La reaparición de las hormigas locas en Barcelona ha encendido las alarmas de la ciudad, aunque en realidad lo que debería preocupar de verdad es otro tipo de locura, la que perjudica a la salud global de sus ciudadanos por culpa de la mala cabeza de quienes tienen la capacidad de revertir una situación negativa. Dos hechos siguen golpeando el avance de la ciudadanía: la imposibilidad de aprobar los Presupuestos de la capital y el mantenimiento de la inacción que impide resolver el conflicto que se vive en los centros penitenciarios catalanes.

En ambos desencuentros poco se puede añadir a lo que multitud de cronistas ya han expuesto. Pero los errores mayúsculos no pueden deslizarse al cajón del olvido con facilidad. La situación del Ayuntamiento de Barcelona es grave. Y no porque los grupos le den la espalda al partido que gobierna, sino porque estamos en un momento delicado como ciudad que precisa de un impulso notable para sacar la cabeza. 

Los presupuestos proyectados que fracasaron el pasado viernes incluían una apuesta robusta para nuevas inversiones en Barcelona. Collboni deberá hacer frente a una moción de confianza para tratar que sus números se impongan en la ciudad pero, sin duda, es una manera de empezar el periplo municipal con lastres que, en definitiva, sólo perjudican a los ciudadanos. Y todo ello sorprende en partidos que teóricamente tienen más afinidades con el PSC que otros, lo cual demuestra que a la clase política lo que le importa de verdad es la afectación a sus siglas y no los ejercicios de elevada responsabilidad.

El otro asunto que revuelve el estómago tras el asesinato de la cocinera en una cárcel de Tarragona es la ausencia de reacción por parte del Departamento de Justicia. Los sindicatos que representan a los funcionarios de prisiones tienen en marcha un plan de movilizaciones que afectan a la vida en los centros penitenciarios. Exigen dimisiones y un plan para evitar situaciones como la que ha llevado al crimen de Tarragona. Es una profesión expuesta a las agresiones y si los profesionales que se juegan el cutis piden cambios habrá que escucharles y actuar. Justicia desea que impere el orden sin asumir las condiciones del error y para ello la única salida es que rueden cabezas de cargos representativos de la administración y luego reestructurar lo que sea necesario. Si los gobernantes no pagan sus errores no pueden exigir disciplina. El orden debe ser respetado y obedecido. Pero por todos, y en primer lugar por quien tiene la responsabilidad de mandar. 

Puede pensarse que ante la convocatoria de elecciones uno ya puede olvidarse de dar la cara y que el conflicto irá disminuyendo por sí mismo, en línea con el pensamiento de determinados políticos que consideran que lo que hoy es urgente quizás mañana no lo será y acabará por desplomarse en el olvido.

En este caso, el avance electoral no eximirá al gobierno en funciones a tomar decisiones. Especialmente por la incertidumbre electoral. No asumir las responsabilidades en un asunto tan evidente sería una losa para las pretensiones de ERC en el inminente horizonte político en Cataluña. Eso y que no es buen negocio para la ciudadanía apostar por representantes que son incapaces de cumplir con su obligación. A la política se debe ir por convicción, no por necesidad, y por tal motivo representar a la sociedad conlleva pleitesías innegociables, como por ejemplo dimitir cuando un caso ha saltado por los aires.