Trillas: "Por culpa del independentismo, el catalanismo ya no será un factor de cohesión social"
El profesor considera que el federalismo, apelando a "valores mucho más universales" debe recoger ese testigo para rehacer la sociedad catalana, que se ha visto "traicionada"
24 marzo, 2019 00:00--Pregunta: ¿El federalismo ha tenido verdaderos partidarios en Cataluña?
--Respuesta: Por supuesto, desde el siglo XIX por lo menos. Lo que pasa es que en los últimos años ha interesado ocultarlos, precisamente cuando su voz era más necesaria y cuando los hechos más les daban la razón sobre la necesidad de una buena democracia multinivel. El anarquismo y la izquierda, incluso ERC, han sido históricamente federalistas en Catalunya. Lo fue el PSUC y lo ha sido y lo es el socialismo catalán y el grueso del sindicalismo. A caballo del siglo XIX y XX el federalismo fue una corriente muy popular en Catalunya, con casales y ateneos federalistas en muchas poblaciones. El federalismo fue siempre un punto de referencia de los sectores progresistas obreros e ilustrados, y siempre fue un ancla, un punto de amarre, de sectores que flirteaban con el independentismo, pero que tenían remordimientos de conciencia por las implicaciones de insolidaridad e inestabilidad que implica el separatismo. Algo de eso hay todavía en Junqueras, Carod-Rovira, y algunos sectores de ERC, que quizás a veces, en momentos puntuales de lucidez, se dan cuenta que se han dejado llevar demasiado por esa pulsión egoísta. Los catalanes hicieron importantes contribuciones (redactándola y votándola más que en cualquier otro sitio) a la Constitución de 1978, que tiene muchos elementos federales, aunque con la boca tan pequeña que se evitó el concepto. En las últimas semanas he visto reivindicar el federalismo, en las páginas del mismo medio de comunicación, a Junqueras y a Corbacho. Y también lo he visto reivindicar en un editorial de La Vanguardia. Supongo que todos ellos lo decían sinceramente, así que sí, creo que hay verdaderos partidarios, muchos e importantes. Y pese a todo lo que se dice, también los hay en el conjunto de España, empezando por su gobierno. Pese al gran ataque del independentismo, que para algunos tenía como uno de sus objetivos la destrucción de la izquierda catalana, la mayoría de votantes y cuadros políticos y sindicales de izquierdas en Catalunya son federalistas. Y por supuesto lo es oficialmente uno de los partidos favoritos para ganar las elecciones generales en Catalunya, que es el PSC. El nacionalismo moderado de centro-derecha que apuesta por cooperar en la política española, en la estela de Duran Lleida y Roca Junyent, tiene muchos puntos de contacto con el federalismo, y parece que cada vez más.
--Usted ha dicho que el independentismo es 'la fase superior del pujolismo'. ¿Eso implica que desde el inicio se quiso llegar hasta aquí, desde 1980, con la victoria de Pujol?
--No, no creo que la política funcione con esta capacidad de planificación. Al contrario, tengo una visión evolutiva de la política, donde lo aleatorio y lo no planificado juegan un papel muy importante. Sin embargo, cierto horizonte independentista sí existía, aunque como un programa lejano, casi como un mito, algo así como la sociedad sin clases para la izquierda. Nadie razonable se lo tomaba en serio como algo viable en el corto y medio plazo. La política es un sistema complejo dinámico, donde incluso la importancia de los líderes se exagera. El pujolismo, por intereses históricos de clase y familiares, pero donde Jordi Pujol era un instrumento útil, permitía blanquear el apoyo de la burguesía catalana al franquismo. Construyó un sistema de clientelismo de masas y propagandístico, un enorme entramado que después ha sabido capitalizar muy bien el independentismo. En buena parte, el independentismo resulta de la combinación del entramado pujolista, un mecanismo de distracción masiva al servicio de una clase social, o más en general al servicio de unos grupos sociales, con algunos de los elementos modernos de los nacional-populismos en auge en todo el mundo.
--¿Considera que Cataluña sigue viviendo en el pospujolismo?
--Han cambiado cosas, pero lo que digo es que no se ha producido un gran cambio. El entramado clientelar se mantiene. Se aprovecha ese clientelismo, y se conecta con el nacional-populismo, con las redes sociales, y se aprovecha la ley electoral catalana, los municipios, TV3, todo, para dar un paso más. Es la retórica nacionalista, junto con el menosprecio de las instituciones, que no están al servicio de la colectividad.
--El catalanismo ahora sufre un descrédito, porque es acusado de haber propiciado la deriva independentista. ¿Es posible salvarlo, recuperarlo de algún modo, pero con otras bases y objetivos?
--El catalanismo ha sufrido un descrédito cuya responsabilidad hay que atribuir al movimiento independentista, o por lo menos a sus líderes. El procés y su culminación frustrada en otoño de 2017, asustó a la mitad de la sociedad catalana, una mitad que a partir de ahora va a contemplar con mucho recelo cualquier iniciativa catalanista. Supongo que los sectores más lúcidos del soberanismo ya se han dado cuenta de esto, pero los menos lúcidos, que son los que siguen liderando el independentismo, no se han dado cuenta. Por culpa del independentismo irredento, tengo serias dudas de que el catalanismo por si sólo vuelva a ser un factor de cohesión social, no lo será. Creo más bien que lo puede ser el federalismo, que apela a valores mucho más universales, respetando que el catalanismo, si se desembaraza de sus sectores más fanáticos, pueda ser un aspecto importante de una sociedad plural, tolerante y multicultural.
--¿Se puede entender que haya una Cataluña traicionada por el catalanismo, que, después de cruzar las manos y dejar que el nacionalismo construyera ‘el país’, ahora pida cuentas y reclame un nuevo pacto interno?
--Por supuesto que se puede entender, yo por lo menos lo entiendo porque también me he sentido traicionado. Soy de la opinión de que quien ha hecho más por la lengua catalana en democracia, entre otras muchas cosas que han hecho, son los alcaldes y alcaldesas del Baix Llobregat y otras zonas de la periferia de Barcelona, casi todos ellos del PSC. ¿Algún nacionalista se lo ha agradecido? Lejos de agradecérselo, al de ellos que alcanzó la presidencia de la Generalitat, para aplicar un programa catalanista, lo trataron a empujones y con desprecio casi xenofóbico. Muchísimas personas de origen castellano-parlante aceptaban la ampliación social del uso del catalán y la inmersión lingüística porque creían que era un factor de cohesión social. Si a partir de ahora sospechan que no era para cohesionar la sociedad, sino para hacer un país nuevo, van a dejar de aceptarlo. Es una vergüenza la gestión irresponsable del catalanismo que han hecho los independentistas. La lengua catalana no se defiende en los pueblos de la Cataluña carlista, sino en Cornellà por ejemplo. Balmón, Marín y Poveda han hecho mucho más por el catalán que cualquier líder independentista. Y lo mismo que los líderes independentistas han hecho una gestión irresponsable del catalanismo, lo han hecho o por lo menos lo han intentado con escuelas, con los Mossos d'Esquadra, con los medios de comunicación públicos… Defendían la independencia y han terminado por someter al autogobierno y sus instituciones a una erosión sin precedentes.
Francesc Trillas, durante la entrevista con 'Crónica global'
--¿La decisión de catalanistas que gobernaron con el PSC, como Marina Geli o Joan Ignasi Elena o el propio Ernest Maragall, de decantarse por el independentismo, ¿refuerza esa idea de la traición, o es que el PSC no ha entendido el movimiento en la sociedad catalana?
--El PSC sigue siendo el partido que mejor comprende y representa la pluralidad de la sociedad catalana. La representa tan bien que por eso ha sufrido las mismas tensiones que el conjunto de la sociedad. Los tres excompañeros que usted menciona han terminado con distintos grados de proximidad en el movimiento dirigido por Torra y Puigdemont, dos fanáticos nacionalistas de derechas. Igual que muchos otros exponentes de la clase media y alta catalano-parlante. Yo hablé bastante con Elena para intentar disuadirle, pero fracasé. Llevo mal, y me cuesta mucho entender, que haya terminado creyéndose casi religiosamente a Jordi Sánchez y a Oriol Junqueras, cuando era gran amigo de Raimon Obiols entre otros. Pedí hablar con Ernest Maragall, que era amigo mío, cuando inició su deriva, pero nunca más alcanzamos a conversar. Con Marina Geli no tenía trato. Seguramente todos ellos tenían motivaciones distintas, y no me atrevo a hablar de traición, porque todo el mundo tiene derecho a cambiar de ideas y de partido. Pero que por favor no digan que no han cambiado de ideas. No pasa nada por hacerlo. Pueden argumentarse a sí mismos que a lo mejor no cambiaron de ideas, sino que apoyaban el independentismo para negociar un federalismo mejor. Pero entonces, se equivocaron totalmente, porque el independentismo no ha servido absolutamente para nada, excepto para causar un enorme daño a Cataluña. Lo que más me sorprende es cuando alguno de ellos hace declaraciones altisonantes, cuando sueltan insultos. Cuando yo los conocí no eran así, o a lo mejor practico un autoengaño retrospectivo.
--El federalismo, como fórmula posible, ¿no conllevaría más unión, y, por tanto, nunca tendrá el apoyo de ese nacionalismo catalán que reivindica, o reivindicaba un mejor encaje en España desde el reconocimiento de la diferencia?
--Creo que hay grandes puntos de posible acuerdo con un nacionalismo catalán moderado y moderno, como lo hay con el vasco, en el contexto de una España que apueste por una Europa más unida. El federalismo no sé si llevaría a más unión, pero sí a una mejor unión, en España y en Europa. Cataluña tiene todas las de ganar en una España y una Europa federales. Creo que eso lo entienden los sectores más lúcidos de las clases medias catalanistas. Además el federalismo es un conjunto de ideas que permite que personas como Iceta, Junqueras, Corbacho, García-Margallo y Garicano, entre muchos otros y con distintos acentos, lo reivindiquen, por lo menos en sus momentos de lucidez. En una España abiertamente federal que esté en la vanguardia de la integración europea, pueden convivir personas que tengan ideas distintas de lo que es una nación, incluso de cuál es su nación. El federalismo es derecho a la diferencia, sin diferencia de derechos.
--¿Es posible un federalismo asimétrico?
--Es tan posible que ya existe, en España y en Europa, en la medida que son federaciones en construcción. Otra cosa es que sea deseable la asimetría cuando se lleva a un extremo. Creo que el federalismo debe reconocer especificidades, pero no privilegios, y así lo hace donde funciona. Europa es una federación en construcción con ritmos muy diferentes. Hay que acomodar estos ritmos para hacer posibles los pactos y la cooperación. La cooperación y la coordinación son necesarios para abordar los grandes retos de nuestro tiempo. Yo prefiero hablar de un federalismo flexible y pragmático, que haga posible abordar los grandes problemas sociales que tiene planteados la humanidad: las desigualdades, el fraude fiscal, el cambio climático. El federalismo es democracia multinivel, es repartir el poder y la soberanía, es organizarnos para alcanzar pactos que permitan la equidad y el ejercicio de una acción colectiva con reglas y con división de poderes. Nos equivocamos si planteamos el federalismo simplemente como una receta tecnocrática con más o menos adjetivos. Es un conjunto de valores que tiene que ver con la empatía, con el respeto, con los valores universales.
--¿Hay una derecha federal en España? ¿Sería necesario que la España menos inmovilista, sea del color que sea, optara por esa opción?
--La hay, pero es minoritaria. Es necesario que el conjunto de la derecha menos inmovilista opte por el federalismo, y hay que ayudarles y colaborar con ellos si hace falta. Una derecha inteligente, catalana y española, debería colaborar con la izquierda creando una gran agencia europea del federalismo que actuara como un moderno y potente think tank, en Barcelona, con irradiación en toda España y colaborando con iniciativas parecidas en Bruselas y otras capitales. Eso haría más por combatir el independentismo irredento y la inseguridad jurídica que varias manifestaciones con muchas banderas. El líder liberal europeo, Guy Verhofstat, es uno de los principales exponentes del federalismo europeo, y en el Paramento europeo defendió una España federal en una Europa federal. Uno de los capítulos del último libro de Luis Garicano tiene una sección titulada “Un construcción federal que funcione”. El federalismo es perfectamente compatible con un centro-derecha que priorice los derechos individuales y la reforma institucional en un marco de estabilidad. La derecha inmovilista tiene que hacer un esfuerzo cultural más grande porque en España tiene una tradición centralista y uniformista, alrededor de la cual parece que las subastas todavía producen ciertos réditos. Pero creo que también la derecha está cambiando, por la influencia de las élites autonómicas en España y por el proceso de internacionalización. La subasta por la bandera está retrasando el cambio, pero quizás también esté retrasando su regreso al poder. Se puede ser de derechas y ser federalista. Lo que produce más disonancia cognitiva es ser de izquierdas y no ser federalista.
--¿Qué verdades hay en el independentismo, sobre las supuestas limitaciones del autogobierno que ofrece la España constitucional de 1978?
--El autogobierno más que limitaciones, tiene imperfecciones, pero no porque lo diga el independentismo, sino porque están ahí. Una de ellas es que ha permitido que algún gobierno autonómico muy poderoso, como el catalán, utilice las herramientas que le ha dado la Constitución, para atacarla. Otra limitación es la constante conflictividad y la falta de automatismos del modelo actual. La única verdad que yo veo en el independentismo es que no sacraliza las fronteras existentes. Pero lo hace no para diluirlas, sino para crear nuevas fronteras. A veces parece que les guste tanto una cierta caricatura de España, que quieren hacer una en pequeño. Les ha faltado mucha imaginación.
El profesor de Economía Aplicada de la UAB, Francesc Trillas, durante la entrevista con 'Crónica Global'
--¿Qué carencias hay, reales, para conjugar lealtad constitucional con autogobierno y reconocimiento nacional?
--Falta introducir elementos de multicapitalidad, falta reconocer el multilingüismo como lo hacen Suiza, Bélgica o Canadá. Faltan herramientas de gobierno compartido, empezando por compartir la representación del Estado en Europa. Pero Torra y Puigdemont no sirven para nada de esto, no han hecho nada por conseguirlo. Todo lo contrario, generan una gran desconfianza hacia todo lo que venga de Cataluña. Si no estamos en el debate de todo eso, y con el independentismo no estamos, la ciudadanía de Cataluña será menos soberana, porque no pintaremos nada donde se toman decisiones que nos afectan y nos seguirán afectando. Igual que los británicos son menos soberanos si se desentienden de las instituciones europeas pero estas les siguen afectando.
--Si recuperamos esa idea de pacto interno en Cataluña, ¿qué se debería consensuar de nuevo?
--Lo primero y más urgente, el normal funcionamiento de las instituciones, del gobierno catalán y de su Parlamento. El coste de oportunidad del proceso independentista en términos de proyectos colectivos es devastador. No sólo me refiero a la pérdida de la sede de la Agencia Europea del Medicamento, sino a todo lo que se podría hacer y no se hace. Nadie en sus cabales recibe al actual presidente de la Generalitat, es imposible encontrar aliados para nada, a duras penas conseguimos conservar las cosas que tenemos, como el Mobile World Congress. La parálisis en el mundo de hoy equivale al retroceso. La economía de Barcelona y Cataluña todavía viven de la inercia del 92, pero es que ya han pasado 27 años. Necesitamos aliados y proyectos colectivos factibles, no entelequias. Una vez consensuado el normal funcionamiento de las instituciones, deberían consensuarse propuestas viables de reforma constitucional, propuestas que se puedan apoyar desde sectores del independentismo moderado hasta sectores de la derecha española civilizada. Y debería consensuarse también una acción transversal para ponernos, como sociedad catalana, al frente de la lucha por una Europa unida sin fronteras, que hoy está amenazada por los nacional-populismos. Hay que consensuar todo eso. Si no lo hacemos, la alternativa no es la independencia, que es imposible, sino la decadencia.
--¿Todo pasa, o en gran medida, por un nuevo rol de los medios de comunicación públicos de la Generalitat?
--No sé si “todo” pasa por ahí, porque cada vez los medios públicos juegan un rol menos importante en los tiempos de Netflix e Internet. Pero es una vergüenza lo que ha pasado con TV3 y Catalunya Ràdio. Teníamos que hacer la BBC y hemos acabado haciendo Fox News. Y no es culpa de Madrid. Pero sí creo que debe hacerse un mayor esfuerzo institucional, organizativo y financiero por crear una narrativa federalista potente que gane la batalla cultural al nacionalismo venga de donde venga.
--Usted habla en el libro de los economistas, del Colectivo Wilson, de los que defendieron el proyecto independentista, como Sala Martín, o también de Elisa Paluzie, presidenta ahora de la ANC. ¿Cómo se explica?
--Son economistas de prestigio, que no dirían nunca lo que dijeron en una conferencia internacional. No han convencido a ninguno de sus colegas internacionales. Defendieron el proyecto porque son nacionalistas. Se movilizaron al servicio de una idea.
--¿Tiene explicación que se compre una mercancía averiada, utilizando el término que expresa Félix Ovejero?
--Tiene una explicación y es la etnolingüística. De forma inconsciente o consciente, el 90% de los catalano-hablantes defienden la independencia. Y el 90% de los castellano-hablantes está en contra. Es desagradable hablar de eso, pero es así. Más difícil de explicar es el rol de la izquierda, como se ha apuntado, y creo que prima más la pertenencia al grupo que una defensa racional del proyecto.