Los medios de comunicación ofrecen la mayoría de días más malas que buenas noticias. Aunque algunos ciudadanos así lo piensen, ni el mundo está peor que nunca ni casi todos los periodistas son pesimistas. El motivo es muy sencillo: las primeras interesan más a los lectores, oyentes y telespectadores que las segundas.
Las económicas no constituyen una excepción. La población recuerda muy claramente los efectos que la pasada crisis tuvo sobre su nivel de vida y permanece aún en situación de alerta. Por tanto, un buen dato le puede pasar desapercibido, pero difícilmente lo hará el pronóstico de un líder político o economista sobre la llegada de una nueva gran recesión, el impago de la deuda pública o la pérdida de ocupación que generará una determinada medida.
El propósito del presente artículo es confrontar los malos augurios de aquellos con noticias recientes que muestran la buena salud de la economía española en 2019. Evidentemente, como casi siempre sucede, las hay de ambas clases. No obstante, hasta el momento, las positivas superan a las negativas.
Un ejemplo de pronóstico pesimista lo realizó Pablo Casado. El pasado 7 de marzo, escribió en Twitter: “Hay síntomas claros de recesión en nuestro país”. En la última semana, el Banco de España desmintió claramente al líder del Partido Popular, pues subió la previsión de incremento del PIB del 2,2% al 2,4%.
Los motivos principales de la mejora de su pronóstico son tres: la solidez de la demanda nacional (gasto de familias, empresas y Administración) durante el primer semestre, una disminución de los costes de financiación del sector privado y un importe de las importaciones inferior al previsto.
Si los actuales pronósticos se cumplen, en el presente ejercicio España crecerá casi el doble de la zona euro, pues el PIB de esta aumentara solo el 1,3%. Entre los país más poblados, será el que alcanzará la mayor tasa de crecimiento, pues superará claramente a Francia (1,3%), Alemania (0,8%) e Italia (0,1%). Por tanto, en 2019 la desaceleración de la economía mundial afectará muy poco a nuestro país.
Algunos economistas liberales españoles, así como unos cuantos independentistas catalanes, repiten año tras año afirmaciones como la siguiente: “La deuda pública es impagable, el país está en bancarrota”. No le ven ningún problema a la del sector privado, que en 2018 era notoriamente superior a la del público (133,4% versus 97,1% respecto al PIB), pero sí a la de este último.
La anterior profecía es desmentida categóricamente por los inversores. El 7 de junio, el tipo de interés del bono a 10 años del Reino de España llegó a su mínimo histórico (0,551%) y cayó casi un punto respecto al nivel alcanzado un año atrás (1,454%). Además, por primera vez, el 6 de junio, el Tesoro colocó títulos a cinco años por los que no pagará intereses, sino que los cobrará, pues su tipo marginal se situó en el -0,09%.
Los anteriores datos muestran claramente que los participantes en el mercado de deuda no poseen ninguna duda de la capacidad del Estado español para asumir sus compromisos financieros. Una confianza que permitirá a la Administración central gastar menos de lo previsto en la partida de intereses de la deuda pública y destinar el importe ahorrado a la reducción del déficit o al incremento del gasto social.
El incremento del salario mínimo en el 22,3% hizo que un gran número de economistas liberales pronosticara una deficiente evolución del mercado de trabajo en 2019. Unas voces a las que se añadió el Banco de España, quien indicó que costaría 125.000 puestos de trabajo.
Indudablemente, en el actual ejercicio la ocupación no aumentará en un magnitud similar a la del anterior (566.200 trabajadores). Los motivos principales serán dos: la creación de empleo en 2018 fue la más elevada de la década y la economía crecerá unas décimas menos que durante aquel. No obstante, es probable que aquella aumente aproximadamente en 450.000 puestos de trabajo. Una cifra superior a la de 2016 (413.900), un año en el que el PIB aumentó el 3,2%.
Unas buenas perspectivas que corroboró el dato de afiliación a la Seguridad Social del mes de abril. En dicho período, el número de afiliados llegó a 19.442.113 y se sitúo solo en 50.937 por debajo del récord histórico (julio de 2007). Un guarismo que probablemente será superado durante el actual mes. Además, el número de mujeres afiliadas excedió por primera vez de los 9 millones y el régimen general alcanzó la mayor cifra de la historia.
Finalmente, el 6 de junio, el BCE extendió, desde diciembre de 2019 hasta como mínimo el final del primer semestre de 2020, el período en que el tipo de interés de referencia permanecerá en el 0%. Por tanto, tipos más bajos durante un mayor período de tiempo. Una situación que mejorará el poder adquisitivo de las familias, los beneficios de las empresas, impulsará la demanda de viviendas y la construcción de nuevos inmuebles.
En definitiva, en la economía mundial la desaceleración es evidente. No obstante, en la española es escasamente perceptible. La muestra son las buenas noticias que hemos tenido durante la pasada semana. Para que la dicha sea completa, nos falta una: la caída del precio del petróleo por debajo de los 50 dólares. No la descarten si Trump retrasa o retira las sanciones impuestas a Irán.