Que una condenada a cuatro años y medio de prisión por hacer chanchullos con los contratos cuando era servidora pública empiece a dar clases en la universidad es una gran noticia. La universidad es el templo del saber y en el saber se incluye saber delinquir. Laura Borràs, hallada culpable de prevaricación y falsedad documental, enseñará a los alumnos de la Facultad de Educación de la Universidad de Barcelona. Supongo que enseñará de lo suyo, qué va a hacer si no. Los estudiantes se están ya frotando las manos, convencidos de que van a aprender de toda una experta, qué digo, de una eminencia mundial, cómo conseguir que los contratos vayan a quien interesa: amigos, familiares, amantes o vecinos, tanto da, el caso es que uno pueda adjudicarlos a quien le venga en gana.

Imagino que el nombre de la asignatura, Didáctica de la Literatura, es para disimular. Una institución centenaria como la UB no iba a ponerle el nombre de Didáctica del Fraccionamiento o Fraccionando que es Gerundio, eso sería contrario al espíritu de Bolonia y --más importante-- terminaría con las subvenciones, enteras o fraccionadas. Si para cubrir el expediente y guardar las apariencias hay que estudiar algún libro entre clase de fraccionamiento y clase de fraccionamiento, siempre se puede optar por El buen ladrón, de Hannah Tinti, o Ciudad de ladrones, de David Benioff, que a buen seguro la profesora leyó en su ya lejana juventud. Tal vez de esas lecturas surgió la afición que con el tiempo convertiría en su profesión.

Alguien podrá aducir que no es Borràs la mejor profesora que se pueda hallar, ya que, al fin y al cabo, fue pillada con las manos en la masa y condenada por ello. Pero hay que tener en cuenta que, precisamente por eso, los mejores malhechores, o sea, los que han conseguido eludir a la justicia, no se prestarían a dar clases de este tipo. Suelen ser reacios a ello, puesto que de este modo estarían reconociendo sus fechorías. Era necesaria una profesora que, aun habiendo sido condenada, atesorara méritos suficientes para dar clases a futuros maleantes. En el caso de Borràs, habrá pesado en su candidatura el haber sido capaz de repetir incesantemente que se le perseguía por motivos políticos, sin que se le escapase la risa ni una sola vez. Pretender, ante las evidentes pruebas, que lo suyo era un caso de lawfare, la hace la persona adecuada para enseñar a los jóvenes estudiantes que el día de mañana tienen pensado dedicarse al fraccionamiento de contratos. Los alumnos de su facultad la mirarán como se mira a los mitos, no todo el mundo es capaz de tener tan poca vergüenza. Harán mal, sin embargo, de creer que con esfuerzo y estudio podrán algún día emular las acciones de su amada Borràs. Eso es imposible: estamos ante una de las pocas personas que nació con un don. En este caso el de disimular su cara dura.

Laura Borràs fraccionaba contratos de forma vocacional y no para sacar de ello beneficio alguno, con lo que están fuera de toda duda sus dotes pedagógicas. Los mejores maestros son siempre los que han sido capaces de hacer de lo suyo un divertimento. A buen seguro que conseguirá que sus alumnos disfruten de cada clase como si realmente estuvieran concediendo un jugoso contrato a su compañero de pupitre, si es que en las aulas sigue habiendo pupitres.

Celebremos pues la vuelta de Laura Borràs a la universidad, una institución que se beneficiará de lo que su querida profesora aprendió durante sus años en el sector público y que, por tanto, será más pronto que tarde un referente mundial en el fraccionamiento de contratos. Alumnos de todo el mundo, futuros gestores públicos, solicitarán asistir a las clases magistrales de la mismísima Borràs.