El destino ha querido que tengamos elecciones autonómicas de manera consecutiva en dos autonomías con muchas coincidencias tanto en el pasado como en el presente.
El nacionalismo identitario que ambas comparten nace, como todo nacionalismo moderno, en el periodo cultural del romanticismo, como una reacción a la ilustración. El romanticismo se caracterizó por la exaltación de los sentimientos frente a la razón. Fue época de amores trágicos, de duelos y de suicidios. Se escribía con el corazón cuando no desde la ensoñación. Todo era bucólico y maravilloso. Y ahí, en esa época, arrancaron los nacionalismos vasco y catalán tal y como los concebimos ahora, interpretando cuando no deformando la historia para crear una identidad.
Sabino Arana fue el autor de lo que ahora entendemos por nacionalismo vasco y en Cataluña el origen del nacionalismo actual arranca en el movimiento de la Renaixença al que pertenecieron figuras tan ilustres como Joan Maragall o Jacinto Verdaguer, teniendo como gran mecenas a Antonio López, el Marqués de Comillas tan injustamente tratado por la ignorancia de nuestra anterior alcaldesa.
Las dos comunidades autónomas también provienen de la periferia de reinos que han dado origen a España. Los señoríos vascos tuvieron relación con la Corona de Navarra hasta que Castilla les aceptó, pues solicitaron su ingreso en la Corona en los siglos XII y XIII, y los condados catalanes siempre pertenecieron a la Corona de Aragón. Lo más curioso es que unos y otros se las han ingeniado para arrogarse un protagonismo histórico que nunca tuvieron en la edad media, época en la que dicen inspirarse.
Cuando los vascos hablan de anexionarse Navarra en realidad debería ser al revés, pues el Reino de Navarra siempre fue protagonista, lo mismo que los países catalanes tratan de reemplazar la realidad histórica de la Corona de Aragón. El escudo de España nos da una pista de quienes podrían reclamar “derechos históricos”: Castilla, León, Navarra y Aragón, con la aparición especial de Granada desde 1492. Si la historia es un referente, que no tiene por qué serlo, es la que es.
Ambas comunidades autónomas también comparten un pasado carlista que marca su apego a la tradición. Porque el nacionalismo es tradición, siendo tremendamente claro en el PNV, EAJ en vasco, cuyas siglas se traducen como partido que sigue el JEL. El eslogan del PNV, el JEL, se puede traducir por Dios y leyes viejas (Jaun-goikua eta Lagi-zara). Por eso escuchar al PNV que apoya al actual presidente del Gobierno por ser progresista es, como poco, contradictorio. Como contradictorio es que partidos de izquierdas se declaren nacionalistas, pues la izquierda es internacionalista, la clase es más importante que las fronteras. Un obrero de Sestao debería empatizar antes con un obrero de Jaén que con un burgués de Neguri.
Romanticismo, tradición, contradicción y reinterpretación de la historia son elementos comunes a ambos movimientos nacionalistas, que ahora también coinciden en una comunión de intereses para dar apoyo a una mayoría de gobierno más bien frágil. ¿Qué pasará este verano cuando tengamos Gobiernos en Vitoria y Barcelona? ¿Los socios descontentos romperán la baraja o seguirán pensando que es bueno para sus intereses mantener un Gobierno débil, incapaz de tirar adelante cualquier ley sin tener que negociar hasta la saciedad? ¿Se formarán en ambas autonomías alianzas nacionalistas de partidos de izquierda y derecha con la aquiescencia del PSOE con tal de preservar la Moncloa?
Los mensajes que manda el presidente de la XII legislatura de la autonomía catalana son claros, si él no gobierna en Cataluña se caerá el Gobierno de Madrid. Es una amenaza tan nítida como creíble. Si suman los partidos independentistas, está claro que lo logrará, dando por buenas las encuestas que lo posicionan por delante de ERC. Si no suman, habrá que ver si el PSOE se atreve a sacrificar su franquicia en Cataluña a pesar de ganar las elecciones por seguir unos meses más en el Gobierno de Madrid.
Tenemos por delante primero una campaña electoral y luego unas elecciones que habrá que ver qué nos deparan porque antes del 23J nadie daba un duro ni por la continuación de Sánchez en el Gobierno ni por el resurgir del expresident nacido en Amer. Un alto exdirigente de Junts me dijo, cuando se estaba negociando la investidura, que nunca Junts había estado peor, pero, simultáneamente, nunca habían tenido tanta influencia, por lo que no podrían dejar pasar la oportunidad.
Hasta la fecha no la han dejado pasar, veremos qué nos depara el 12M y, sobre todo, si será posible tener presupuestos para 2025 o si la XV legislatura saltará definitivamente por los aires si alguno de los componentes de la actual mayoría en el Parlamento español se siente excesivamente desairado por las alianzas en su autonomía. Como decía el, eficaz, abogado procesista, pidamos crispetas, nos esperan meses interesantes.