La quiebra de la cadena hotelera Husa acaba de convertirse en liquidación. El último estallido se ha producido en la alta Diagonal, donde Joan Gaspart fundó el Princesa Sofía y se lo vendió al Banco Santander para recuperar después una gestión ruinosa. El caso del imponente Hotel Fairmont Juan Carlos I, que hoy se vendería por un plato de lentejas, es parecido: perteneció a Gaspart tras el Plan de Hoteles de los Juegos de Barcelona de 1992, pero se lo quedó la familia real saudí, por la mala gestión de Husa.

El ruidoso final de ahora encaja con el primer alarido de dolor de la cadena, en 1990. Aquel síntoma tuvo lugar en el número 668 de la misma Diagonal, con la venta del Palacete Abadal por parte de Joan Gaspart al grupo Fibanc de Carles Tusquets, que lo ha convertido en la sede española de Banco Mediolanum. Construido al rebufo de la Expo Universal del 29, el Abadal, obra del arquitecto Adolf Florensa, es un edificio neoclásico de gusto afrancesado, considerado como una de las joyas del noucentisme. El hotelero desinvirtió este bien histórico, imposible de monetizar, pocos días antes de presentar su candidatura a la presidencia de la Cámara de Comercio de Barcelona, que finalmente recayó en Antoni Negre. Sin apenas percibirlo, Gaspart atravesó con aquella venta la fina membrana que separa la cumbre del precipicio.

El apellido Gaspart y la marca Barcelona han ido siempre de la mano. El pionero de la cadena y padre del hotelero, José Gaspart Balbuena, regentó el Hotel España de la Calle Sant Pau, situado a pocos metros del Gran Teatro del Liceo, con artesonados modernistas, espejos decó y escaleras de mármol. El conjunto fue remodelado por Domènech i Montaner, el pintor Ramón Casas y el escultor Eusebi Arnau, autor de una chimenea de alabastro de cinco metros de altura en el llamado Salón de las Sirenas. Situado en el corazón del Raval, el histórico Hotel España fue un emblema de la soprano Renata Tebaldi y hasta de su contrincante, la mismísima Callas, aquella Medea perseguida por el trágico fatum romántico, que adelantó su final. La Callas dio su único recital en el Liceo en mayo de 1959; su discutida puesta en escena culminó con una alfombra de flores sobre el entarimado y el público entregado, después de unos comienzos dubitativos. Cuando la ciudad encajaba el silencio impuesto por los vencedores, los grandes tenores y las mezzos de la época convirtieron las habitaciones del España en improvisados camerinos para recibir a su legión de admiradores, al final de cada función. Aquel hotel, el mejor de Barcelona en la primera mitad del novecientos, fue ampliamente superado por el Ritz y por el Avenida Palace, ambos en la órbita decaída del grupo Gaspart y ambos intactos hoy en manos de otros inversores, a un lado y al otro del Paseo de Gracia.

Joan Gaspart, por Pepe Farruqo

Joan Gaspart, por Pepe Farruqo

La trayectoria de Husa saltó de Ciutat Vella al Eixample a partir del medio siglo, coincidiendo con el traslado del Hotel Gran Colón de Plaza Cataluña al Hotel Colón situado frente a la Catedral, nido de intelectuales y artistas, como reflejan las crónicas, la memoria de hispanistas, como Paul Preston y Sebastian Balfour, y las estancias prolongadas del pintor Joan Miró. La influencia de los Gaspart llegó más lejos; alcanzó el Tibidabo, la montaña mágica del Tranvía Azul y del Hotel La Florida, el resort urbano sobre la ciudad, una singular Luna de Valencia, que hizo las delicias de los gentilhombres afines a la institución de la querida.

La Barcelona de los Gaspart ha contado hasta su último aliento con perlas decadentes, como el Hotel Oriente, una de las desinversiones más sonadas de la cadena, un edificio de Ramblas, rediseñado sobre un convento del XVI y situado frente a sus competidores actuales, al estilo del Petit Boquería o el Cuatro Naciones. Estos últimos jalonan el recuerdo del mítico Hotel Internacional (fue propiedad de Gaspart Balbuena), en los altos del Café de la Ópera, narrado por Georges Bataille en El azul del cielo y también en La Marge, obra del erotómano Pieyre de Mandiargues, poeta malditista, impresionado por la alturas de nuestras esculturas urbanas.

Husa, una de las mayores cadenas hoteleras de España, se ha estructurado en dos divisiones: Husa Hoteles, con más de 160 establecimientos nacionales e internacionales que han alcanzado más de 12.000 habitaciones, y Husa Restauración. Ahora, tras no poder hacer frente al pago del convenio de acreedores presentado en 2015, la cadena se desfonda, aunque muchos se preguntan por las siete vidas de Joan Gaspart. Al célebre hotelero se ha dado por desaparecido de los negocios varias veces, pero ha regresado siempre como un fénix para ponerse al frente de la cadena, o lo que queda de ella; hasta la fecha ha sido capaz de compaginar su negocio con los consorcios público-privados más influyentes, como Turismo de Barcelona, el Gremio de Hoteleros, Fira Barcelona o el palco del Camp Nou, ostentando la presidencia del Barça en un paréntesis de funesta memoria, posterior al constructor Josep Lluís Núñez.

En la primera fase de su concurso, Husa consiguió una quita del 95% de los créditos ordinarios (90 millones), gracias a la cesión de activos. Pero ahora, desarbolada por las consecuencias de la pandemia, la cadena no ha podido cumplir con el retorno del 5% restante, y este último incumplimiento ha puesto en la piqueta a su matriz, provocando su vuelta al trámite judicial del concurso. ¿Será el fin o habrá un nuevo resurgir? Si la piel de las ciudades son su calles, digamos que los hoteles son su memoria. De momento, Husa liquida, adornada de silencios y complicidades. So long al último hotelero.