Aunque la propaganda dominante hace todo lo posible por colgar el espantajo de la ultraderecha a quien simplemente no es socialdemócrata, comunista o abraza la ideología woke, es un hecho que la aparición de líderes “diferentes” es cada vez más frecuente. Milei, Meloni, Bukele… están logrando un apoyo sin precedentes de sus ciudadanos y todo apunta a que Trump volverá a ser elegido este noviembre, entre otras cosas por la ausencia del rival, todo eso mientras Bolsonaro o Wilders calientan en la banda para salir a jugar.
Aquellos que desde su torre de marfil piensan que solo hay un modelo de sociedad y de gobierno “inteligente” deberían preguntarse cómo es posible que un anarcoliberal que solo quiere demoler estructuras de Estado ineficientes haya sido no solo elegido, sino que cada día tiene más apoyo de los argentinos. Le apoyan hasta quienes saben que van a perder ayudas y subvenciones, porque saben que el país no da para más.
Algo similar ocurre con el presidente de El Salvador, implacable con las maras, aun a pesar de saltarse algunos derechos. Su mano dura comienza a plantearse en Ecuador o Perú como único método para evitar que la inseguridad les haga caer por el abismo de los Estados fallidos. Y Giorgia Meloni ha reducido el desempleo a tasas históricas eliminando el exceso de paguitas que desincentivan la búsqueda del empleo. El porqué de todo esto es sencillo, la gente acaba hartándose de tanta falta de sentido común y busca soluciones simples, aunque a veces lo sean demasiado y tengan efectos secundarios en el medio plazo.
En España hemos pasado muy rápido del crecimiento imparable de nuevos partidos a su práctica desaparición. Poco o nada queda de Ciudadanos, Podemos languidece y Vox renquea sacando del primer plano a varios de sus miembros más mediáticos. Todos estos nuevos partidos han sucumbido a sus propios hiperliderazgos que al no lograr sus propósitos de manera inmediata se han dedicado a desandar el camino andado. Pero más pronto que tarde emergerá en España un líder diferente, probablemente alguien nuevo, o uno que ya conocemos capaz de crear su propio espacio, es lo de menos.
Meloni no tiene nada que ver con Salvini, y este, poco con Umberto Bossi, pero sin ellos no se entendería la figura de la hoy presidenta del Gobierno italiano. Hoy Meloni, lo mismo que Milei, no encaja en ningún partido prexistente; por más que a ambos se les clasifique como de ultraderecha, no lo son, son otra cosa. El hartazgo de los ciudadanos hace que se acabe apoyando a alguien que, sobre todo, trata de aplicar el sentido común.
El nivel de nuestros políticos es cada día peor. Pensamos que ya hemos tocado fondo, pero siempre hay posibilidad para la sorpresa negativa. Hemos visto cómo el agarrarse al poder lo justifica todo, desde leyes hechas a medida a nombramientos tan imposibles que algunos acaban siendo revocados por la justicia. Vamos de cabeza a un escenario plagado de comisiones de investigación donde lo de menos será el contenido, lo importante será remover la porquería para enfangar al rival. Y por poner un último ejemplo, el linchamiento de un exministro y ex secretario de organización para proteger al líder muestra lo frágil que es quien solo tiene la política como medio de vida. A nuestra clase política le queda ya muy poco crédito; es más, está en números rojos.
Por eso, antes o después elegiremos para dirigir los destinos de nuestro país a alguien poco ortodoxo y haremos lo correcto en ese momento, los ciudadanos libres nunca votan mal, pero deberemos ser conscientes de que daremos pasos hacia la desintegración de Europa. Las soluciones sencillas se olvidan de muchas cosas, entre otras de los vecinos. Centrarse en uno no es solución, aunque a corto lo parezca.
Es muy probable que en las próximas elecciones europeas avancen mucho los partidos con propuestas antieuropeístas porque hacer ahora un discurso antieuropeo es muy sencillo, no hay más que ver cómo los burócratas de Bruselas han logrado soliviantar a todo el sector agrario, priorizando las importaciones y complicando sobremanera la vida del productor local, por no decir de lo sencillo que es el discurso xenófobo cuando nos hemos pasado de frenada en muchos casos. Probablemente apoyando soluciones sencillas creeremos que estemos mejor, pero esa mejora a corto plazo seguirá apostando por el fracaso colectivo.
Necesitamos a la Unión Europea, necesitamos una inmigración ordenada, necesitamos cuidar el medio ambiente… pero todo con sentido común, sin posiciones maximalistas y sin maniqueísmos. La única manera de avanzar es mediante una regeneración profunda de nuestros dos partidos de Estado y, sobre todo, de una normalización de sus relaciones. El frentismo solo nos llevará a estar peor y a avanzar por sendas desconocidas.