Cada vez que por ahí dicen que les gustaba mucho La Trinca, como generadora del gran humor catalán, me sale un sarpullido. Es como si te arrancaran de cuajo del sillón para meterte en un portal lleno de gentes embrutecidas por el humor escatológico de aquel ¿Quesquesé se merdé? Te dicen “si, ya se sabe que a los catalanes os gusta mucho reíros del culo y la mierda”. Ahí tienes al caganer del pesebre de Navidad, “algo muy vuestro ¿no?”. Tampoco faltan los convencidos de que los residuos sólidos humanos, son una “fuente de alegría”. Por eso me pongo malo cada vez que Josep Maria Mainat sale dispuesto a decir algo feo. Todo eso está al margen de la innegable calidad escénica de aquel trío que te gustaría más o menos, pero que se ganó un puesto en el Olimpo de Dionisos, aunque fuera un Dionisos casolà.

Josep Maria Mainat, miembro de la Trinca y fundador de Gestmusic, nos ha llamado hijos de puta, a la troupe de Crónica Global, por haber publicado que el Govern fichó a Oriol Mitjà como asesor, el científico independentista que guiará el plan para finalizar el encierro elaborado por la Generalitat, a pesar de que no tenga competencias en la materia. ¡Ojo!, Oriol Mitjà y  Bonaventura Clotet, están liderando un ensayo que pretende probar la efectividad de un tratamiento preventivo contra el Coronavirus a partir de la hidroxicloroquina; cuentan con la colaboración del Hospital Germans Trias , el Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa, el Instituto Catalán de la Salud, el Departamento de Salud de la Generalitat, el Centro de Estudios Epidemiológicos sobre les ITS y Sida de Catalunya (CEEISCAT), así como los laboratorios Rubió y Gebro.

Josep Maria Mainat, por Farruko

Josep Maria Mainat, por Farruko

¡Bravo por Mitjà!, pero nosotros solo decimos que Torra y Mitjà no van a decidir sobre nuestro confinamiento. Esto depende del Centro de Coordinación de Emergencias y Alertas Sanitarias. Un poco de orden, por favor. No dudo de que su ensayo vaya a obtener enormes resultados, pero espero que los pongan a disposición de todos y bajo el mando único que combate a la pandemia; recuerden que sentirnos diferentes es la mejor forma de ser españoles (ya sé que a Mainat, esta coletilla del Tiempo del 98 se la refanfinfla). Sabemos muy bien que Torra hará lo que le da la gana y después, si algo sale mal, dirá que el Gobierno de Sánchez ha aprovechado el virus para recentralizar competencias. Mentira gorda. En cambio, lo que es verdad es que el Govern bloquea la instalación de un hospital que está levantado la Guardia Civil, y que la Fiscalía lo investiga.

Cuando los del procés ven un uniforme les da el mismo escozor que a mí, cuando veo a Mainat, a punto de bla, bla, bla. La diferencia es que Mainat no instala hospitales de campaña ni desinfecta residencias de mayores, como si hace el Ejército. Sí, el Ejército constitucionalista, con sus salas de banderas atentas a la voluntad popular, representada por la bravísima ministra de Defensa, Margarita Robles, como en su día lo hizo la inolvidable Carme Chacón.

Josep Maria Mainat es un daimon de esta crisis, un espíritu que divide y parece incapaz de dominar su propio genio. Ve el mundo con los ojos que acaban de despertar. En su asilvestrada circunstancia, él habla de la nación, bajo cuyo manto, las ideologías entran en el ocaso tantas veces anunciado. Si el mapa de la nación es la nación misma, la cartografía como ciencia muere, advierte Borges en su cuento Del rigor en la ciencia. Es decir, cuando la nación lo es todo, se pierden sus topónimos, sus detalles, sus destellos y hasta se desgarra la misma lengua vernácula, que los del procés dicen defender.

Hay cómicos de voz entrecortada y poetas de voz perturbadora. Mainat no forma parte de ninguno de estos dos lotes. Él no es precisamente un prerrafaelita; es un cridaner. Se encuentra entre los combatientes que quieren secularizar la epifanía de la religión soberanista. Estos combatientes, estafados por sus dirigentes, han bajado sus decibelios a causa de la dura pandemia; se habrán acordado de que San Pablo ya advirtió a los Corintios de que su idolatría les costaría carísima. Se les oye menos, pero se les percibe. Son un griterío acallado por el niño feo, Oscar Matzerath, que ha vuelto para repicar el Tambor de hojalata como lo hizo mientras duró el ascenso de la fuerza racial-nacionalista germánica que destruyó millones de vidas. Esta misma fuerza se camufla hoy bajo el ideal del Estado-nación dispuesto a regresar en medio de una Europa devastada y dividida por el ascenso del populismo; da lo mismo que sea el populismo del facineroso Viktor Orban, en Hungría, que el de JxCat aquí.

En la novela de Günter Grass (pasada al cine por Volker Schlöndor), Matzerath es la metáfora del mal; el himno ensordecedor que suena de fondo, mientras la cámara de gas elimina al disidente; al otro. Un ruido de tambor que hoy parece dispuesto a regresar para desmontar a la condición de ciudadanía, derecho irreversible.

Mainat se sintió atraído por el teatro y la imagen. Felicidades y respeto, al que conoce el sudor del proscenio. Quizá, en el interior de su ser, lucharon el idealismo y el realismo, como le ocurrió al joven Wilhelm, aquel que, gracias a los escenarios, pudo conocer la complejidad de la vida. Usted ha seguido el itinerario pedagógico que conduce al éxito mercantil; no le culpo; vendió Gestmusic para ser millonario ¡Felicidades! Pero antes de insultarnos por decir la verdad, calibre la pasión de nuestro cometido. Llegamos a muchos lectores haciendo periodismo crítico del bueno, no dispersando bulos ni insultos (como usted) en las redes.