece que menos de lo que era previsible. Al contrario, ERC sigue sin asumir un giro respecto a la unilateralidad, mientras JxCAT sobrevive en el maximalismo arcaico y el electorado catalán premia a la CUP con dos escaños. En conjunto, el independentismo baja cinco puntos pero no se divisa un avance del constitucionalismo: el PSC mantiene sus 12 escaños, Cs pierde tres escaños y se queda en dos, los mismos que obtienen Vox y Cs. Para unas elecciones autonómicas anticipadas, el panorama es de una confusión superlativa.  

A la derecha de la derecha, Vox responde a una insatisfacción de no pocos votantes con la irresolución política, las deslocalizaciones, la precariedad, la ortodoxia de los viejos consensos y el requerimiento de soluciones simples para problemas complejos. Es una concreción más de la desconfianza. Fácilmente puede mantenerse más en la gestualidad del emocionalismo que por métodos de racionalidad, pero ahí está ya en el elenco de protagonistas de la vida pública en España.