La actuación del Síndic de Greuges en el caso del IES Palau de Sant Andreu de la Barca resume perfectamente la actuación de Rafael Ribó al frente de la institución que dirige desde 2004: antepone sus criterios ideológicos nacionalistas, y abiertamente independentistas tras el inicio del procés, a la defensa de los intereses de todos los ciudadanos y, especialmente, de los colectivos que merecen más protección, como es la infancia. El 4 de octubre de 2017, unos 200 alumnos del citado instituto se manifestaron espontáneamente pidiendo respecto para los hijos de los Guardias Civiles que habían sido humillados por un grupo de docentes a propósito de los incidentes ocurridos durante el referéndum ilegal del 1 octubre. Muy cerca del centro hay una importante cuartel de la Benemérita y el instituto fue lugar de votación en el referendo ilegal del 1-O. Al día siguiente, algunos maestros profirieron comentarios gravemente ofensivos contra el trabajo de los padres de esos niños y en un caso se les hizo levantar la mano para señalarlos ante el resto de sus compañeros.

Sin embargo, el Síndic de Greuges, que tiene entre sus tareas más importantes ser el defensor de la infancia y luchar contra situaciones de discriminación y acoso en la escuela, no ha hecho gran cosa. Es cierto que Ribó abrió una actuación de oficio, pero en el informe oficial de “valoraciones preliminares” de la sindicatura no se concluye nada, más bien se tiende a cuestionar la versión de los niños de los Guardias Civiles en base a otros testimonios. En síntesis, la posición del Síndic viene a ser la misma que tiene ante el alud de críticas que en aquellas mismas fechas salieron a la luz denunciando el adoctrinamiento y la instrumentalización de los centros educativos a favor de la causa independentista. El 2 de octubre, en muchísimas escuelas hubo paradas y actos de protesta de los docentes con los alumnos, a veces en la calle, en forma de manifestación.

Muchos de los docentes actuaron como correa de transmisión del procés. El problema del síndic Ribó es que a él le pasa tres cuartos de lo mismo

Además del activismo que caracterizó la actuación de bastantes profesores, ahora sabemos que desde la Generalitat se les animó a hacerlo, como ha quedado acreditado en el Baix Llobregat donde la dirección territorial de Enseñanza envió una instrucción específica a los centros por correo electrónico. Tras lo sucedido, en lugar de exigir el respeto al principio de neutralidad ideológica de una institución tan sensible como la escuela, la posición del Síndic es avalar todas esas injerencias políticas nacionalistas en base al derecho de participación y a la libertad de expresión con el argumento de que “la escuela no puede aislarse del entorno social”. Imposible que en un entorno así las aulas fueran el lugar para tratar con imparcialidad disyuntivas de tan alto voltaje emocional que se estaban desarrollando en directo.

Trascendiendo el caso concreto del IES Palau o el de otro centro en la Seu d’Urgell, donde también se ha judicializado la cuestión con una querella por delitos de odio contra algunos docentes, el problema que tenemos con la escuela catalana es que el profesorado está extraordinariamente escorado hacia el nacionalismo y su actitud es muy militante. En un informe de Convivencia Cívica Catalana, elaborado a partir de los datos de los barómetros del CIS de los últimos años, se concluye que el maestro es la profesión con más independentistas, concretamente el 61% frente al 38% de la medida de la población. Lo mismo ocurre en cuanto al sentimiento de pertenencia: la suma de únicamente catalán y más catalán que español, se dispara en los profesores de secundaria al 84% frente al 44% de la media. En cuanto a simpatías partidistas, los docentes votan a ERC el doble que el resto de la población. En la provincia de Barcelona, el profesorado independentista se sitúa en el 56%, en Lleida y Tarragona alcanza el 75%, mientras es casi del 90% en Girona. Evidentemente, es un colectivo que no representa a la mayoría de la sociedad catalana. El problema es que en una situación de conflicto político tan intenso como vivimos en septiembre y octubre pasado, muchos de esos docentes actuaron como correa de transmisión del procés. El problema del síndic Ribó es que a él le pasa tres cuartos de lo mismo.