Hoy se levanta un mundo nuevo, que se edifica sobre los pilares del pasado industrial. Vivimos tiempos de refundación. El relevo en el Círculo de Economía, que sitúa en su presidencia a Javier Faus, expresa la densidad del cambio de modelo en el que estamos inmersos. El prestigioso foro de opinión es una puerta de acceso al futuro de una sociedad compleja; representa al escenario de un combate entre la posmodernidad y el relativismo populista que corroe los cimientos de la libertad. Además, se nos viene encima una catarata de algoritmos en los que navegan ya las nuevas élites. A ellas pertenece sin duda Faus, un financiero modelo City, próximo al catalanismo moderado y una de las bazas para la reconducción de la antigua CiU. Aunque parezca utópico, nunca estuvimos más cerca de una convergencia de salvación en la que se cruzan viejas aspiraciones con nuevos proyectos y con el apoyo de patronos que no han deslocalizado sus sedes, como el propio Faus, o que anuncian su regreso.
El mercado digital actúa a menudo como un nido de mensajes supremacistas y excluyentes --Trump, el Brexit de Boris Johnson, la Rusia de Putin o la Italia implosiva de Salvini--, pero también es verdad que ofrece las mejores herramientas para la regeneración del espacio público. Faus, abogado, máster en Derecho Internacional por la Universidad de Georgetown y MBA por ESADE, conoce muy bien el paño. Fue vicepresidente de la Junta del FC Barcelona, en las etapas sucesivas de Joan Laporta y Sandro Rosell. Es un claro líder de la generación X, incrustado en el relevo de la burguesía del siglo XXI. Su estilo de neutral aliadófilo expresa el coup de dès en el que conviven concepciones diferentes, pero no excluyentes.
Antes de ser investido, Javier Faus ha lanzado un zasca que quiere despertar a los mandarines del sueño ensimismado. En la XXXV Reunión de Sitges, presentó un mapa económico del mundo en el que se puede ver la preeminencia de Cataluña entre las segundas áreas desarrolladas de los países de economías avanzadas. El área de Manchester, en el Reino Unido, supone el 5% del PIB, mientras que Roma, respecto al conjunto de Italia, representa el 11%; y ambas están frente a sus referencias, Londres y el norte de Italia, que llegan hasta el 32% del PIB. En España, los dos motores, Cataluña y Madrid, representan un 19% del PIB. Y, llegado a este punto, Faus se pregunta: ¿Cuál es el problema? “Que Madrid ha pasado en las últimas décadas de representar el 9% al 19%, mientras que Cataluña ha mantenido el mismo peso”. La realidad factual nos conduce. Los mercados nos han colocado donde estamos, y no es Madrid quien nos roba, “aunque no nos facilita las cosas”. Ante sus colegas y los medios españoles e internacionales, Faus destacó en Sitges la recentralización de España no como un fenómeno reciente, sino como “una trayectoria de los últimos 80 años”. Y remarcó que sin reconocer la bicapitalidad de Barcelona “será difícil avanzar”.
La economía productiva, el paradigma pujolista de otro tiempo, erró el tiro a la hora de enfrentarse a los intereses ocultos de una España refractaria; pero en la Cataluña moderna no existe la hegemonía fabril del pasado. Ya no somos un país de fábricas. Para observar nuestra globalidad, debe aplicarse un amplio espectro, empezando por la contribución de Cataluña a la cultura europea, con ejemplos como las artes plásticas y la música, que van desde las vanguardias --los momentos Miró, Casals, Cubismo, Azul, Quatre Gats, Casas o Cau Ferrat-- a los templos de la melodía (el Liceu o el Palau), y hasta el aterrizaje actual de los grandes foros museísticos, como el MNAC, el Picasso o el CCCB. Este último fue propulsado por Josep Ramoneda, miembro de la junta saliente del Círculo, y ejemplo de un cruce muy fecundo entre la cultura y la economía. Además de un relato, el foro de opinión deja un rastro. Con Europa en el horizonte, se plantea hoy el papel de Cataluña ante los nuevos retos globales, pero con siglos a su espalda, tal como lo expone la Història mundial de Catalunya (Edicions 62), coordinado por Borja de Riquer, con prólogo del mismo Ramoneda.
La cultura y la economía del conocimiento son hoy las únicas liturgias capaces de romper el hermetismo de los diálogos recónditos entre Barcelona y Madrid. En el segundo de esos dos polos, destaca la profesionalidad de Faus, que pasó por los bufetes Garrigues y Cuatrecasas antes de convertirse en gestor de fondos. Entre 2001 y 2006, fue director y accionista de HOVISA, propietaria del Hotel Arts; socio responsable de Patron Capital, consejero de Colonial y de Indukern.
La vida institucional de la Generalitat no puede seguir cayendo en la llamada democracia iliberal en el sentido de Fareed Zakaria (The Rise of illiberal Democracy), para quien esta doctrina separa el ejercicio clásico de la democracia de los principios del Estado de Derecho. Pues bien, el foro económico de la Casa Arnús libra sin adornos un combate contra la guerra cultural de cesarismos y nacionalismos excluyentes. En lo económico, la entidad representa la reflexión pausada entre los operadores y las élites del Estado, un punto de partida al que Antón Costas, en su momento, añadió las doctrinas económicas y la conllevancia orteguiana. En lo político, es el sujeto de la moderación; apuesta por ideologías centradas e inclusivas, hilo conductor de expresidentes significativos, como José Manuel Lara Bosch, Carles Tusquets, Juan Antonio Delgado, Enric Corominas, Pedro Fontana o Joan Molins.
En tiempos de refundación, conviene invocar el espíritu de aquel lejano 1953 en el que Carlos Ferrer-Salat creó el Círculo, con sus amigos Mas-Cantí, Güell y Jover. Es aquel grupito de pioneros a los que Jordi Pujol, en sus Memorias (Proa), califica de jóvenes de la muy alta burguesía, señalando el sustrato social y no el logro intelectual. El nacionalismo sigue chocando con el arte de la creación, “la mezcla de elementos que forman un todo superior a las partes”, en palabras de Marcel Duchamp, padre del simbolismo contemporáneo. Ante la dificultad del momento político, el desembarco de Faus alberga la esperanza de que el liberalismo deje de ser entendido como un modelo económico de confrontación y pase a ser un discurso moral, “cuya primera herramienta es la tolerancia”, en palabras del politólogo José María Lassalle.