Vive en una realidad alternativa. Un día inventa una agencia del espacio de redes clientelares y al siguiente colapsa la web a través de la cual los autónomos se dirigen al Govern para solicitar los 2.000 euros de ayudas ofrecidos por el sector público, en plena pandemia. El conseller de Políticas Digitales de la Generalitat, Jordi Puigneró, desborda entusiasmo y avaricia; ha condenado a miles de autónomos a la espera dramática de una ayudita que no llega. Además, el solo y sin ayuda de nadie ha desmontado la transformación informática de las escuelas catalanas tirando a la papelera un esfuerzo de décadas; este ganapán vestido de ingeniero ha agrandado la brecha digital en el mundo de la enseñanza catalana, aunque su cargo sugiera lo contrario. Está visto que para ser un buen ciudadano de su República Digital hay que aprender a sufrir los rigores del engaño.

Anunció su candidatura en JxCat por su capacidad de “conciliar la militancia independentista con la capacidad de gestión”, dijeron los militantes de su partido, que tienen la vista en Cuenca. Pero pronto retiró su opción para flanquearle el paso a Laura Borràs; lo hizo pensando que la magia de las batallas políticas radica en que quien las contempla está obligado a luchar. Sin punch es imposible sobrevivir en el partido de Puigdemont y eso obliga al conseller a meditar su futuro. Sabe además que, si antes de los comicios hay un rebrote revisionista, siempre tendrá un plato en la mesa troyana de gentes como Marta Pascal, Graupera o la Chacón. Las dos mujeres le acogerían en el valle del encuentro después de la batalla; de Jordi Graupera i Garcia-Milà recela por temor al gentilicio; le cae simpático, pero no deja de ser el nieto de Félix Graupera, patrocinador del Sometent.

El último juguete de Puigneró es el Centro de Blockchain, creado entre la Generalitat y la Cámara de Comercio de Barcelona para rastrear el mercado de las criptomonedas en busca de rentabilidades altas. En vez de contar en euros, como todo el mundo, ellos contarán en Bitcoin. Ya pueden imaginárselos juntitos y opacos: Puigneró y Joan Canadell, presidente de la Cámara por delegación de la ANC, diseñando inversiones con el dinero de muchos incautos. Ellos dicen que el Blockchain es fruto de un convenio Cámara-Generalitat para impulsar la “transformación digital del tejido económico y del sector digital”. Pues a tenor del palabrerío, más bien parece un negocio de mercadillo o una pirámide con pies de barro. El caso es que, al frente del invento, han colocado a Quirze Salomó, ex consejero delegado de Nostrum, la cadena de franquiciados que distribuía comida y se autoproclamaba el McDonald’s de la alimentación sana europea. Nostrum duró lo que duran tres inviernos; entró en quiebra y dejó a un centenar de empleados en la calle.

Jordi Puigneró, por Farruqo

Jordi Puigneró, por Farruqo

Muchos se lo preguntan: para el poco tiempo que le queda, ¿Puigneró no podría hacer de consejero en un Govern de brazos caídos y dejarse de monsergas? Pues no, el hombre inventa; es un Julio Verne de la economía digital; vive perdido en el Hotel Artemis, aquella peli que cuenta la historia del santuario secreto de los malos, mientras en la calle se producen enormes disturbios por la privatización del agua, que en el caso de Puigneró sería el internet libre. El conseller se pone el mundo por montera y modifica la memoria de la mano del Institut Nova Història. Allí, en aquel taller de troquelados y fragmentos, denunció la gran mentira del milenio al descubrir que Cristóbal Colón se llamaba Cristòfor y era catalán. Sus salidas carcamales, desde la NASA de pa sucat amb oli hasta la peligrosa cripto-economía o la falsa historiografía, provocan la hilaridad de la prensa británica y nuestra vergüenza ajena. Al fin y al cabo, Puigneró es un político del Ejecutivo autonómico, cubierto por derechos constitucionales que le protegen y que él desprecia.

Nació en la rambla de la Ribatallada de Sant Cugat; estudió Sistemas de Información en la Universidad de Surrey (Reino Unido) y se fogueó en el Vallès tecnológico del Deutsche Bank y la IBM. Vocación no le falta. Puigneró pinta rayos y relámpagos, a golpe de ordenador, pero no ha sido capaz de destinar una partida presupuestaria a los centros de enseñanza para que dispongan de ancho de fibra. Muchísimas escuelas no tienen wi-fi; y cuando se le pregunta, él responde que de esto se encarga Educación. Para irse de rositas, utiliza la tensión entre su partido y ERC en el seno del Govern.

El Ejecutivo catalán es un bosque silencioso de adelfas destrozadas por la carcoma de la piedra. No hay debate ni gestión; solo el paso del tiempo espoleado desde los cuarteles generales de los partidos soberanistas que quieren llegar invictos a los comicios de febrero. Pero lo de los autónomos, que no reciben subvenciones a causa del colapso digital, es tan escandaloso que toda la oposición pide la comparecencia en la Cámara catalana del president en funciones, Pere Aragonès, y su corte de consejeros implicados. La respuesta de la portavoz, Meritxell Budó, es un dardo fácil contra la Moncloa: “El apoyo del Estado español a los autónomos no solo es de cero euros, sino que además les sube las cuotas. Y los ERTE no se pagan desde agosto”. ¿Se encargará de hacerlo Puigneró con su reserva de liquidez Bitcoin? Si es así, cuidado con los intereses que siempre van a cargo del contribuyente.

Cada vez que se interpela al Madrid enemigo, el Parlament de la Ciutadella se convierte en un promontorio del tiempo. Sus paredes devuelven el eco de la nada y en su interior un grupo de políticos repiten siempre la misma canción. Nadie vela por un futuro más digno. Pronto Puigneró se repantingará en su banco antes de exponer la filosofía reptiliana de la salvífica cultura digital, que ha embarrancado a causa de su dejadez.

 

Destacadas en Crónica Política