La maté porque era mía. Así se resume el adiós a la ampliación del Aeropuerto de El Prat, después de años de batallitas planteadas por el Govern. Se repite la ceremonia: la Generalitat solo convertirá El Prat en un hub internacional, a cambio de la gestión de Aena en Cataluña; y esta es la excusa final de Aragonés y su partido, ERC, para poner el último obstáculo al proyecto de ampliación. Los empresarios, a través de Fomento del Trabajo, exigen la ampliación y el resultado del choque es, una vez más, la parálisis. ¡Qué desorden, qué entropía! Quin garbuix! Los nacionalistas lo tienen todo amontonado: la política, los negocios, la familia, el ascensor social. Todo a la vez y manga por hombro.
Detener el progreso enfervoriza a los descontentos tras el sonoro fracaso de la Diada de la señora Elisenda Paluzie y sus levantiscas falanges, cuyo único objetivo consiste en reabrir las heridas del resentimiento ¿Quién es Jordi Puigneró, dirigente de Junts, vicepresidente del Govern y consejero de Política Digital y Territorio, para jugar con las conexiones internacionales? Puigneró ha sido beligerante en contra de la ampliación y en el último minuto se ha vuelto moderado; amparado en el gen económico de la antigua Convergència, le ha pasado responsabilidad a ERC, un partido que ahora se las da de medioambientalista. Al Govern no le importa porque el Pla del Lluçanès y la Plana de Vic están a tiro de piedra. Pero los demás viajan, ¿saben ustedes? Los demás tienen empresas, trabajos remunerados por el selectivo mercado de la propiedad privada, donde el desbarajuste indepe no tendría cabida por faltón, imprudente y torpe.
La suspensión del proyecto supone abandonar una inversión de 1.700 millones de euros y la pérdida de 350.000 puestos de trabajo directos e indirectos. El lío ha desembocado en una guerra de reproches entre Govern y Gobierno, a pocos días de la mesa de negociación bilateral, y en la disparidad de criterios entre PSOE y Podemos en el mismo Consejo de Ministros. Los comuns, ¡progres y verdes hasta el último aliento!, parecen los únicos beneficiados. Ya sabemos que las tierras lacustres de La Ricarda no pueden desaparecer a causa de la prolongación de la pista de aterrizaje y que la Comisión Europea lo respalda. Pero para no perder los humedales hay soluciones de ingeniería que los políticos no quieren conocer a fin de sostenella e no enmendalla.
Puigneró ha jugado con fuego y ahora responsabiliza del desaguisado al populismo de sus socios. Ante semejante salida, vale la palabra de la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, quien anuncia la suspensión del proyecto a la espera de que "la Generalitat hable con una sola voz". Pues que espere sentada. Ya lo dijo Aznar: "Los soberanistas se matarán entre ellos". Y lamento decir que este hombre oscuro y de través tenía razón.
Las infraestructuras catalanas han sido una fuente de dinero irregular y un pretexto para la inacción, que viene de lejos. A Jordi Pujol, le recordamos vendiendo ejes transversales y túneles que se hicieron eternos. Durante el nacionalismo reformista, la obra civil en Cataluña se resumía en operaciones irregulares al amparo de la opacidad de las finanzas analógicas. El Prat estaba muerto en 2005 hasta que Aena licitó la T1, la gran terminal. Como siempre, el Estado se ocupó, igual que lo hizo el Ministerio de Cultura reconstruyendo el Gran Teatro del Liceo, después del evastador incendio de 1993. Me acuerdo de la mano dura que gastó entonces el gran Oriol Bohigas a la hora de decirles a los propietarios de los palcos apolillados, sedentarios misóginos del Círculo del Liceo, que abandonaran su papel de falsos dueños porque el dinero lo ponía el Estado.
Pues ahora es lo mismo: la inversión la pone Transportes, pero los indepes quieren la titularidad de Aena en el nuevo Aeropuerto de El Prat. Es una infraestructura pública, es de todos, de las dos administraciones y de la red municipal del territorio. La economía, la cultura y el turismo de élite (el que deja pingües ganancias) necesitan la ampliación. Los privilegios de Aragonés son inmerecidos a todas luces; en cuanto a su falsario segundo: ¡Treguis la son de les orelles, senyor Puigneró!