Escuchamos el pasado miércoles a Jordi Turull, representante de Puigdemont en el planeta Tierra, en la breve rueda de prensa en el Parlament, comentando la convocatoria de elecciones autonómicas para el próximo 12 de mayo. Se le veía contento. Estuvo firme, seguro, convencido y combativo. Yo creo que ha practicado algún deporte, pues se le veía no ya delgado, sino juncal. Bravo, Turull.
Dijo literalmente: “Queremos decirle al país que hay esperanza, que hay alternativa.” Se jactó de que “esto va de solvencia y de ambición”. Añadió que presentarán a la presidencia de la Generalitat “al mejor candidato”. Ante la duda de algún periodista sobre si el misterioso “mejor candidato” pudiera verse… imposibilitado por… alguna circunstancia a presentarse en Cataluña para ser investido president, Turull respondió que estaba convencido de que “las fechas lo permiten”. Y finalmente prometió: “Iremos a por todas, asumiendo todas las consecuencias.”
Por no sé qué extraña coquetería, acaso por no pillarse los dedos con promesas formuladas con demasiada claridad que pudieran revelarse imposibles de satisfacer, prefería Turull no decir las cosas en lenguaje transparente, sino en el ambiguo y como cifrado de las conspiraciones antifranquistas predemocráticas. Vamos a intentar descifrar ese lenguaje codificado turullesco, y creemos que no será difícil: casi seguro que todos los periodistas en la sala de prensa, y cualquiera en el público televisivo que lo escuchó, estará de acuerdo con los resultados de nuestra criptografía hermenéutica:
Cuando el señor Turull dice que hay “esperanza”, se refiere a que el actual desánimo de los votantes separatistas, que desde el desengaño por el final del procés, y las verdades que este les reveló sobre su dirigencia, les tiene así como desmovilizados y les invita a la abstención y a olvidarse de ambiciones que han demostrado ser sólo ensueños, ya no tiene sentido, pues aquí vienen los separatistas de pedra picada. ¡Vuelve la autoestima, por fin!
Si hay “alternativa”, se refiere a alternativa a la inoperancia y grisura del actual Govern erco, que ha demostrado que es incapaz de prever, gestionar y resolver los problemas de Cataluña, y darle proyección hacia el futuro triunfal y al cumplimiento de sus anhelos nacionales soberanistas.
La “alternativa”, claro está, son ellos, los de siempre, ahora llamados Junts: gente que, desde la desfeta del año 2017, sin haberse rebajado a componendas con los socialistas (o sea, al revés que los republicanos), en minoría, con el jefe en el exilio y contra todo pronóstico, obtiene resultados asombrosos, cuando no milagrosos, como, por ejemplo, la amnistía que ellos solitos le han arrancado al Gobierno de la nación. Un triunfo colosal, se mire como se mire.
En cuanto a la “ambición”, entendida en el contexto de anteriores discursos de Turull y de los dirigentes de su equipo es, obviamente, la de implementar la independencia de Cataluña, o, en caso de que por ahora sea imposible, el pacto fiscal.
Cuando Turull hablaba de que van a presentar “al mejor candidato posible” no podía referirse a él mismo ni a la señora Nogueras; se refería, obviamente, a Carles Puigdemont el Deseado, que precisamente gracias a la amnistía llegará de Waterloo cual Tarradellas redivivo, puntual y a tiempo de participar en los comicios y, Dios mediante, ser investido president.
Y, en fin, “iremos a por todas, asumiendo todas las consecuencias” quiere decir que, a diferencia de la otra vez, se han acabado los apaños y componendas, y esta vez, si el pueblo catalán les otorga de nuevo su confianza, no suspenderán la independencia, sino que (¡la experiencia les ha curtido!) la implementarán contra viento y marea, a riesgo de sufrir otro 155 y de tener que volver a ingresar en prisión o a fugarse al extranjero.
Un discurso muy sencillo, que podría resumirse así: “Sabemos que en el año 2017 no hicimos los deberes, que nos temblaron las piernas, que os hemos fallado, pero concedednos una vez más vuestra confianza y ya veréis que esta vez no os decepcionaremos. Ho tenim a tocar. Ara va de debò”.
¿Convenció a muchos? A mí me pareció entrañable tanta tenacidad, esa tan española contumacia en el error.