El nombramiento de Enric Millo como delegado del Gobierno en Cataluña es la primera concreción del anunciado cambio de política del Gobierno español en relación a Cataluña. Millo es un político perfecto conocedor de la política catalana que contrasta con la figura funcionarial de su predecesora. Su figura será sin duda importante para articular el anunciado cambio de política de Rajoy que pretende pasar del inmovilismo de la anterior legislatura a una actitud más proactiva dirigida a solventar cuestiones pendientes como la financiación o las inversiones en Cercanias de Renfe. El objetivo es limar diferencias con el PDECat de cara a poder contar con esta fuerza política como muleta en el Congreso en determinadas circunstancias ante las previsibles dificultades para lograr acuerdos con el PSOE.

Las circunstancias, aunque complejas, parecen favorables. Pese a que las fuerzas independentistas no van a aparcar el anunciado referéndum secesionista motu proprio por muchos pactos que parciales que se logren, el PDECat, en pleno proceso de descomposicíón, necesita reforzar su capacidad interlocutoria con el Estado para marcar perfil propio de cara a las próximas elecciones autonómicas en las que la coalición Junts pel Sí no va a repetirse, y tras las cuales es más probable un gobierno de izquierdas que la repetición de la actual coalición gobernante en Cataluña. Al menos, si el PDECat no remonta o las plataformas catalanistas no secesionistas no fructifican en un nuevo partido que obtenga un buen resultado electoral.

La figura de Millo será importante para articular el anunciado cambio de política de Rajoy en relación a Cataluña

2017 se nos presenta como un año en el que la tensión secesionista irá en aumento a medida que se acerque el mes de septiembre con la convocatoria del referéndum secesionista, pero paralelamente se producirán acuerdos concretos entre ambos gobiernos y no cabe descartar que se produzcan apoyos puntuales de Homs y los suyos al Gobierno sobre todo en materia económica y fiscal.

La estrategia del PDECat pasa por mantener la convocatoria del referéndum, aunque ya ha iniciado a través de sus altavoces mediáticos una campaña dirigida a la población para romper con la dinámica de desobediencia, lo que les ha de permitir, cuando el referéndum sea prohibido, orillar el choque de trenes. En estas circunstancias Junqueras deberá optar entre abrazarse a la CUP y aferrarse a la desobediencia o aceptar la dinámica que le imponga el PDECat. Si analizamos su comportamiento hasta ahora, lo más probable es que se desmarque de la confrontación callejera. Los exconvergentes piensan que esto les puede dar aire para recuperar parte del terreno cedido a los republicanos.

Como catalán, me parece positivo que se desbloqueen cuestiones pendientes entre el Gobierno español y la Generalitat, que la tensión no se desborde y que queden aislados los partidarios de crear un momento revolucionario en Cataluña.

El desbolqueo de la relación entre el Gobierno español y la Generalitat no puede hacerse utilizando a los catalanes no secesionistas como moneda de cambio

Sólo pongo un pero. Sólo explicito un aviso. Todo eso no puede hacerse a costa de desistir de la pervivencia del Estado de derecho en Cataluña. No puede hacerse utilizando a los catalanes no secesionistas como moneda de cambio. Sacrificando sus legítimos derechos, como tantas veces, en nombre del acuerdo con los nacionalistas o parte de ellos.

La batalla contra el secesionismo se mueve en dos planos. El de la política cotidiana y las estrategias a medio y largo plazo. Los nacionalistas parecen dispuestos a pactos pero sin abandonar su voluntad de conformar una sociedad a su imagen y semejanza. El Estado puede y debe pactar muchas cosas pero debe exigir la neutralidad institucional de la Generalitat y el respeto a la ley y los tribunales. El Estado no puede asistir como un convidado de piedra a la ingenieria social que se trabaja desde la escuela hasta los medios de comunicación, pasando por el control económico y político de la sociedad civil. De hacerlo, sería pan para hoy y hambre para mañana. Por ello, los catalanes no secesionistas nos mantendremos atentos y, llegado el caso --esperemos que no--, denunciaremos la dejación de funciones que pudiera producirse.