La confeccionista de trajes de boda Pronovias, con sede en El Prat de Llobregat, antaño pujante y de una rentabilidad opípara, ha atravesado en el último sexenio la mayor crisis desde su fundación un siglo atrás.

El propietario, Alberto Palatchi, vendió el negocio en 2017 a la británica BC Partners por 550 millones de euros contantes y sonantes.

La casa de moda navegaba a la sazón a una extraordinaria velocidad de crucero, con 160 millones de giro anual y 60 de beneficio.

Desde entonces ha encajado un demoledor quebranto que ronda la misma suma abonada en su día, tal como muestra el estadillo adjunto. Hoy es una pálida sombra de lo que fue. Y ha vuelto a cambiar de manos.

PRONOVIAS EN CIFRAS (en millones de €)

Año Ventas Pérdidas antes de impuestos
2022 148,9 -349,5
2021 98 -75,6
2020 77 -74,6
2019 151 -30
2018 156 -12,8

Solo en 2022 registró una escalofriante pérdida de 349 millones, que bate todos los récords habidos y por haber en los anales de la firma. Mientras tanto, la facturación se ha quedado en algo menos de 150 millones.

El meollo del desastre se encuentra en la pandemia que sobrevino en marzo de 2020, con su secuela de confinamientos y las posteriores restricciones de aforo en los hoteles y la hostelería. El virus provocó un derrumbe histórico de los enlaces y sumió a Pronovias en una profunda sima de la que solo ahora, tres años después, empieza a resurgir.

El mayúsculo agujero del postrer ejercicio se debe, en particular, al deterioro del fondo de comercio, esto es, el sobreprecio satisfecho en su día a Palatchi.

Tras los análisis pertinentes, la dirección certificó el año pasado que tales activos intangibles se han dañado por completo. Y realizó un drástico saneamiento, que reduce el valor del citado fondo a cero euros.

Semejante tabla rasa significa que el dineral desembolsado en su día para adquirir Pronovias se ha convertido literalmente en humo. Una vez practicado el reajuste, la empresa arroja al cierre de 2022 un patrimonio negativo de 100 millones.

La vida da más vueltas que una peonza. Cuando BC Partners se hizo con la propiedad de Pronovias en 2017, nombró una flamante cúpula directiva, que puso en marcha un amplio programa de actuaciones.

Su desarrollo transcurrió con cierta normalidad hasta la irrupción del coronavirus. A partir de entonces, BC hubo de apuntalar su filial barcelonesa por medio de sucesivas inyecciones de capital, por un importe total de nada menos que 400 millones.

El sexenio de Pronovias bajo mando inglés no puede resultar más aciago, pues ha perdido hasta la camisa. El boquete revestía tales dimensiones, que en marzo último a BC no le cupo otro remedio que ceder su subsidiaria a un comité de prestamistas, encabezado el principal acreedor, el consorcio Bain.

Este ha articulado una batería de providencias para estabilizar Pronovias y situarla de nuevo en la rampa de lanzamiento. Entre otras, ha aumentado el capital de la entidad mediante la condonación de préstamos que le tenía concedidos; le ha insuflado numerario fresco; y por último, ha liquidado de golpe los 183 millones de pasivo que todavía arrastraba el balance.

Gracias a esos trasiegos, Pronovias elimina todas sus deudas y emerge con unos recursos propios positivos de 85 millones.

Tras enajenar su emporio textil en 2017, Alberto Palatchi trasladó su residencia particular de Barcelona a Madrid. Lo hizo por un motivo principal: huir del infierno fiscal de Cataluña, cada vez más opresivo y asfixiante. Solo el alivio en el confiscatorio impuesto de patrimonio le supone una carretada de millones cada año.

Palatchi, de 74 años, desciende de sefarditas turcos. Es un personaje hecho a sí mismo, que destila simpatía a raudales. A buen seguro que desde su atalaya de la capital del Reino habrá contemplado con enorme consternación los insólitos episodios de su niña mimada Pronovias y su salvamento de última hora.