En marzo, la tasa de inflación en España llegó al 9,8% y supuso el nivel más elevado desde mayo de 1985 (9,9%). No obstante, en ambos períodos la tendencia tuvo un carácter divergente. En el primero claramente alcista, pues en febrero de 2020 estaba en el 0%. En cambio, en el segundo descendente, al situarse en enero de 1981 en un 14,4%

Desde la llegada de la democracia, la rápida y elevada subida del IPC durante el último año no tiene paragón. Tampoco la gran diferencia entre la inflación general y la subyacente. En el pasado mes era de 6,4 puntos (9,8% versus 3,4%), siendo como máximo en la postrera década de 1,8 y –1,9 en febrero de 2011 y marzo de 2016, respectivamente.

Entre ambos tipos de inflación aparece un importante saldo positivo cuando aumenta sustancialmente el precio de las materias primas y un holgado desfase negativo si aquél tiene un descenso notable. Por tanto, la actual anomalía procede de la primera causa. Está sustentada en el reflejo en el índice general de la variación del importe de todos los bienes básicos, pero únicamente de algunos en el subyacente, pues éste no considera los cambios advertidos en el monto de los productos energéticos y los alimentos no elaborados.

La anterior anomalía ha generado un efecto derramamiento, pues la inflación no es únicamente elevada en España, sino en casi todos los países desarrollados. En la mayoría de ellos, en el último mes el IPC ha alcanzado el nivel más elevado durante el actual siglo. En marzo, en EEUU y en la eurozona se ha situado en un 8,5% y 7,5%, respectivamente. En el área común, sus principales impulsores han sido los precios de la electricidad, los carburantes y, en menor medida, los alimentos no elaborados.

Una situación muy similar a la observada en España. En el último año, los bienes cuyo importe más ha subido han sido la electricidad en un 107,8%, los combustibles líquidos (gas licuado, plaguicidas, etc.) en un 83%, otros aceites comestibles (principalmente girasol) en un 46,1%, gasóleo en un 45,6%, gasolina en un 33,6% y aceite de oliva en un 32,9%.

El mayor incremento ente los productos elaborados ha correspondido a los servicios proporcionados por hoteles y hostales (32%). En realidad, no supone un gran aumento de sus precios, sino la completa recuperación del descenso experimentado durante el período más agudo de la pandemia. En junio de 2021, aún bajaban un 21,2% anual.

Un elevado incremento de la inflación basado en el aumento del importe de las materias primas es una noticia menos mala que uno sustentado en un considerable crecimiento de los salarios y márgenes unitarios de beneficios. El primero es mucho más volátil que el segundo y, tal como ha surgido, puede desaparecer. En cambio, el último tiene un carácter más estable. Por eso, es imprescindible una gran subida de los tipos de interés y en numerosas ocasiones la llegada de una recesión económica para devolver el IPC a un nivel alrededor del 2%.

En los próximos meses, la disminución de la inflación puede ser el resultado de la actuación del Gobierno, la dinámica propia del mercado del petróleo y gas natural o el simple efecto estadístico. La primera vendría dada por una disminución temporal del IVA, un subsidio transitorio al precio de los carburantes y una gran reducción del de la electricidad por la instauración de un tope máximo del importe del gas igual o inferior a los 40 €/MWh (véase el artículo ¿por qué y cuánto bajará el precio de la luz?).

La segunda generalmente ocurre cuando disminuyen los precios de las materias primas energéticas por un gran aumento de la oferta, la desaparición de la demanda especulativa y la caída en picado de las compras realizadas por precaución con el objetivo de evitar un futuro desabastecimiento.

Aunque continúe la guerra en Ucrania, los dos últimos factores pronto dejarán de tensar los anteriores precios por la eliminación del efecto sorpresa. No obstante, la magnitud de la disminución del importe del crudo y gas natural dependerá en gran medida del incremento de la oferta de los productores de EEUU que utilizan el método de la factura hidráulica.

A pesar de los planes para una rápida transición energética, si las anteriores empresas creen que los precios del barril Brent de petróleo y del gas pueden superar en la mayor parte de la actual década los 50 euros y 20 €/MWh, un elevado incremento de la producción puede conducir a una gran y rápida caída de la inflación en el segundo semestre. Una coyuntura que sería más probable si Irán aumentara sustancialmente la extracción de ambas materias primas, Arabia Saudí y Venezuela de la primera y Qatar y Noruega de la segunda.

El efecto estadístico provoca una bajada de la inflación, incluso si los precios de los productos básicos se mantienen en el mismo elevado nivel que en el año anterior. En este caso, su contribución a la subida del IPC sería nula y, a diferencia de lo que sucede actualmente, generarían desinflación.

No obstante, aquél solo funcionaría si la inflación no se traslada en una sustancial medida a los salarios y las empresas solo repercuten en los precios de los bienes una parte del aumento de sus costes. Hasta el momento, ambas condiciones se han cumplido, pues el incremento de las remuneraciones de los asalariados en los convenios firmados en el primer trimestre ha ascendido a un 2,39% y la inflación subyacente en marzo se ha situado en un 3,4%.

En definitiva, el efecto estadístico pronosticaba el inicio de la caída del IPC en el tercer mes del ejercicio. No obstante, las repercusiones sobre el precio de las materias primas de la invasión de Ucrania y la huelga de transportes sobre los de los alimentos han convertido la expectativa de una pequeña disminución en un gran incremento.

A pesar de ello, la bonificación de 20 céntimos sobre el precio de los carburantes hará que la inflación en abril descienda del 9%. En mayo, o como muy tarde en junio, la reducción del importe de la electricidad por la entrada en vigor del tope del gas probablemente la llevará a un nivel inferior al 7%. En el último trimestre del año, la combinación de un importante efecto estadístico, la mayor oferta de materias primas y una escasa demanda especulación y por motivo precaución pueden situarla por debajo del 4,5%.

Unas predicciones que difícilmente se cumplirán si la Comisión Europea (CE) fija el precio máximo del gas natural en 80 €/MWh (en lugar de los 30 €/MWh solicitados por España y Portugal), el veto a las importaciones de materias primas rusas genera problemas de suministro de carburantes en algunos países europeos, la estrategia de Covid cero de China provoca grandes problemas en la cadena logística mundial o la inflación subyacente supera en los próximos meses el 4,5%.

En la actualidad, la incertidumbre sobre la inflación es mucho mayor que durante las dos últimas décadas. A pesar de ello, el elevado IPC actual es principalmente culpa del sistema de fijación de precios de la electricidad creado por la CE. Su sustitución por uno más equitativo, que redujera los grandes beneficios extraordinarios obtenidos por las eléctricas, constituiría el principio del fin del presente período inflacionario.