La ola de protestas que han levantado las concesiones del candidato socialista a 26 partidos, 20 dentro de la coalición Sumar, para poder reeditar la presidencia del Gobierno no tiene parangón.

Se han traspasado todas las líneas rojas y dinamitado todas las promesas, siendo la más tremenda la de proponer comisiones de investigación para revisar políticamente el comportamiento de los jueces, cargándose la división de poderes que estructura nuestra democracia.

Los políticos se reservarían el poder de juzgar a los jueces en el ejercicio de su función, algo que solo se ve en regímenes autoritarios. En un Estado democrático, si alguien cree que un juez prevarica, se le denuncia a otra instancia y ya está, pero nunca pueden los políticos valorar el comportamiento de los jueces.

Nunca, nunca, todas las asociaciones profesionales de jueces, todas, desde la más conservadora a la más progresista, todas las asociaciones de fiscales, 13 de los 15 miembros del CGPJ, incluso la mayoría de los autodenominados progresistas, letrados de justicia, abogados del Estado, los decanos de tribunales, los presidentes de audiencias provinciales, tribunales superiores de justicia, colegios de abogados, inspectores de Trabajo y Seguridad Social, funcionarios del Tribunal de Cuentas, secretarios, interventores y tesoreros de la Administración local han puesto el grito en el cielo, lo mismo que diplomáticos, asociaciones policiales y de la Guardia Civil, inspectores de Hacienda, sindicatos de ferroviarios, asociaciones empresariales, la gran mayoría de los grandes despachos de abogados, notarios, exmiembros del Parlamento, las patronales… la lista es interminable y seguirá creciendo porque la barbaridad que se ha firmado no tiene igual en nuestra historia ni en la de países democráticos.

Destaca, eso sí, el silencio atronador de un Cercle d’Economía que defendió gratuitamente una amnistía de los mundos de Yupi y ahora calla ante una flagrante violación del Estado de Derecho, lo que incrementa la inseguridad jurídica y el riesgo, reduciendo el atractivo de nuestro país para inversores institucionales.

La propaganda del Gobierno, además, nos llama tontos tanto a los ciudadanos, dicen que no es para tanto, como a sus propios socios, pues dejan entrever que no van a cumplir lo firmado como se evidenció en el teatrillo del debate de investidura.

La verdad, quienes quieren un relator no les falta razón, porque es evidente que no son de fiar. No hay que tirar de hemeroteca, simplemente ver lo que se dijo en campaña. La entrevista de Sánchez con Ferreras solo dos días antes de las elecciones sería suficiente para tacharle de mentiroso, pero ya sabemos que es una persona que cambia mucho de opinión. La calificación a esta actitud la puso Felipe González, no yo.

Las concesiones a partidos minoritarios son gravísimas, pero también lo es el argumentario para justificarlas, España necesita ser salvada por Sánchez y todo vale para ello. Y lo malo es que puede que hasta se lo crea, que o él o la nada. Para entender al personaje es muy recomendable volver a ver las declaraciones de Màxim Huerta tras su brevísimo paso por el Gobierno, todo un narcisista solo preocupado por él. La realidad es muy sencilla, todo a cambio de mantenerse en el poder un líder con ambición desmedida secundado por unos palmeros que no se atreven a protestar para seguir en el cargo.

La oposición y la justicia retrasarán la aplicación de las normas más lesivas, pero de ellas solo nos podrá salvar la Unión Europea, como ya hizo, por ejemplo, con Rumanía cuando sus políticos querían autoindultarse (aquí es aún peor) y con Hungría y Polonia por poner en riesgo su Estado de Derecho. Además del desastre institucional nos estamos jugando las ayudas de Europa. Empezaremos con las multas y acabaremos con fondos congelados.

De esta coyuntura vamos a salir perdiendo todos, pero paradójicamente también el presidente del Gobierno y su partido. Gracias a las declaraciones de sus coaligados en contra de Israel ha perdido toda opción de ser secretario de la OTAN, aunque la verdad es que la dimisión de Mark Rutte como presidente del Gobierno de los Países Bajos ya le había dejado fuera de la carrera. Y gracias a sus concesiones para seguir unos meses más en el cargo ha perdido toda opción de desarrollar una carrera en Europa.

Sólo le quedará, si le queda, un chiringuito en la ONU, que ahí hay sitio para todos. Y, desde luego, el PSOE nunca más será el mismo porque en sus manos estaba el frenar a una persona que ha demostrado no tener límites para perpetuarse en el poder y no han hecho nada. En Italia y Grecia ya no hay partido socialista y en Francia es cada vez más marginal. En España la cuenta atrás de su irrelevancia ha comenzado por este absurdo suicidio.