El político sin cuajo embiste. Albert Batet, cima cabestra de la acción legislativa de Junts, es un patán ideológico supuestamente convertido en atleta parlamentario. En el debate de política general del Parlament, Batet amenaza con ponerse al lado de la CUP, el bando de los perdedores. Él sabrá. Su partido está al borde de la descomposición y lo único que les queda a los ex convergentes es su vinculación con el Ejecutivo catalán, donde mantienen su última cuota de poder.

Batet, nacido en Valls, ex alcalde de la ciudad, convergente, hijo de convergente y nieto de estraperlista vinculado al franquismo, es un tuno en materia de edificabilidad y calificación urbanística. De política no entiende; de fincas sabe un montón. Vive en L’Arboç, el pueblo de los indianos que hicieron fortuna en ultramar; ellos levantaron una dudosa Giralda y ahora celebran la Carretillada, un festival de fuego y luz, en la plaza mayor, a tiro de piedra de chez Batet, casado con una pubilla de la localidad. Aquella unión dio sentido a la trayectoria del homenet, como le llamaban sus amigos de juventud; un sesgo de Segunda B, si lo comparamos con el mil homes que Josep Pla le endosó al joven Pujol.

Albert Batet, por Farruko

Albert Batet, por Farruko

Fue casteller; perteneció a la Colla Vella de los Xiquets de Valls y suspiró por un ascenso en lo mítico, hasta alcanzar La Ciutadella, en Barcelona. Es un producto directo de la Convergència de gestión y cobro; tiene el desarraigo del cacique y la habilidad para hablar de lo cercano despreciando el territorio. Está tocado por el desamor de los nacionalistas; no vive para el país, pero vive del país.

Y además le adornan las virtudes teologales de la derecha dura. Su particular mirada simpatiza en principios morales con el PP extremo y encajaría de lleno en Vox de no existir la “emergencia nacionalista”. Batet no es precisamente un enciclopedista. Su particular destello rural le emparenta con la Europa intransigente de Orbán y de los estadios de fútbol xenófobos, como Varsovia y Praga. Es partidario de colocar vallas trumpistas impermeables entre su Cataluña celestial y el resto de España.  

¿Por qué designan portavoz los de Junts a este compendio de cualidades venales? Laura Borràs, rival de Jordi Sànchez y Turull en el seno del partido y referente del sector más radical, es presidenta del Parlament y no puede intervenir en los debates. Podría hacerlo Elsa Artadi, ella solo es dueña de su resentimiento. Por descarte, queda Albert Batet, el hombre sin elocuencia que, tras fracasar como bisagra entre la force de frappe y el reformista PDECat, encontró su acomodo a la sombra de Puigdemont y que es el hombre de los dineros de JxCat.

Parece que Jordi Sánchez, el Lenin catalán, el cura de correaje y hierro, valora al camarada abraonat por su fidelidad, aunque en Junts corre la voz de que la visibilidad que se le concede a Batet tiene que ver con las dádivas del pregonero con destino Waterloo, andrómina republicana. El hombre está a la que salta. Ahora, por ejemplo, cuando Forestalia está tratando de instalar un nuevo tendido de alta tensión en Tarragona, reaparecen dos delfines del pujolismo, Josep Grau y Felip Puig, rapaces de vuelo corto, atentos al negocio eléctrico. Me pregunto ¿qué sabe Batet de todo esto? Él fue el último candidato de Junts por la provincia, aunque ahora navegue en la aurora boreal del parlamentarismo catalán.

Batet es especialista en fregados; entra al trapo con el estilo de un superviviente nato. Esta misma semana, después de que Aznar defendiera la hispanidad ante los “indigenismos”, Batet, le contestó indirectamente que no está dispuesto a pasar por azteca. Claro que el rodeo del dirigente indepe es una muestra de que va a por acelgas, cuando le han mandado a comprar tomates. Aznar recaló después por Sevilla, segunda sede de la convención itinerante del PP, e insistió en que él no va a “pedir perdón al indigenismo americano”. Todos sabemos que no pedir perdón jamás es una virtud meritocrática de la derecha española.

Sea como sea, esta segunda andanada dejó abatido a Batet; lo soltó así: “el indigenismo catalán tampoco se disculpa ante usted”. Pero Aznar ya iba por delante: hablo del “indigenismo comunista”, buen hombre. Pues más a mi favor debió pensar el blasonado indepe de l’Alt Camp. Batet piensa, pero no deslinda. Lo primero para él son sus progenitores, hacedores del mayorazgo familiar con origen en Valls, producto del estraperlo y la especulación, incrementado gracias a los favores indisimulables del Govern de siempre.