Después de una década de silencios, las grandes empresas han hecho oír su voz en la Cámara de Comercio de Barcelona, comandada por Eines de País (bajo el paraguas de la ANC). En el último plenario, las compañías decidieron hablar claro ante el intento del comité ejecutivo de la Cámara de realizar un homenaje a Carles Puigdemont y al fantasmagórico Consell per la República en Prats de Molló, una referencia pirenaico-republicana de triste memoria. El nacionalismo descansa en la evocación, a lomos del ocio contemplativo; presume de conocimiento y de tedio, pero desconoce el trabajo y la rendición de cuentas.

Mònica Roca, presidenta de la Cámara de Comercio de Barcelona, dibujada por Farruqo

Mònica Roca, presidenta de la Cámara de Comercio de Barcelona, dibujada por Farruqo

Un organismo corporativo que defiende el interés general no puede estar más lejos de la realidad. La presidenta de la institución, Mònica Roca, ha tratado de aprobar el cambio de escudo con la supresión del símbolo de la Corona, un manifiesto de reconocimiento al Consell per la República y la reducción de las llamadas sillas de plata, que representan a las grandes empresas. Roca encarna el secuestro de la Cámara de Comercio de Barcelona por parte del mundo soberanista, que una vez más quiere incumplir un fallo judicial del TSJC. Durante años, los miembros del ente han mostrado sumisión al imperio pasajero de la Montaña frente a los líderes industriales que prefiguran la posteridad. Pero hoy se ve, a la luz de los hechos, que el actual comité directivo de la institución difunde una ideología contraria al empuje real de la economía. Sus miembros temen perder el control después de que el TSJC haya confirmado la anulación del decreto que reguló los últimos comicios celebrados en la Cámara en 2019. El TSJC anuló el decreto de la Generalitat –administración responsable de las cámaras— al considerar que se había omitido el trámite de la participación ciudadana en la elaboración de las normas. El Govern trató de justificar la omisión de este trámite, pero el tribunal considera que sus argumentos de urgencia no han sido acreditados y que, en consecuencia, en los últimos comicios, se conculcaron los derechos de los votantes. Carles Tusquets –presidente del Banco Mediolanum en España, expresidente del Círculo de Economía y referente de la sociedad civil catalana— ha instado a convocar de forma inmediata nuevas elecciones: “Una vez es firme la sentencia del TSJC, no queda otro camino que la disolución de los órganos electos”.

La actual Cámara de Comercio de Barcelona es la sombra de un pasado digno; se constituyó en 1966 como unión de los representantes del comercio de orientación librecambista y de los patronos de la industria, antiguos defensores del arancel. La plenitud de aquel momento se reflejó en la imagen de emprendedores como Andreu Ribera Rovira; se alargó en la fase de Josep Maria Figueras y se concretó bajo las presidencias sucesivas de Antoni Negre y Miquel Valls, ambos de marcado acento europeísta. La Cámara de Comercio llegó a ser un Senado en la sombra de la economía catalana; hoy sin embargo es una asamblea de la menestralía y los gremios. Las citadas sillas de plata están en minoría –Caixabank o Banc Sabadell, compañías cotizadas como Agbar o Naturgy, y empresas familiares con presencia en diferentes sectores (alimentación, servicios, cemento, economía digital…)— pese a mantener la institución con el pago de sus cuotas. La sede de la Llotja de Mar fue tomada un día por los descamisados, que han demonizado el valor de la Taula de Canvi, las Cartas de Navegación y la Junta de Comercio.

En el último plenario, celebrado el pasado miércoles, tomó la palabra el letrado Josep Maria Coronas (Criteria), recogiendo la opinión de las corporaciones. Desveló que los puntos sometidos a la aprobación por parte de la presidenta, Mònica Roca, escapan a la defensa de los intereses generales y muestran un grado de “politización inaceptable”.  

Ahora, la crisis energética y la inflación han convertido a la economía en un vector de la geopolítica que pone en jaque a la UE; el cambio de rumbo marcado por la Alianza Atlántica en la Cumbre de Madrid refuerza la Realpolitik y dispersa a las fuerzas que atacan el orden constitucional. Se acerca el fin del régimen pagano abatido por la ciencia y la elocuencia. En la Cámara de Comercio de Barcelona, la economía regresa para limpiar el templo de falsos profetas.