En cualquier manual de negociación siempre se recomienda que ambas partes alcancen aunque sea parcialmente alguno de sus objetivos. Este escenario doblemente ganador, win-win en inglés, asegura que los acuerdos alcanzados sean duraderos y se puedan implementar sin problemas excesivos. En mi primer proyecto en China, hace ya muchos años, un compañero nacido en aquel país me dio una lección de pragmatismo que me ha sido muy útil: en China, win-win se traduce por ganar dos veces (yo win y yo win otra vez), no ven utilidad a que el otro se sienta razonablemente bien.

Tendemos a juzgar al otro como si pensara y actuara como nosotros, y eso lleva a grandes equivocaciones. Cuanto más lejos, mayor diferencia cultural y con China todo occidente se equivoca. Se trata de una cultura materialista y nacionalista, dirigida de manera férrea y que no tiene prisa. No es algo creado por la situación política actual, China siempre se ha comportado así. Y aparecemos los occidentales pensando que les engañaremos como a chinos. Estamos tremendamente equivocados. China es una potencia milenaria que ha tenido diferentes caras hacia el exterior, pero siempre intenta imponerse al resto del mundo. En mandarín se autodenominan el país del centro, todo el mundo orbita a su alrededor.

La actual guerra comercial con Estados Unidos es difícil de interpretar por quien la provoca, Trump, un táctico más que un estratega. Y por eso no está claro si se trata de encontrar una solución sencilla a un problema complejo, o si por el contrario se quiere alterar el status quo de China, la potencia emergente que está a punto de destronar a Estados Unidos como primera economía mundial.

Su bomba demográfica contenida les ha proporcionado un mercado interno inmenso que se une a unas indisimuladas ganas de conquistar el mundo. Que el telón de acero del siglo pasado se convertirá en telón de seda no es un escenario distópico, sino una realidad más que probable, la única duda es si ha llegado el momento o Trump, consciente o inconscientemente, está cambiando un guion probablemente más meditado de lo que nos imaginamos.

Si algo tiene de bueno la economía planificada es que sus objetivos se explicitan. China ambiciona a ser la primera economía mundial antes de 2021 y a ser el líder mundial en innovación y tecnología en 2049. No son fechas elegidas al azar. En 2021 se cumplirán 100 años del nacimiento del Partido Comunista Chino, y en 2049 de su llegada al poder. Y China, como cualquier otra potencial mundial, no quiere el liderazgo para colgarse una medalla, sino para imponer sus normas, tal y como hoy hace Estados Unidos. No hablamos de aranceles, sino de liderazgo mundial.

Las actuales escaramuzas pueden acabar con un pseudopacto, pero cada vez habrá más desencuentros entre ambas potencias. No es ninguna novedad, Atenas y Esparta se enzarzaron en múltiples batallas para controlar Grecia, moros y cristianos para dominar España, y repasando la historia vemos muchos ejemplos de cómo una potencia es relevada por otra. Y en eso estamos, peleando por dominar el mundo.

China produce, consume, vende, exporta o importa lo que marca el partido en su planificación quinquenal. Es cierto que ya no visten todos igual, que muchos chinos tienen mucho dinero, y que el día a día no es el de Mao, pero hemos de ser conscientes que todo sigue un plan, un plan en el que solo importa una cosa, los chinos.

El actual plan quinquenal vigente (13º) acaba el año próximo y resume las estrategias de desarrollo del país bajo la era de la “nueva normalidad” en la construcción del “sueño chino” de una “sociedad moderadamente próspera”, mantiene la autoridad del Partido e inicia una férrea lucha contra la corrupción. Las palabras clave son innovación y reformas, y marca ambiciosos objetivos en el ámbito económico, financiero, social, medioambiental y militar.

China es la fábrica del mundo, pero además está comprando literalmente países africanos ricos en materias primas. China será en breve la mayor economía mundial, ya es el mayor exportador, la segunda fuente más importante de inversión extranjera directa, acumula la mayor cantidad de reservas en divisas del mundo, con cuatro billones de dólares, el 40 % del total. China es uno de los diez principales socios comerciales de más de 100 economías, las cuales representan aproximadamente el 80% del PIB mundial. La guerra, por tanto, no es por un teléfono, ni siquiera por unos aranceles. El liderazgo del mundo está a punto de cambiar.